Urbi et orbima non troppo

Urbi et orbima non troppo

El rey Felipe VI compareció para alertar del peligro de la erosión de las instituciones, y conviene escucharlo porque, por tradición familiar, es un tema que domina. El discurso del Rey insistió en los clichés por aspersión y en una retórica que recuerda la de los nuevos programas de inteligencia artificial que nos acabarán quitando el trabajo. La elocuencia del Monarca no superó la de un cuñado informado (de los que triunfan en el extranjero y vuelven a casa por Navidad) en una sobremesa con una asistencia masiva de incrédulos. Quizá por eso hubo momentos en los que le costó leer el texto que, previamente, había pactado con los perversos guionistas de la Moncloa.

Son días de escasez audiovisual: mucha lata monotemática y, en las radios, programas repetidos. La redifusión, dicen, nos hará libres y rentables. Por suerte, la España mediática no celebra Sant Esteve, y ayer aún pudimos pescar algunas reverencias tertulianas sobre el discurso del Rey. Hubo consenso a la hora de definirlo como un factor de tregua y, en la Cope, Jorge Bustos habló “de exhortación a la concordia”. ¿Qué es la concordia? Según Tácito, el historiador romano que, además, fue cónsul, senador y gobernador, “es difícil juntar concordia y poder”. Luego quedó claro que la tregua era un espejismo. Un espejismo causado no tanto por un acuerdo de sensatez política, sino por el empacho alimentario y las exigencias logísticas de comilonas que se acumulan para rematarnos, a ver si así reventamos y no acabamos el año. Comentando los excesos dietéticos, los medios han hablado de la grasa parda, que es un tejido adiposo que quema energía y conviene activar haciendo ejercicio, a ser posible en el exterior y con temperaturas bajas. Inmediatamente pensé en los pobres norteamericanos que, atrapados por una catástrofe que presagia otras, no pueden salir de casa y, para superar su angustia, comerán y beberán compulsivamente y multiplicarán la grasa parda.

Durante dos días, los portavoces de guardia del mundo son papas, reyes y presidentes

El otro referente mediático de estos días es el papa Francisco. Es una perversión del calendario: que durante dos días los portavoces de guardia del mundo sean papas, reyes y presidentes. El Papa pronunció el discurso, urbi et orbi, más radical de todos. Lástima que pertenezca a una institución tan erosionada como la Iglesia católica. Que le llamen bendición es, deduzco, una ironía. Habló de Ucrania, que ha acaparado una atención que desatiende los dramas de Haití o del Yemen. TVE, mientras tanto, emitió un especial de Maria del Monte (Al son de la Navidad) en el que la cantante invitaba a amigos y artistas para compartir momentos de alegría y melancolía. Participó el cantaor José Mercè, que recordó la muerte de su hijo Curro y contó una anécdota que define perfectamente las diversas intensidades a la hora de celebrar la Navidad. Cuando era más joven, solían celebrarla en su casa y la fiesta duraba tres días. “Cada año tenía que cambiar todo el parquet de la casa porque lo habíamos destrozado entre todos”.

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