Solemos fijar la atención en las elecciones generales como el acto político más importante para ordenar el tablero político en un país, de la misma manera que interpretamos los acontecimientos como hitos que abren incluso edades o cambios históricos, cuando en el fondo estos hitos fueron vividos como fogonazos de actualidad de los genuinos movimientos demográficos, sociales y económicos que los hicieron posibles.
Viene bien recordarlo porque el 28 de octubre de 1982, el PSOE obtuvo un resultado histórico, con 202 diputados, pero aquellos comicios los ganó mucho antes, cuando Felipe González arrasó en el congreso extraordinario del PSOE en 1979 y luego presentó la moción de censura en 1980, que perdió contra Adolfo Suárez pero ganó ante el respetable. Se presentó como un político libre, con voluntad de gobernar y venció, aunque fuera en diferido. Dos años antes de las elecciones de 1982, sabiendo representar los cambios sociales que se sucedían en su país. Pedro Sánchez hizo tres cuartos de lo mismo con las primarias de 2017 y la primera moción de censura victoriosa de nuestra historia en 2018. Sin la censura no habría habido gobierno socialista en solitario ni de coalición progresista hasta hoy. Sucede siempre todo, por tanto, antes de las elecciones. Y hay un hilo rojo que une todos los hitos a lo largo de un tiempo. Una idea poderosa que se repite una y otra vez: España elige a políticos libres.
El futuro de los europeos pasa por no tener peones de Trump en los gobiernos
José María Aznar , con el ni tutelas ni tutías de don Manuel Fraga en el congreso del PP de Sevilla, año 1990, y con el atentado frustrado de ETA en 1995. José Luis Rodríguez Zapatero ganándole, por sorpresa, a José Bono en el Congreso Federal del 2000 conectando con la esencia del militante de izquierdas. Mariano Rajoy soportando toda la rabia de aquel primer Madrid DF, con muchos agentes de interés queriéndole marcarle el ritmo, e imponiéndose finalmente en el Congreso del PP de Valencia, año 2008, para ganar con mayoría absoluta en el 2011. Así se construyen las presidencias en España. Nos fijamos siempre en el resultado de la noche electoral pero nunca en el acto fundante, instituyente, el momento en que ese político vencedor se hizo realmente libre para poder ganar.
Este año 2025, en medio del silencio electoral en el que estamos metidos, es el año para ver si el actual presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, se ganará ese plácet de autonomía estratégica frente a todos, su partido, la derecha y el sistema en su conjunto. Será un año muy interesante. El año del reemplazo en el que las derechas autoritarias quieren relevar a las viejas derechas liberales o conservadoras en el cuadro de mandos del capitalismo occidental para poder competir contra los capitalismos BRIC. Las derechas autoritarias, en Washington o Buenos Aires.
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Alberto Núñez Feijóo, en una entrevista concedida a ‘La Vanguardia’ en otoño
Como otros candidatables a La Moncloa en el pasado, Feijóo deberá dejar de hablar a la izquierda o la derecha para lograr ser un político libre. Deberá dejar de hablarle, en concreto, a su partido para hablarnos a todos. Lo mejor para todos los españoles es un PP con autonomía estratégica al igual que sucedía con el PSOE cuando estaba en la oposición. Pero es que esa autonomía estratégica es clave, sobre todo, en un contexto en el que una parte de la derecha española lo fiará todo a Donald Trump. Olvidando que la autonomía estratégica que necesita el líder del PP para ser presidente del Gobierno es precisamente la misma que necesitará la UE ante los Estados Unidos, China y los Brics desde este próximo 20 de enero, el nuevo Inauguration Day del chico de Queens.
El futuro de los europeos pasa por no tener peones de Trump en los gobiernos. En Alemania –lo veremos– no los habrá. Veremos también si Francia es capaz de solucionar el entuerto Emmanuel Macron. Y en España solo dos proyectos pueden ser libres: la coalición de Sánchez con su mayoría plurinacional o Feijóo si concreta la derecha plural. 2025 puede ser, por tanto, el año del reemplazo o el de la resurrección de la derecha plural en España. El de los verdaderos hitos que asentarán una nueva presidencia Sánchez, una presidencia en cohabitación con la derecha autoritaria o una presidencia con la derecha plural. Vox está clavado en torno a un 15% de votos y de ahí no los va a mover nadie. En Alemania, AfD promedia en las encuestas un 19%. Mismo cuadro. De peón de Vox a peón de Trump. Podría ocurrirle al PP este 2025. No tiene por qué ser ni lo uno ni lo otro. Un político libre en España siempre puede con todo.
Next week
La autorepresentación
El gran descontento de nuestro tiempo responde a la desconfianza de los administrados en sus representantes públicos, partidos políticos, grupos de interés o instituciones democráticas que “no terminan de resolver nunca” los problemas que afectan al común de los mortales, porque la democracia se autorepresenta en consejos, actos, políticas y mítines. ¿Qué fue Joe Biden? Exactamente eso: la autorepresentación, el mal de la política actual. Los votantes, desconfiados ante vanas promesas y problemas agravados por no resolver, dejaron la pista libre a Trump.
El ojo de halcón
Amnistía por convicción
La constitucionalización de la amnistía –tentativamente en octubre– es más crucial para España que los presupuestos ya prorrogados. Y será, como dijimos, “amnistía por convicción”. Es lo inteligente. Y aquí Feijóo está por primera vez en el mismo punto que Sánchez. El presidente tiene que demostrar que fue amnistía por convicción recuperando la confianza del amnistiado Puigdemont. Y el del PP, empezar a construir un relato alternativo al de Puigdemont a prisión. Y es que España va bien... con la amnistía, porque convicción es sinónimo de convivencia.