Descifrar lo que pone en una receta médica puede ser una auténtica hazaña. No importa el país ni la especialidad, hay algo universal en la letra de los doctores: cuanto más urgente parece la consulta, más indescifrables son las anotaciones.
Farmacéuticos, enfermeros y pacientes se enfrentan a este problema a diario, tratando de interpretar garabatos que podrían ser nombres de medicamentos u otra cosa muy diferente. Lo curioso es que este fenómeno no es nuevo y, según cuenta Consulta Abierta, tiene un origen muy antiguo: “Viene de hace siglos”.
Signo de sabiduría
Cuando nadie entendía nada, nació una excusa perfecta
El mito sobre la mala caligrafía médica ha pasado de generación en generación. Según se cuenta, hace siglos existió un doctor obsesionado con escribir más rápido. Su empeño por optimizar el tiempo en consulta lo llevó a desarrollar una técnica de escritura ultrarrápida, con trazos que, en teoría, le permitirían anotar diagnósticos y prescripciones en cuestión de segundos. Sin embargo, el resultado fue una letra tan ininteligible que ni sus propios discípulos lograban entenderla.
Para evitar que se descubriera su error, el médico decidió extender la idea de que la mala caligrafía no era un defecto, sino una señal de gran conocimiento, reservada únicamente para los más sabios y experimentados en la profesión.
La idea caló hondo entre sus colegas y, con el paso del tiempo, escribir de manera ilegible pasó de ser un problema a convertirse en una costumbre. “Por eso, los médicos tenemos mala letra”, explica un médico de familia que ha relatado esta historia con cierta ironía.
Con las recetas electrónicas y los historiales médicos digitalizados, la mala letra ha pasado a un segundo plano, aunque sigue siendo un rasgo inconfundible de la profesión. Más allá de mitos y anécdotas, los médicos todavía no consiguen escribir con rapidez sin sacrificar la claridad.