Con el reciente cese de Ramiro Villapadierna, su último y fugaz director, Isabel Díaz Ayuso ha terminado de borrar cualquier rastro de la Oficina del Español. Un polémico organismo que la presidenta de la Comunidad de Madrid ideó hace apenas tres años y medio para hacer hueco a Toni Cantó, fichaje estrella de Pablo Casado.
Presionada por el entonces líder nacional del PP, especialmente tras ver cómo el Tribunal Constitucional había invalidado meses atrás la inclusión del exdiputado de UPyD y Ciudadanos en las listas por Madrid al incumplir los requisitos de empadronamiento fijados por la ley electoral, Ayuso anunció a bombo y platillo la creación de la Oficina del Español.
Concebida para posicionar a Madrid como “referente mundial del español” y “vehiculizar la integración y el entendimiento entre ambos lados del Atlántico”, la oposición no tardó en situarla en el centro de sus críticas al Ejecutivo regional.
Pero fue la nula utilidad de un organismo al que solamente se le recuerda la organización de un puñado de eventos culturales con motivo de la celebración de la Hispanidad, así como la publicación de un tuit con errores gramaticales, la que terminó convirtiéndolo en mofa recurrente en la Puerta del Sol.
Más aun cuando Cantó, con un sueldo cercano a los 80.000 euros anuales, se había distinguido durante su etapa en la política regional valenciana como un firme defensor del cierre de los “organismos superfluos”. Una hemeroteca a la que solo a él se le ocurrió combatir alegando que, en el caso de la Oficina del Español, el gasto de dinero público no era excesivo: “El chiringuito soy yo. No hay otra estructura que yo”, alegó.
Su ocurrencia supo a cuerno quemado en el equipo de Ayuso quien se vio obligada a salir a defender en primera persona un órgano de nuevo cuño fuertemente criticado por la oposición: “Sería un chiringuito si yo lo hubiera creado para él. Pero en todas mis intervenciones, desde hace tiempo, he venido anunciando mi voluntad de crear un proyecto como este”.
La presidenta madrileña ha realizado un desmantelamiento en diferido para diluir el fracaso del proyecto
Arrancado 2022, y sin el apoyo explícito de un Casado ya desalojado de la dirección nacional del PP, algunas voces animaron a Ayuso a disolver la oficina “en cuanto tuviera ocasión”. Pero la presidenta madrileña, que pocos meses antes se había involucrado personalmente en su creación y defensa, prefirió mantenerla para privar a la oposición de una victoria por muy simbólica que fuera.
Y así lo volvió hacer meses después cuando fue el propio Cantó quien decidió dimitir para “iniciar nuevos proyectos profesionales”. Lo que sí que hizo Ayuso aquel 9 de septiembre fue iniciar el desmantelamiento en diferido de la Oficina del Español para evitar un reconocimiento explícito de su fracaso.
Primero dilatando el nombramiento de Ramiro Villapadierna como nuevo director dejando el puesto vacante durante tres meses. Y, ya en diciembre de 2023, diluyendo sus competencias a simples “tareas de representación e interlocución con las universidades” después de que la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad asumiera el órgano en cuestión.
Villapadierna era, hasta la pasada semana, el único rastro que quedaba de un episodio enraizado con Casado y que Ayuso ha terminado de borrar tras habérsele indigestado más de lo esperado.
Actividades culturales y académicas
En el último año, ha mantenido la interlocución en representación de la Oficina del Español de la Comunidad de Madrid con instituciones culturales y académicas como Casa de América, Casa de México, Sociedad Cervantina, Universidad Complutense de Madrid y Universidad CEU San Pablo.
Además, ha colaborado en la organización de las actividades llevadas a cabo en el marco de la Semana de la Ciencia y la Innovación, del Festival de la Ideas y del Festival Eñe, así como de las Jornadas Leyenda Negra. También ha dirigido el Seminario Descolonización, incluido en la programación de Hispanidad 2024.