Manfred Weber, presidente del Partido Popular Europeo lleva cortejando a Giorgia Meloni desde hace tiempo. Ursula von der Leyen, que primero la trató con manifiesta frialdad, desde hace meses se dirige a ella con gran amabilidad, temiendo que el presidente francés Emmanuel Macron promueva a los tecnócratas Mario Draghi o Christine Lagarde como candidatos a la presidencia de la Comisión Europea, con el apoyo de los socialdemócratas alemanes. Siguiendo la estela de Weber, Alberto Núñez Feijóo sostiene que Meloni y su partido no son como los demás partidos de la extrema derecha europea. Hace un año, en vísperas de las elecciones generales de julio del 2023, el actual presidente del Partido Popular español ya manifestaba su simpatía por la primera ministra italiana, pero se expresaba con más prudencia.
Meloni lava más blanco. Esta podría ser una de las descripciones de la actual coyuntura europea. La líder de los Hermanos de Italia, organización que tiene sus orígenes en el Movimiento Social Italiano (MSI), partido fundado en 1946 por antiguos oficiales de la República de Saló para reivindicar el legado de Benito Mussolini, es la dirigente de extrema derecha que hoy parece más pragmática y más adaptada a las directrices de Bruselas. Más pragmática que los franceses del Frente Nacional. Más alejada de Rusia que el partido gobernante en Hungría. Menos agresiva que los ultranacionalistas polacos del partido Ley y Justicia. Más despierta, mucho más despierta, que Santiago Abascal y el integrismo católico de Vox. Más homologable con el mainstream europeo. No siempre ha sido así. Hace siete años, los Hermanos de Italia aún proponían la desaparición del euro.
Meloni es cortejada por el Partido Popular Europeo y Draghi podría ser el candidato de Macron para presidir la futura Comisión Europea
Permítanme algunas precisiones históricas. La República de Saló es el nombre con el que suele ser recordada la República Social Italiana, último reducto del fascismo en Italia, después que Mussolini fuese destituido por el rey Víctor Manuel III en julio de 1943 ante la evidencia de que las fuerzas del Eje iban a perder la Segunda Guerra Mundial. Mussolini fue recluido en un refugio de montaña de los Abruzos y un comando de las SS le rescató en una audaz operación con aviones planeadores. La Operación Roble fue ordenada por Adolf Hitler para colocar al Duce al frente de un estado-tapón en el norte de Italia que le ayudase a frenar el avance de las tropas aliadas y reprimir a los grupos de resistencia. Finalizada la guerra, fusilado Mussolini por los partisanos, la gran mayoría de los cuadros fascistas fueron amnistiados en 1946 a iniciativa del dirigente comunista Palmiro Togliatti, a la sazón ministro de Justicia. Aquel año, después de la amnistía, algunos antiguos oficiales de Saló decidieron fundar un partido que reivindicase el legado del fascismo sin apelar a la reconstrucción del Partido Nacional Fascista, refundación que fue formalmente prohibida por la Constitución italiana de 1948 en una de sus disposiciones finales. “Non rinnegare, non restaurare”. No renegar, no restaurar. Ese era el lema fundacional del partido, cuyo principal dirigente fue Giorgio Almirante, volcánico orador. Meloni ingresó en las juventudes del MSI en 1992 atraída por la leyenda de Almirante, que había fallecido unos años antes. Bajo la tutela de dos papas aperturistas, Juan XXIII y Pablo VI, la Democracia Cristiana jamás pactó un gobierno de coalición con el MSI, prefiriendo alianzas de centroizquierda con el Partido Socialista y otras formaciones menores (republicanos, liberales, socialdemócratas), teniendo enfrente al Partido Comunista Italiano, que en los años 70 alcanzó el 34% de los votos y llegó a tener dos millones de afiliados. El MSI siempre se movió en los márgenes del sistema y sufrió escisiones más radicales, algunas de las cuales se entregaron a la violencia política y al terrorismo. La marginalidad del MSI y una cierta marginalidad de sus orígenes sociales han determinado el carácter y la psicología política de Giorgia Meloni, que en los momentos de mayor enardecimiento suele proclamarse borgatara (arrabalera, mujer de barrio). Es muy pugnaz y posee oficio político. Pragmática cuando conviene y durísima con sus adversarios cuando también le conviene. Solo una cosa debe preocupar en estos momentos a la primera ministra italiana: el último sondeo publicado por el Corriere della Sera indica un cierto descenso de los Hermanos de Italia en las elecciones europeas. Parece que hay desgaste.
Hace siete años, los Hermanos de Italia aún proponían la desaparición del euro
Es pugnaz y ahora le conviene aparecer en una suave espera, puesto que puede hallarse ante una oportunidad de oro. Si Mario Draghi acabase siendo el nuevo presidente de la Comisión Europea, Meloni lo reivindicaría como un triunfo de Italia. Por muy riguroso que sea, Draghi nunca trataría mal al gobierno de su país. Draghi nunca ha hablado mal de Meloni. Nunca la ha combatido. Irónicamente, algunas fuentes italianas afirman que el ex presidente del Banco Central Europeo viene actuando como el Lord Protector del Gobierno Meloni en el circuito internacional. A cambio de su aval ante la actual Administración norteamericana, los Hermanos de Italia, más simpatizantes de Donald Trump que de Joe Biden, han mantenido la mejor relación posible con Washington, han jurado fidelidad absoluta a la OTAN, han apoyado sin fisuras a Ucrania y han cancelado la adhesión a la Nueva Ruta de la Seda, el gran proyecto estratégico de la República Popular China, que planeaba grandes inversiones en los puertos italianos, especialmente en el puerto de Trieste, en el Adriático, puerta de entrada a Centroeuropa desde el Mediterráneo. La adhesión al proyecto chino se produjo durante el breve gobierno de coalición entre el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte (2018-2019). El gobierno de unidad nacional presidido por Draghi (2021-2022) lo enfrió, y el gobierno Meloni lo ha cancelado. Este es un dato fundamental para entender la actual ubicación de Italia en las coordenadas internacionales.
Durante los dos últimos años, Meloni ha sido escrupulosamente fiel a Washington y ha evitado choques importantes con Bruselas, mientras trabajaba para fortalecerse como líder de todo el bloque conservador italiano. Se ha negado a implantar el salario mínimo. Ha negociado con Albania la externalización del control de los inmigrantes. (Parte de los inmigrantes que llegan a Italia por mar serán conducidos a centros de reclusión y criba en suelo albanés, gestionados por el Estado italiano. Se calcula que Albania acogerá temporalmente a unas 36.000 personas. A cambio, ese país balcánico recibirá un pago y la ayuda política de Italia para un futuro ingreso en la Unión Europea). Meloni, como no, ha impulsado numerosas ‘guerras culturales’ contra la izquierda. Ha tomado al asalto el control de la radio televisión pública y en fecha reciente ha permitido que sus subalternos censurasen en la RAI al escritor Antonio Scurati, autor de M, la mejor semblanza crítica que se ha escrito sobre Benito Mussolini. En los últimos tiempos, proliferan las querellas de los Hermanos de Italia contra los periodistas e intelectuales que osan criticarles con intensidad. En estos momentos, el proyecto principal de Meloni es impulsar una reforma de la Constitución que refuerce los poderes del Ejecutivo en detrimento del papel arbitral del presidente de la República. En pocas palabras, un cambio de régimen. La abolición de 1948.
Meloni lava más blanco y el Partido Popular Europeo también busca un win-win: repetir la alianza con liberales y socialdemócratas, y a la vez disponer de una mayoría alternativa, sumando con algunos partidos de la extrema derecha. Esa doble mayoría le daría fuerza para doblegar con mayor facilidad a socialdemócratas y liberales en las negociaciones programáticas. He ahí una de las claves de las elecciones europeas del próximo 9 de junio.
Uno de los problemas del PPE es su escasa fuerza en Francia y en Italia, países que aportan 157 diputados al Parlamento Europeo, más del 20%. Después de la crisis del gaullismo y de la democracia cristiana, después del ocaso del berlusconismo, los partidos franceses e italianos adheridos al Partido Popular Europeo son débiles. En Francia, Les Républicains apenas llegan al 7% en los sondeos, y en Italia es probable que Forza Italia suba un poco tras la muerte de Silvio Berlusconi, sin alcanzar el 10%. Puesto que el PPE aún no se puede plantear un pacto con el antiguo Frente Nacional francés, todos los caminos de Weber conducen a Roma. Y por ese camino transitan ahora Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal sin apenas dirigirse la palabra.
En Roma lavan más blanco. Este es el tema del video-blog de esta semana.