Todo o nada. Presupuestos o elecciones. La disyuntiva no es asumible para ERC. De ahí que Pere Aragonès haya sometido la presidencia de la Generalitat a las “contradicciones, el coste y el desgaste político” que supone complacer al PSC en su “todo o nada” particular en la negociación de los presupuestos catalanes. Disponer del extra de 3.000 millones en unas semanas permitiría a Aragonès apaciguar a los médicos, los maestros… y tener una oportunidad de agotar la legislatura en 2025. ERC compra tiempo a un alto precio y supedita su modelo territorial a apuntalar la imagen de partido responsable de gobierno, útil, frente a la renovada alianza sociovergente desplegada en el Parlament durante la semana.
El president se decidió el jueves a pasar al contraataque para zarandear definitivamente una negociación encallada en proyectos de infraestructuras sobre los que el PSC reclama poner su sello. Aragonès dio el paso al frente teniendo la seguridad de que la respuesta de Salvador Illa no sería positiva de forma automática, lo que deja desprotegida la figura del president hasta que llegue el sí. Si llega. El riesgo es mayor porque no hay flecos menores en una negociación cuando el objetivo del PSC no es una partida económica sino dejar en evidencia la debilidad de ERC al frente de la Generalitat. Y, de paso, lanzar un aviso a navegantes republicanos: buscar aliados en la Moncloa para doblegar a Illa es una quimera.
La apuesta es alta y los socialistas no se esconden a la hora de reconocer el valor de Aragonès. Pocos la esperaban, el giro no fue comunicado al PSC aunque durante la semana el president y el líder del PSC habían tenido algún contacto. Décadas de oposición a la B-40 quedan atrás. Al menos desde los despachos de la Generalitat. Y sin brecha aparente en el partido a pesar de las caras largas y los lánguidos aplausos en el Parlament.
El conseller Juli Fernández ha hecho su digestión particular en silencio, a la espera del sí socialista. Durante el debate de la moción en la que ERC aceptaba comprometerse con la obra, tuvo sentada a su lado a la consellera de Presidència, Laura Vilagrà, que coordina la negociación con el PSC. ¿Coincidencia? La oposición pública del partido en Sabadell, con su alcaldable Gabriel Fernández al frente, está tolerada y pactada. No se esconde la tensión, pero los republicanos han incorporado a su discurso la “necesidad de hacer un gesto por responsabilidad” para tener presupuestos. Luego se añade la perenne oposición al proyecto y la confianza en la burocracia: Las máquinas no entrarán a trabajar mañana, no hay ni proyecto aprobado.
La negociación del presupuesto se ha llevado por delante las previsiones de ERC
“Hay contradicciones y, por lo tanto, queda esperanza”, filosofan sobre el debate interno en el partido. Aragonès cree que aceptar la B-40 es lo más útil para la ciudadanía frente a escenarios de “inestabilidad” y considera asumible el precio de la “centralidad y el liderazgo” frente a la “comodidad de los que se quedan al margen”. Y ahí sitúan a Junts, que decidió no decidir, y se aferra a la oposición a ERC como vía para mantener prietas sus filas. ERC ya no es el partido que votó en contra del Estatut estando en el Govern a instancias de un puñado de militantes del Alt Pirineu. Se ha impuesto la disciplina, el pragmatismo y el cómputo electoral. Es mejor sufrir en Sabadell que no poder vender ambulatorios, comisarías y rotondas por toda Catalunya.
Con la vista puesta en las municipales, la dirección republicana visualizó un primer trimestre del año con presupuestos aprobados, sacando pecho de la reforma del Código Penal y un congreso para lanzar la propuesta de Aragonès de acuerdo de claridad con un referéndum en un horizonte sin concretar. El cónclave de Lleida llega sin doblegar al PSC con los presupuestos -la nueva cita es el lunes–, pendientes de Manuel Marchena y la liquidación de las condenas de los líderes del 1-O en el Supremo, y sin perspectiva de dar continuidad a la mesa de diálogo reivindicando el derecho a decidir hasta el próximo año si Pedro Sánchez sigue en la Moncloa. La cita sirve, eso sí, para cerrar filas con el Govern y repetirse una y otra vez que no se debe menospreciar la suerte de Pere Aragonès. ¿Quién se acordará de su arriesgada comparecencia si hay presupuestos?
Maratón judicial para Junts
Junts arranca la próxima semana un maratón judicial que aclarará escenarios en el partido. El martes el TJUE decidirá sobre la cuestión prejudicial planteada por el magistrado Pablo Llarena por la euroorden de Puigdemont; en paralelo el Supremo debe resolver sobre la liquidación de condena de Jordi Turull tras la reforma del Código Penal; y el 10 de febrero arrancará en el TSJC el juicio contra Laura Borràs por prevaricación y falsedad en su gestión al frente de la Institució de les Lletres Catalanes. Una vez se conozca la sentencia, a las puertas de la campaña electoral municipal, hay quien ya plantea convocar unas primarias para designar candidato a la Generalitat. El resultado de las municipales y cómo afecte a la estabilidad del partido será la clave.
"Parlamentarios antes que partidarios"
Ernest Maragall se despidió esta semana del Parlament con un ruego: “sean parlamentarios antes que partidarios”. En su adiós en la Cámara, el candidato de ERC a la alcaldía de Barcelona recibió la visita sorpresa de su hija y sus nietos y dejó bien claro cuál es su familia política: “Soy miembro orgulloso del grupo de ERC. Soy absolutamente suyo”. Y sus recuerdos imborrables certifican la ruptura sentimental con los socialistas: el último día de la presidencia de su hermano Pasqual y “la mirada y las palabras” de Marta Rovira antes de irse a Suiza. También dejó deberes a los diputados: “¿Cuándo será el momento oportuno de una nueva ley electoral que haga de este Parlament una cámara de personas y no sólo de partidos?”. Una obsesión de Pasqual Maragall.