El general no tiene quien le escriba
Análisis
Si el plan de final de año, aquel atribulado paquete legislativo en el que se mezclaba todo (reformas del Código Penal, ley trans, ley sobre los derechos de los animales, método de elección de los magistrados del Tribunal Constitucional), era liberar el debate público de asuntos incómodos con vistas al largo ciclo electoral del 2023, el Gobierno se ha pegado un tiro, o dos, en el pie.
El objetivo, muy propio del PSOE antiguo, siempre astuto con los tiempos de la política, era quimérico. La agenda no se ha despejado, porque gobernar hoy en Europa es sufrir. Comienza marzo y el Gobierno se halla en estos momentos en el triángulo de las Bermudas: la inflación se resiste a bajar, pese a haberse evitado la recesión que auguraban los profetas del apocalipsis; la aplicación de la ley de Garantía Integral de la Igualdad Sexual (solo sí es sí) ha generado escándalo social y una brecha dentro del Ejecutivo, y un caso de corrupción descubierto en Canarias se ha convertido en suculento escándalo.
Corruptelas regionales (de momento). Un diputado socialista implicado. Un general de la Guardia Civil. Un mediador, que ahora enciende el ventilador y dice que también ha trabajado para el Partido Popular y Coalición Canaria. Fiestas con prostitutas y cocaína en hoteles de Madrid, previa visita al Congreso de los Diputados. La investigación apenas ha empezado a destaparse.
Se halla en prisión uno de los mandos militares con mayor conocimiento del problemático Sahel
Vuelve, en formato digital, la imagen de Luis Roldán en calzoncillos en los años noventa. Ecos del capítulo más grosero del sumario de los ERE en Andalucía. La cutrez del “volquete de putas” que prometía un implicado en el caso de espionaje detectado en la Comunidad de Madrid de Esperanza Aguirre. Música valenciana de hace diez años o quince años.
Mal asunto para el PSOE, que prometía haber limpiado a fondo las sentinas. Pedro Sánchez, el resistente, constata que no todo pasa por su seguridad y buen manejo en la política europea. El Partido Popular no está en condiciones de dar lecciones a nadie, pero apretará las clavijas. Es su obligación como primer partido de la oposición.
El combate político es siempre una lucha por la iluminación del escenario. Los focos más potentes iluminan al exdiputado Juan Bernardo Fuentes, Tito Berni, en ropa interior junto a una chica joven en un hotel de Madrid. Imaginemos el escenario. Lejos, en segundo plano, bajo una luz más tamizada, se halla el general de la Guardia Civil, Francisco Espinosa Navas, el único de los implicados en la trama que hoy se halla en régimen de prisión incondicional. El sumario narra que se hallaron más de 60.000 euros en metálico en su casa junto con una libreta de contabilidad. La luz mediática que baña al general es más débil que la de las fiestas en el hotel, puesto que la Guardia Civil no es un partido político.
La Benemérita impone respeto, y por esa misma razón, por el respeto que merecen las instituciones que velan por la seguridad pública, es oportuno señalar que el general de división Espinosa Navas, hoy retirado, fue segundo jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil entre el 2013 y el 2016. Es decir, alto mando del instituto armado, jefe de la Secretaría de Cooperación Internacional del gobierno de Mariano Rajoy (2016-2017) y director de un proyecto europeo para reforzar la seguridad de los países del Sahel (2017).
El PSOE tiene un problema, sí. Y el Estado tiene otro: se halla en prisión, acusado de corrupción, uno de los mandos militares españoles con mayor conocimiento del Sahel, zona del mundo prioritaria para la seguridad del Sur de Europa.