GroKo es una abreviatura en alemán que quiere decir Grosse Koalition , esto es, “gran coalición”. En España, sin embargo, recordar la GroKo es sinónimo de unir a la izquierda y recordarle el año 2016 y su octubre aciago a los progresistas. Como fray Luis de León con aquel dicebamus hesterna die , que nunca sabremos si pronunció realmente ni dónde, comenzamos esta semana por donde terminamos la pasada. La Groko en España es, por tanto, todo lo contrario a la Groko en Alemania, aunque por momentos, hace ya casi 10 años, hubo quien por el Madrid DF se dejó llevar por este espejismo con aquella abstención del PSOE. Un consejo: este próximo jueves, en el encuentro entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, que nadie pronuncie la palabra Groko. Porque si la dicen tres veces, como “Bitelchús”, volverán aquellos viejos fantasmas.
Aquella GroKo del 2016, tácita o en b, se asemejó a la GroKo alemana porque el socialista quedó en segundo término. Entonces, teníamos a Sánchez yéndose con su Peugeot y Olaf Scholz como vicecanciller de Angela Merkel. Ahora, hay dos diferencias. La primera: en Alemania, hoy hay GroKo , como en Austria, para dejar fuera a los aliados de Musk, la AfD, mientras que en España la quieren para dejar fuera a la mayoría transversal, plurinacional y periférica que viene marcando el pulso electoral desde la moción en el 2018. Y este es el pecado capital de los voceros de la GroKo española: no les escucharán proponerla para aislar a los peones de Trump, o sea a Vox, sino todo lo contrario. La segunda diferencia: aquella GroKo tácita del 2016 fue orquestada para romper al PSOE por la mitad, con aquella abstención. Con la pujanza de Podemos al fondo, demediados los socialistas, la derecha preveía un horizonte de tranquilidad, lo que tampoco entró nunca en los planes de Merkel cuando le ofreció a Scholz ser vicecanciller. Tal es así, que luego, con más o menos acierto, el socialdemócrata sería canciller.
Insistimos en la cifra, hoy cuatro de cada diez censados votan bipartidismo
Los voceros de la GroKo española se preguntan también por qué aquí no es posible lo que en Alemania sí. Vayamos a una cuestión tectónica para redondear el círculo. La CDU, como saben, se asienta sobre el consenso antifascista con la izquierda. Con todos los matices que ustedes quieren, pero una pregunta: ¿lo hay en España mientras algunos voceros de la GroKo siguen mofándose de la celebración de los 50 años de la muerte del dictador? Sobre esta cultura política se aguanta el andamiaje institucional vigente que tantas veces hemos explicado todos los lunes.
Los que defienden una derecha plural claro que no se ríen. Pues defienden todo lo contrario a un presidente con los peones de Trump y son lo más parecido a una GroKo que pueda haber en España. Pero como la derecha plural no existe, Vox huele ese napalm y por eso tensa. Anticipando el escenario de la primavera del 2027 para cargarse de más energía del malestar, como vector energético que es del miedo. En la cabeza de Vox está atacar, atacar y atacar para hacerse fuerte para que el peón de Trump en España sea vicepresidente. Nada tiene que ver en eso el PSOE. Forma parte del signo de los tiempos y va contra la autonomía estratégica del PP. Vox vive en el 2027, y el PP, todavía en el 2016. Se aprovecha de eso.

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en el 2023, una foto que repetirá este jueves
La GroKo en España del 2016, hoy como entonces, sigue siendo imposible. Todos han aprendido además del desastre de su modalidad tácita. Entonces, como ahora, el PP y PSOE reunían a los electores más mayores. Insistimos con la cifra: hoy cuatro de cada diez censados votan bipartidismo. O lo que es lo mismo, seis de cada diez electores que votan. El resto de los actores políticos son Estado, cuentan y mucho. En momentos como este jueves es cuando los azules pueden ganar precisamente prestigio, credibilidad y autonomía estratégica. El trato preferente cuando se está en la oposición uno se lo gana en el campo y no implorando la GroKo .
En Salamanca se recuerda a fray Luis de León como símbolo de autonomía con una estatua de bronce ante la fachada plateresca de uno de sus edificios universitarios, a pesar de que él no nació allí, sino en Belmonte (Cuenca). Los españoles quieren a una mente libre y resistente al viento y a las mareas al frente de su Gobierno. Ese es el motor ganador en un país que no es para GroKos . Se trata por ello, en el Gobierno y en la oposición, de encontrar las palabras, las propuestas y el momento adecuado para decir: “Por delante, mi país”. Como decíamos ayer.
Kriptonita DF.
Los miedos y la desinformación lo hacen aún más difícil. Nunca ha sido fácil conocer España, constantemente en movimiento, supone un aprendizaje continuo. Semana a semana. Sus resortes, sus creencias, sus comportamientos, la toma de decisiones antes y después de elecciones. Respetando a los más jóvenes, escuchándoles. La GroKo del 2016 como el icónico 1996 es un mundo, al igual que el bipartidismo que se les esfumó de las manos a muchos, pero no de su memoria. Y precisamente esa obsesión por el pasado es la kriptonita del Madrid DF.
La 'GroKo' tácita
Las generales de junio del 2016 fueron una repetición táctica de las de diciembre del 2015 para mejorar la posición relativa del PP: pasando de 123 a 137 escaños. Fue el año del bloqueo. La suma de las derechas, entonces, fue de 169. Compárenla ahora con la actual suma de las derechas, 171. Hubo GroKo tácita con una diferencia entre el PP y PSOE favorable a los populares en más dos millones de votos, pero hoy solo es de unos 400.000. Como ven, seguimos estando donde estábamos. En este gran país plurinacional del sur de la UE que somos.