Separadores insomnes

Separadores insomnes

La presidenta Díaz Ayuso ha visitado València para apoyar a sus colegas Carlos Mazón y María José Catalá. Los populares valencianos han asumido el discurso fiscal del PP madrileño y se identifican con el sesgo ideológico de Ayuso. Según explicitaron, quieren recuperar el llamado “eje de la prosperidad”, que coincide con los años del boom de la construcción, de las icónicas obras del ingeniero Calatrava y de un protagonismo mundial basado en grandes eventos como la Fórmula 1.

En aquellos años, la sintonía entre Aznar y Zaplana fue tan consistente, que este dejó la Generalitat para convertirse en ministro y portavoz del gobierno aznariano. El presidente Camps, continuador de Zaplana tras el paréntesis de Olivas, culminó la alianza con Madrid, que tenía varios objetivos: reforzar la gran metrópoli madrileña facilitándole una salida al mar (hora y media de Madrid a València en AVE); conjurar por completo la tentación, ya entonces muy debilitada, de una alianza estratégica de València con Barcelona; y reforzar la uniformidad española de matriz castellana (diluyendo los restos de la tradición autóctona valenciana).

València como capital de un eje sustantivo, no complementario

Con la gran depresión del 2007/08, los escándalos de la corrupción se convirtieron en el reverso enfermizo de la época de los dispendios. El caso Gürtel resumía la alianza de València con Madrid, pero la prensa de la capital centró su atención en los excesos valencianos. La pujante València era descrita como la pinto­resca capital de los vicios, caprichos y corrupciones.

Con el pacto del Botànic, la València del presidente Puig ha pugnado por convertirse en eje sustantivo, no complementario. Ha ejercido como capital del mediterráneo ibérico, ha diversificado el modelo económico (Port, reindustrialización). Capitaliza la tercera área metropolitana de España. El Botànic ha mostrado, inevitablemente, errores y carencias, e incluso problemas de corrupción (no comparables con otros tiempos). València tiene estrategia propia, como la tiene la Comunidad de Madrid. Pero Ayuso sostiene que su gestión es “divisoria”. La afirmación, más que malévola, es anticonstitucional. Defender la lengua y la cultura propias (y hacerlo desde el consenso y la pacificación) es ejemplarmente constitucional.

En 1978, Aznar, joven funcionario destinado en Logroño, cuestionaba el pacto constitucional en unos artículos que se pueden consultar por internet. Su idea de España era otra. En su segundo mandato, sentó las bases de una rectificación de facto del texto constitucional. Aquello provocó la reacción catalana del Estatut (prólogo del desbarajuste de ahora: Catalunya desnortada, España coja). Vox y Ayuso interpretan con voces distintas la partitura aznariana. Citan siempre la Constitución, pero no la respetan. Afirman que es divisor lo que, precisamente, define el alma constitucional: la pluralidad cultural. Siempre buscando nuevos enemigos internos. La ilusión de los separadores es quedarse completamente solos.

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