Una de las primeras decisiones del primer ministro Mario Draghi , el pasado mes de marzo, consistió en bloquear la venta de una empresa tecnológica italiana a un consorcio chino. No se trata de una empresa de gran tamaño, pero la sociedad LPE, ubicada en la periferia de Milán, con cincuenta trabajadores, opera en un sector de alto valor estratégico. LPE fabrica reactores epitaxiales, costosos aparatos que efectúan un primer tratamiento químico y térmico del silicio para la posterior fabricación de semiconductores. La empresa iba a ser adquirida por la compañía china Shenzen Invenland Holding, y el Gobierno italiano frenó en seco la operación, invocando el interés nacional.
Draghi presentó sus credenciales con aquella decisión. Unas semanas antes, a mediados de febrero, había dejado claro ante el Parlamento cuales eran sus condiciones para aceptar el cargo y ponerse al frente de un Gobierno de unidad nacional: “Apoyar este gobierno significa compartir la irreversibilidad del euro y trabajar por una Unión Europea más integrada. Este gobierno será europeísta y atlantista, en línea con los anclajes históricos de Italia: Unión Europea, Alianza Atlántica y las Naciones Unidas”.
La llegada de Draghi al Gobierno de Italia ha sido un cambio de agujas: más atlantismo frente a China y Rusia
El freno a la adquisición china en Milán fue interpretada como la desactivación del ingreso de Italia en la Nueva Ruta de la Seda, protocolo firmado en marzo del 2019 por el primer ministro Giuseppe Conte , entonces al frente de un efímero gobierno de coalición entre el Movimiento 5 Estrellas y la Liga. El M5E (populismo híbrido) era muy receptivo a Pekín, y la Liga (populismo de derechas) viajaba con frecuencia a Moscú, incluso a pedir dinero. La adhesión de Italia, tercera economía de la zona euro, al gran proyecto estratégico y logístico chino puede considerarse como la más audaz operación diplomática de Xi Jinping en suelo europeo.
Bajo esta perspectiva va quedando bastante claro que la jugada parlamentaria que el pasado invierno derribó a Conte y aupó a Draghi a la presidencia del Consejo de Ministros fue algo más que una pelea doméstica, urdida por Matteo Renzi , el gran maniobrero. En Italia se ha producido un cambio de agujas inmediatamente después de la elección de Joe Biden como nuevo presidente de los Estados Unidos. Desde febrero hay en Roma menos trenes en dirección a Oriente.
Draghi dirige un singular gobierno de concentración, con un único partido en la oposición: los Hermanos de Italia, extrema derecha de corte clásico. Se trata de un experimento único en Europa. El presidente y un grupo de cuatro o cinco ministros de su máxima confianza, todos ellos de perfil técnico, gestionan la economía, los planes de reconstrucción y la imprescindible reforma de la administración de Justicia. Los ministros de partido se encargan de áreas sectoriales. Esta fórmula funcionará hasta el 2023, momento en el que tendrán lugar elecciones legislativas y se volverán a repartir cartas.
Draghi y los ministros de su núcleo duro ( Daniele Franco , Roberto Cingolani , Vittorio Colao , Marta Catarbia ...) hablan poco. Celebran escasas ruedas de prensa y apenas conceden entrevistas.
Gobierno de salvación a la italiana, imposible de reproducir en España.