Francisco Nicolás Gómez Iglesias ya tiene 28 años, ya no es el adolescente que asombró a toda España por su capacidad de hacerse pasar por colaborador del Gobierno, agente del CNI, o chico próximo al PP, para engañar a empresarios de toda índole. Casi una década después sigue enfrentándose a la Justicia y metiéndose en algún lío que otro. Hoy arranca el cuarto juicio contra él en la Audiencia Provincial de Madrid. En éste se enfrenta a 6 años de cárcel por estafa, falsedad y usurpación de funciones públicas. Sin embargo, el conocido como ‘pequeño Nicolás’ arrastra ya dos condenas, con un total de 4 años y nueve meses de cárcel.
El joven Gómez Iglesias lleva ocho años sorteando la prisión pero el tiempo se agota y sus opciones se van reduciendo. Por las otras dos condenas –por un tercer juicio quedó absuelto- está pendiente de pronunciarse el Tribunal Supremo a sus recursos. Si tras este juicio fuese condenado, las opciones de que la Fiscalía solicite su ingreso en prisión preventiva por un riesgo de fuga aumenta.
El arte del engaño
La primera condena fue impuesta por falsificar el DNI para que un amigo suyo se presentara por él al examen de Selectividad. La segunda vino por hacerse pasar por enviado del rey Felipe VI y de la entonces vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría.
A partir de hoy, un tribunal de tres magistrados volverá a escucharle y verá todas las pruebas para determinar si se hizo pasar por asesor del Gobierno para estafar a un empresario, Javier Martínez de la Hidalga.
Con tan solo 20 años, Gómez Iglesias –según el escrito de acusación de la Fiscalía- eligió a su víctima. Este empresario quería vender una propiedad, la finca de la Alamedilla, en la provincia de Toledo. En ese primer contacto le dijo llamar en nombre del Gobierno, que estaba interesado en comprar el terreno para a su vez vendérselo a alguien de Guinea Ecuatorial.
Después de fijado ese primer cebo, Gómez Iglesias entregó al empresario una serie de dosieres con membrete del Gobierno de España y le hizo creer que la Agencia Tributaria le iba a embargar todas sus cuentas por un asunto que tenía pendiente. Para, supuestamente, hacerle un favor, le dijo que debía vaciar sus cuentas y abrirlas a nombre de otra persona, él por ejemplo.
Salvado por la campana
Todo su plan iba aderezado con un coche de gama alta, un conductor y luces policiales, además de un perfil en redes sociales con fotografías con políticos de toda clase y condición, para hacer más creíble la historia. Martínez de la Hidalga no tuvo sospechas hasta que llegaron a la sucursal del banco para hacer la operación, supuestamente supervisada y avalada por el Gobierno.
Pero el director del banco no lo tuvo tan claro. Al pedirle el DNI para abrir la cuenta a su nombre descubrió que Gómez Iglesias tan sólo tenía veinte años y sin estudios universitarios. Su cobertura de ser agente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) hacía aguas. El director del banco advirtió a su cliente que la intención de sacar de su cuenta 500.000 euros iba a crear una alarma al servicio de prevención de blanqueo de capitales.
Logró disuadir, por lo menos momentáneamente, el empresario para que no hiciera la operación. Sin embargo, no pudo evitar que sacara en metálico 25.000 euros por si Hacienda, tal y como le había advertido el joven, se lo iba a embargar todo.
Gómez Iglesias le convenció –a modo de favor- de cuidarle ese dinero mientras todo se arreglaba. El empresario se lo dio pero 72 horas después comenzó a sospechar que tal vez todo era una estafa. Al día siguiente, el 14 de octubre de 2014, Francisco Nicolás Gómez Iglesias, alias el pequeño Nicolás, era arrestado. Ahí comenzaba su historia, que dura ya casi una década.