Independentismo al pie de los sindicatos

Opinión

Sin nosotros no se mueve un tren. CC.OO., UGT y demás sindicatos ferroviarios y de maquinistas lanzaron la advertencia al trascender el acuerdo entre ERC y PSOE. Traspaso al Govern de tres líneas de Rodalies y un modelo de gestión mixto Generalitat-Estado, con preponderancia de la primera. Sin nosotros no se traspasa una vía. Este es el mensaje.

El acuerdo, aunque no suponga una transferencia integral, es de todo lo pactado entre el independentismo y Pedro Sánchez lo que más acercará Catalunya a un Estado, si se implementa. En plata, a falta de logros tangibles de Junts, es lo que dará mayor cuota de responsabilidad a la Generalitat. Ser Estado es eso.

En un siglo largo, el nacionalismo catalán no ha podido muscular un sindicato afín

Que CC.OO. y UGT de Catalunya hayan secundado la huelga promovida y al final desconvocada por sus homólogos estatales, con quien están confederados, ante un acuerdo por concretar muestra hasta qué punto el independentismo está a merced de la voluntad nacional (catalana) y estatista de ambos sindicatos y de la necesidad de negociación constante con ellos. A diferencia de modelos que le han servido de inspiración, como el irlandés o, más cercano, el vasco.

Al comenzar el siglo XX, el PNV contribuyó a impulsar Solidaridad de Obreros Vascos, la matriz de ELA. Objetivo: encuadrar a los trabajadores de origen vasco en los astilleros de la ría de Bilbao. Su rápida expansión en Gipuzkoa y Bizkaia, sobre todo en el sector ferroviario, limitó la fuerza de la UGT y de la CNT, y afianzó el nacionalismo en un segmento de la clase obrera.

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Ambiente en la estación de Sant Vicenç de Calders

Xavi Jurio

Durante la transición, ELA marcó su independencia política sin renunciar a su carácter nacionalista. Cuarenta años después, los planteamientos sociolaborales del sindicato y los del PNV están más alejados que nunca. ELA, la central sindical mayoritaria, ejerce de oposición –dura– al Gobierno vasco, pero junto al abertzale LAB tiene un rol central en Euskadi. Ambos sindicatos empujan a los jeltzales hacia un horizonte político más soberanista.

El nacionalismo catalán nunca ha conseguido algo equiparable. Su sueño hasta los años treinta fue tutelar el anarcosindicalismo de la CNT. Sindicato muchísimo más potente en Catalunya, donde se fundó, que en ningún otro punto del Estado. Buena parte de los fracasos de los proyectos políticos catalanistas se han debido a la incapacidad para ejercer esta tutela –huelga revolucionaria de 1917, intentos insurreccionales durante la dictadura de Primo de Rivera, pacificación laboral durante la Segunda República, fracaso de los sucesos de octubre de 1934 y, por supuesto, la Guerra Civil–.

En un siglo largo de historia, el nacionalismo catalán no ha podido muscular un sindicato afín. El independentismo todavía menos. Este ha sido uno de los principales puntos ciegos del procés. El espejismo del parón general del 3-O del 2017 ha impedido al movimiento reflexionar sobre ello. La ausencia de una fuerza sindical potente que contribuya a implementar sus logros políticos sigue siendo una de las debilidades del independentismo.

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