Cuando Fiat se fue a Holanda

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Hace nueve años, el principal grupo industrial italiano dijo adiós a su país para residenciarse en Países Bajos y Londres

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El 30 de enero del 2014, la empresa automovilística Fiat, emblema de la industria italiana durante más de cien años, tomó la decisión de trasladar la sede social a Holanda y la sede fiscal a Londres. El grupo industrial más importante de Italia, fundado en 1899 por ingenieros piamonteses, cuna del movimiento obrero turinés, abandonaba jurídicamente el país para fortalecer la fusión con la compañía estadounidense Chrysler. Querían anclarse mejor en el mundo anglosajón, querían cotizar en la Bolsa de Nueva York, y, claro está, ahorrarse impuestos. La opinión pública italiana había sido “preparada” unos meses antes por los principales directivos de la compañía, prometiendo la continuidad de las fábricas y los puestos de trabajo. El relato fue el siguiente: Fiat necesita volar para garantizar su continuidad. Y el relato fue comprado por el mainstream italiano. No hubo una gran tormenta política. Sólo el Movimiento 5 Estrellas, movimiento de aliento populista fundado cinco años antes por el cómico Beppe Grillo, levantó la voz recordando que a lo largo de su historia, Fiat había recibido innumerables ayudas económicas y estratégicas del Estado italiano.

No hubo tormenta, pero sí depresión. Se constataba el final de una época, en la que Fiat había presidido la vida social y económica del país, con extraordinaria hegemonía. La familia Agnelli, fundadora y principal propietaria del grupo industrial, fue considerada durante años como la gran dinastía ‘republicana’ de Italia. El porte, el estilo y las aventuras de Giovanni Agnelli correspondían a los de un príncipe. El elegante Giovanni Agnelli posaba por la mañana con estrellas de cine y por la tarde se reunía con el sindicato comunista para negociar. La empresa poseía el periódico La Stampa, el histórico diario de Turín, siempre ubicado en el centroizquierda, siempre atento a la política internacional y siempre más distante del Vaticano que la prensa de Roma. La familia fue durante algunos años la accionista de referencia de la sociedad editora del Corriere della Sera, principal diario del país. (Fueron los Agnelli, enfadados con Felipe González por la entrada del grupo alemán Volkswagen en Seat, quienes autorizaron que el Corriere tomase el control del diario español El Mundo a principios de los años noventa). Alrededor de Fiat también orbitaba la Juventus, el más destacado club de fútbol italiano. La Juve siempre estaba un palmo por encima de los demás clubes. Ser seguidor de la Juve era un signo de distinción. Los demás equipos tenían apasionadas aficiones locales, la Juve era más transversal. La voz de los Agnelli se escuchaba con mucha atención en Milán cuando se reunían los patronos de la gran industria italiana alrededor del banquero Enrico Cuccia (Mediobanca) para cruzar participaciones y tejer una malla que evitase la entrada de capitales extranjeros en los nódulos principales de la industria italiana. Una de las grandes ambiciones de Silvio Berlusconi, magnate de la televisión privada y líder de movimiento de derecha liberal-populista que intentó suceder a la Democracia Cristiana, era rivalizar con los Agnelli. Berlusconi ha tenido mucho poder en Italia, pero nunca ha alcanzado el principado de los Agnelli.

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Fiat tenía y tiene clientes en cada familia italiana. La gran mayoría de los habitantes de ese país han conducido un coche Fiat a lo largo de su vida. La escala empezaba por un Fiat 500 e iba subiendo hasta alcanzar un elegante Lancia o un deportivo Alfa Romeo. El Maserati estaba al alcance de pocos. Algunos preferirían el simpático Abarth. Fiat controlaba Magneti Marelli, fabricante de componentes. En 1953 empezó a funcionar en Barcelona la fábrica de automóviles Seat creada por el Estado español para producir automóviles con licencia de Fiat. Fiat motorizó España con el 600. En 1959, los Agnelli compraron Piaggio, fabricante de la mítica Vespa. En 1966, Fiat llegó a un acuerdo con el gobierno de la URSS para instalar una fábrica de coches en una localidad de la región de Stavoprol llamada Togliatti en honor del ex secretario general del Partido Comunista Italiano, Palmiro Togliatti, que, por cierto, había sido un gran seguidor de la Juve. En 1975, Fiat puso en marcha la fabricación de camiones Iveco. Y en el campo, los tractores New Holland también eran propiedad de Fiat.

Todo este fenomenal emporio industrial, con fortísimas palancas de influencia política, social y mediática, un día se despidió de Italia para deslocalizar su sede social en Ámsterdam y la sede fiscal en Londres (antes del Brexit). No hubo tormenta política. Fiat no reprochó nada al Gobierno de turno (en el video se explica quien presidía el Ejecutivo cuando maduró la idea de salir de Italia), ni el Gobierno criticó a Fiat por su decisión. Pero se produjo una verdadera crisis existencial, acentuada por los graves efectos sociales de la crisis económica iniciada en 2008 en todo Occidente. Italia empezó a sentirse expoliada e invadida. Expoliada por los capitales extranjeros que querían tomar posiciones en su industria, en virtud del libre mercado europeo, e invadida por la inmigración irregular, acelerada por la destrucción del Estado en Libia. (En el complejo juego de equilibrios con la Libia del coronel Gadafi, éste llegó a poseer el 5% de Fiat).

Al cabo de cuatro años, las elecciones legislativas las ganaba el Movimiento Cinco Estrellas, seguido de la Liga Norte, expresión política de los sectores sociales más damnificados y ofendidos por la crisis. Los partidos mejor relacionados con la gran industria, Forza Italia y el Partido Democratico, quedaban relegados. A raíz de la marcha de Fiat también se acentuó el nacionalismo económico italiano. Y crecieron las pulsiones antifrancesas, ante el deseo de algunas grandes empresas francesas de tomar posiciones en sectores como el lujo y la alimentación en Italia, y por la responsabilidad objetiva de Francia en el derrocamiento del coronel Gadafi y el posterior desbarajuste en Libia. Giorgia Meloni, líder del partido posfacista Hermanos de Italia, ganó las elecciones del pasado mes de septiembre con esas tres banderas: nacionalismo económico, agresividad contra la inmigración irregular (véase el espantoso drama de esta semana en Calabria) y la tensión con Francia.

No, la salida de Fiat de Italia no fue inocua. España no es Italia. Ferrovial en poco se parece a Fiat. El contexto político y economico es otro, pero el precedente italiano nos puede ayudar a valorar mejor lo que está ocurriendo estos días con la empresa de la familía Del Pino. ¿Será inocua la salida de Ferrovial de España? Este es el tema del vídeo de esta semana.

(Después de la fusión de Fiat con Chrysler, se produjo una alianza con Peugeot, que ha dado pie al grupo Stellantis, que mantiene las marcas más relevantes de cada una de las tres empresas. Fiat sigue siendo muy influyente en Italia, pero un poco menos. Mantiene la propiedad de La Stampa, salió del Corriere y compró el grupo editor de La Repubblica. En este texto he usado deliberadamente la palabra Holanda en lugar de Países Bajos, porque esa suele ser la costumbre en Italia y porque Ámsterdam, ciudad en la que Fiat residenció su sede social, se hallan en la región de Holanda. Cuando nos referimos a todo el país, efectivamente, hay que decir Países Bajos). 

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