España y el segundo Trump: premio para Vox y fuerza para Marruecos

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Abascal y Trum en la Conferencia de Acción Política Conservadora en febrero de este año

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VOX (Cedida)

España ante la segunda presidencia de Donald Trump. Algunas primeras estimaciones son posibles. La repercusión principal, evidentemente, se va a desplegar en el plano europeo, y los focos principales pueden ser el desenlace de la guerra de la Ucrania y una mayor presión para incrementar el gasto militar en todos los países de la Unión. En el ámbito estrictamente doméstico hay un claro e inmediato ganador: Vox y su consorcio de plataformas y movimientos.

Vox es el único partido español que había comprado acciones Trump en el mercado de las relaciones internacionales, a través del agente de cambio y bolsa Víktor Orbán. Según diversos sondeos publicados en los últimos días, entre el 70% y el 80% de los españoles preferían a Kamala Harris. España figuraba entre los países europeos más favorables a la candidata demócrata, pero quedaba un notable espacio (entre el 20% y el 30%) para los tenedores de las acciones Trump. Esas acciones se verán ahora revalorizadas. Queda por ver qué uso hará Vox de esas ganancias. A partir del próximo mes de enero, Santiago Abascal podrá tener línea directa con la Casa Blanca. No es poco.

El presidente Pedro Sánchez felicitó ayer al vencedor de las elecciones. El líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, muy reticente a pronunciarse durante la campaña norteamericana, también felicitó al ganador, advirtiendo que vienen curvas para la Unión Europea. José María Aznar opinó que la victoria de Trump “no es una buena noticia”.

Hará falta un poco más de tiempo para evaluar consecuencias, efectos y afectos. Las grandes sacudidas en el escenario internacional no siempre tienen repercusiones inmediatas y lineales. En noviembre de 1980 ganó Ronald Reagan, el presidente-actor que puso en marcha la denominada revolución conservadora junto con Margaret Thatcher y Juan Pablo II, y al cabo de dos años, en octubre de 1982, el PSOE de Felipe González obtenía una mayoría absoluta de rango verdaderamente histórico.

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No estamos en 1980, ni Trump es Reagan. Francisco, contrario a las ideas del Gran Triunfador, se sienta ahora en la cátedra de San Pedro. En el Reino Unido gobierna el laborismo pragmático. Y González, ya octogenario, es ahora el presidente de honor del frente de rechazo al presidente socialista Pedro Sánchez. Lo quiere matar..., políticamente, claro está. El mundo es otro.

Vox no es hoy un partido testimonial. Lo era en el 2016, cuando Trump ganó por sorpresa sus primeras elecciones presidenciales. Vox cuenta ahora con 33 diputados en el Congreso, es fuerza operativa en casi todas las comunidades autónomas y, lo más importante de todo, forma parte de una plataforma política europea, Patriotas por Europa, orgánicamente vinculada al movimiento MAGA (Make America Great Again), con el que comparte agenda política y laboratorios de ideas, vía Budapest. Vox es la sección española de la internacional trumpista.

La extrema derecha está creciendo en España como motor de movilización social, así en las redes, como en la calle. Sus ideas están ganando eco en los medios de comunicación convencionales, especialmente en determinados programas de la televisión. Lo acabamos de ver con la tragedia de Valencia. Mientras Sumar, coalición post-Podemos, se imponía un silencio penitencial de tres días para no alborotar más la discusión pública sobre la riada, el grupo juvenil Revuelta, vinculado a Vox, ponía en marcha una campaña de recogida de ayuda para los damnificados, y estaba presente en la protesta de Paiporta. La extrema derecha ha tomado nota del fenómeno Podemos, el Podemos de la primera fase. Steve Bannon, uno de los ideólogos del movimiento MAGA, nunca ha ocultado una cierta admiración técnica por la figura de Lenin.

Más repercusiones para España. La victoria de Trump refuerza al Reino de Marruecos en el norte de África. Marruecos dispone de un lobby muy operativo en Washington. Al concluir su primer mandato, en el 2019, Trump reconoció unilateralmente, al margen de la ONU, la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Y con ese reconocimiento en la mano, Rabat inició una campaña de presión sobre diversos países europeos, empezando por España. Crisis diplomática de mayo del 2021. Cambio de posición de España en marzo del 2022. Durante cuatro años, Joe Biden se ha resistido a abrir un consulado norteamericano en territorio saharaui, y ahora Marruecos trabajará para que el segundo Trump dé ese paso. Francia acaba de reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara, en el marco deliberativo de la ONU (la actual posición de España), dos semanas antes de las elecciones norteamericanas. El reciente viaje de Emmanuel Macron a Rabat envía también una señal a España.

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Más repercusiones. El imperio Trump presionará con fuerza a los países latinoamericanos que no estén alineados con Washington. Venezuela, capital Madrid, nuevamente en sus pantallas. A Pedro Sánchez, objetivamente debilitado por el reciente estallido de rabia en Paiporta, imágenes que han tenido una fuerte repercusión mediática fuera de España, se le complica ahora la agenda internacional. Ese cambio de rasante puede ser determinante para el futuro de la política española.

La repercusión principal se producirá en el ámbito europeo. La guerra de Ucrania, las relaciones con Rusia y China, los aranceles, la agenda sobre el cambio climático y, en ultima instancia, la propia sostenibilidad de la Unión Europea como proyecto de futuro. Ayer mismo se abrió una crisis de gobierno en Alemania.

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