Estos días se ha rememorado con nostalgia la celebración de los Juegos de 1992, que sirvieron para la apertura internacionalista mas importante de la historia de Barcelona.
Tras esta celebración, debería preocuparnos ahora cuál debe ser la estrategia de futuro para que Barcelona no se refugie en el recuerdo de un hecho pasado –que permitió su gran transformación–, sino que abra nuevos caminos para seguir avanzando hacia una ciudad sostenible de más de cuatro millones de habitantes, cómoda para su población pero también sugestiva para los inversores y los creadores de puestos de trabajo de calidad.
Las circunstancias actuales exigen renovar el plan metropolitano de 1976
La reciente publicación del libro Intuición y perseverancia: Joan Mas Cantí y el Círculo de Economía ha servido para hacernos recordar el importante papel que el Cercle ha tenido para impulsar la democratización en el tardofranquismo, la integración en Europa y la puesta en marcha del área metropolitana de Barcelona, infelizmente desarbolada por la Generalitat.
Barcelona parece vivir momentos de decadencia por el peso negativo del proceso independentista y el desgobierno que ha generado, que ha ahuyentado a inversores, y por las crisis económicas ulteriores a la del 2008 y las recientes crisis derivadas de la covid y de la guerra de Ucrania; y ello pese a haber avanzado, justo es reconocerlo, en temas sanitarios, de atracción de start-ups y de turismo internacional .
Es evidente que Barcelona ha ido bien en los momentos de apertura hacia el exterior más próximo (área metropolitana) o más lejano (mercados asiáticos) y va mal en los momentos de cierre de una u otra forma, que es lo que nos está pasando ahora, cuando la lamentable idea de la ciudad de los 15 minutos y del antiturismo y anticrucerismo, en vez de abrirnos al resto de Catalunya y España, nos cierra sobre nosotros mismos, olvidando que es la apertura en sus diversas facetas la que debería ayudar a redimensionar y desarrollar progresivamente la urbe.
En la asociación Salvem Barcelona, en la que participo junto a mi amigo y antiguo concejal Jacinto Soler Padró, estamos convencidos de que hay que abrirse si no queremos ir perdiendo las posiciones relativas que habíamos ganado por el impacto de los Juegos.
Por ello Salvem Barcelona está gestionando el reconocimiento por la Unesco del Eixample de Cerdà como patrimonio de la humanidad y llamando la atención sobre la necesidad de acometer la redacción de un nuevo plan general metropolitano, pues el apedazado pero aún vigente de 1976 no parece dar más de sí, dado que las circunstancias económicas y urbanísticas que hoy se vertebran en torno a Barcelona precisan de una reorganización territorial que permita redimensionarla. Confiemos en que estas iniciativas puedan ser asumidas por las instituciones cuando la vida política –cosa difícil– pueda ir normalizándose.