Hay periodistas que llevan una botella de coñac al Vaticano cada Navidad. No es un gesto de cortesía cualquiera, ni una excentricidad. La botella, siempre de Cardenal Mendoza, no va dirigida a un trabajador ni a una fuente anónima. Su destinatario es nada menos que el papa Francisco.
El responsable de este peculiar obsequio es Antonio Pelayo, periodista vallisoletano y sacerdote, conocido por su labor como corresponsal de Antena 3 en Roma. Su relación con el pontífice no es solo profesional, y el origen de este singular regalo se remonta a una conversación durante un viaje a Japón.
Humor vaticano
Benedicto XVI tuvo una buena salida que hizo reír a Francisco
Mientras compartían impresiones, Pelayo comentó al papa que había estado a punto de no asistir debido a un fuerte lumbago. Francisco le respondió restando importancia al asunto: “Eso no es nada, hombre, eso se quita con coñac o con cazalla“. Pero se lo pensó mejor y aseguró que la mejor opción era ”coñac Cardenal Mendoza”.
Antes de que Francisco mencionara el Cardenal Mendoza, ya existía otra historia que unía a este licor con el Vaticano. Pelayo recordó en el programa Ecclesia de COPE una escena en la que estuvo presente durante una comida con el entonces cardenal Ratzinger - posteriormente el papa Benedicto XVI -, invitado por un cardenal Javierre.
Al término del banquete, el anfitrión ofreció un coñac español. En un primer momento, Ratzinger declinó educadamente: “No, no, por favor, ya hemos bebido suficiente”. Sin embargo, al oír el nombre de la marca, cambió de opinión con humor: “Ah, pues sí lo voy a tomar porque será el único cardenal que no me haga daño”.
Este chascarrillo, aparentemente sin demasiada importancia, divirtió tanto a Francisco cuando Pelayo se lo contó, que el comunicador no dudó en regalarle una botella cada Navidad. Lejos de ser un simple detalle material, este gesto refleja una relación cercana y espontánea, algo poco común en el ámbito vaticano.
Aunque Pelayo mantiene el respeto y la profesionalidad en su labor informativa, como ha demostrado durante el largo ingreso del pontífice, este regalo anual es una muestra de la buena relación que comparte con el papa Francisco.