El chiste de ETA

Mar de fondo

Ay, las campañas. La mascarada de la palabra. Solo el carnaval de corte clásico se les asemeja en el intento de hacer de la mentira verdad con el asentimiento del respetable. “Nosotros hacemos ver que trabajamos y el Gobierno hace ver que nos paga”, decía el chascarrillo sobre la Cuba castrista para explicar la inexistencia de paro en el edén comunista del Caribe. La variante demo­crá­tica del chiste, aplicado a una campaña elec­toral, pivota sobre el mismo esquema: “Los partidos fingen decirnos la verdad y nosotros creerla”.

El domingo vota el estado asociado de Euskadi. La campaña se desarrollaba al estilo bella durmiente a la espera de que el príncipe de los votos la levantase de su letargo el día de las elecciones (perdón por la referencia heteropatriarcal que fija como sujeto pasivo a la mujer. ¡Hay que acabar con los cuentos de tradición oral!).

No hay amor pero sí mucho sexo desde que PSOE y Bildu se descubrieron los cuerpos

Nada de estridencias. Cada partido vasco picando su piedra con el martillo pilón de la promesa de una gestión mejor que las de sus contrarios. De fondo, las encuestas iluminando una hipotética victoria de Bildu y los analistas, los que conocen bien aquel percal, decantados mayoritariamente por un escenario que repita un gobierno PNV-PSE. De añadido, la paciencia anuente de la izquierda abertzale que, sin prisa pero sin pausa, fija en unos próximos comicios la inevitable llegada de su candidato al palacio de Ajuria Enea.

Calma chicha. Hasta que el fantasma de ETA asalta el escenario principal. El candidato de Bildu, Pello Otxandiano, se niega en una entrevista a calificar a los etarras de terroristas. ¿Una banda armada? Sí. ¿Un episodio del ciclo político histórico? También. ¿Terroristas? No.

MADRID, 16/04/2024.- La ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes y portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, ofrece una rueda de prensa tras la reunión semanal del Consejo de Ministros en el Palacio de la Moncloa, este martes. EFE/ J.J. Guillén

La ministra portavoz, Pilar Alegría

J.J. Guillén / EFE

Nada de nuevo en las afirmaciones de Otxandiano. La homologación democrática de su partido se ha producido sin renunciar al pasado del que es heredero. Y eso no ha evitado que Bildu sea desde el primer día el socio más fiable de Pedro Sánchez, que, en pago a la generosidad de los oteguianos, les regaló después de su última investidura la alcaldía de Pamplona. No hay amor, pero sí mucho sexo desde que socialistas y abertzales se descubrieron los cuerpos. Cosa distinta es el gobierno vasco. Pronto para formalizar una relación que incluya la asistencia a bodas, bautizos y comuniones cogidos de la mano. La relación madrileña no es todavía trasladable a Euskadi, dicen los que saben. A esa fruta le falta un puntito de madurez.

Pero con estos precedentes, sí es sorprendente que la ministra portavoz del Gobierno, Pilar Alegría, se esfuerce por mostrarse indignada con las palabras de Otxandiano y que con abusiva teatralización nos diga que su “negacionismo” propio de “cobardes” resulta “incompatible con la democracia”. ¿Perdón? ¿No gobierna acaso Pedro Sánchez gracias a los votos de Bildu? ¿Es incompatible este partido con la democracia, pero compatible con la mayoría parlamentaria del PSOE? Del ser o no ser de Parménides al ser y no ser de Pilar Alegría. Y a nosotros, pobres diablos no tan doctos en metafísica, nos explotará la cabeza.

PSOE-PSE, y por arrastre el PNV, agitan el árbol de ETA en el tramo final de campaña para debilitar la preponderancia demoscópica de Bildu. Lo hacen sin ton ni son, dado que las gentes del estado asociado ya vienen demostrando insistente y reiteradamente en elecciones de todo signo que no tienen ningún interés en poner los pies en la habitación del pasado, aquella en la que reposan el miedo de los vivos y la memoria de los muertos. Cada piel cicatriza como puede. Y para muestra el botón del debate televisivo de candidatos: ¿ETA? Ausente.

El cinismo, incluso el que se gasta en campaña electoral, debiera tener sus límites. Que Moncloa utilice el comodín etarra a estas alturas resulta, si no fuera por lo que han significado y todavía significan esas siglas en España entera, algo parecido a una tomadura de pelo. El blanqueo no es de quita y pon. Y la lavadora de Pedro Sánchez ha funcionado con los mejores detergentes y quitamanchas para que el ropaje de la memoria luzca un blanco nuclear. El espantapájaros de ETA, en según qué bocas y a estas alturas, no es más que un chiste. Y a diferencia del de los cubanos, sin gracia alguna.

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