Podemos naufraga con una “derrota sin paliativos” en el 12-J
Elecciones 12-J
Iglesias habla de “derrota sin paliativos” al perder todas las actas en Galicia y la mitad en Euskadi
Podemos fue, hace cuatro años, una aterradora galerna en Galicia y una poderosa tormenta en Euskadi. Hoy es un Prestige encallado en las aguas someras de una bajamar vertiginosa en la Costa da Morte; un Hermes arrumbado contra los acantilados de Punta Galea. El Atlántico y su sucursal española, el Cantábrico, se retiraron ayer bajo el casco del navío morado, un naufragio que entraba en lo posible –las elecciones autonómicas del 2019 hicieron evidente hace un año la fragilidad de la estructura territorial de Unidas Podemos–, pero cuya violencia en las costas de la bruma y el minifundio era por completo inesperada.
Podemos ve reducida a la mitad su presencia en el Parlamento vasco y desaparece de la política gallega. Ha pesado en Galicia el cambio de papeleta electoral y la división interna –Luis Villares se llevó la marca electoral En Marea, rompió con Podemos, Anova, Equo y Esquerda Unida y la presentó por su cuenta como Marea Galeguista junto a Partido Galeguista y Compromiso por Galicia, otros dos pequeños parterres del minifundio de las izquierdas gallegas que por supuesto tampoco ha conseguido representación–. A la vez ha fracasado el intento de Unidas Podemos de hacer bandera de su gestión en el Gobierno de coalición –silenciada la última semana por otras querellas–, singularmente a través de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, dando cobertura al candidato, Tone Gómez-Reino.
La abismal bajamar gallega no salía en las tablas de marea más pesimistas, a pesar de que este dietario de los marineros acostumbra a predecir al centímetro y al minuto los intensos movimientos de las ampulosas aguas atlánticas. “Son unos resultados inesperados; malos, muy malos, que nos obligan a una reflexión profunda”, dijo Gómez-Reino, asumiendo “en primera persona” la responsabilidad del fracaso.
Ante la dimensión del fracaso, el líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, que no tenía previsto comparecer, lanzó un breve comunicado en redes en el que agradecía el trabajo a sus candidatos, Gómez Reino y Miren Gorrotxategi, en Euskadi, y admitía el desastre: “Nuestro espacio político ha sufrido hoy una derrota sin paliativos. (...) Nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido”.
Iglesias felicitó a los ganadores, Alberto Núñez Feijóo e Iñigo Urkullu, pero también a EH-Bildu y el BNG “por sus históricos resultados”. La frase de Iglesias era a su vez una forma de señalar que estas dos formaciones han aglutinado el voto contestatario que hace cuatro años se reunió en torno a la recién nacida formación morada. Podemos pierde en Galicia y Euskadi casi el mismo porcentaje de votos que suben el BNG y Bildu. El voto alternativo de las tierras lluviosas ha abandonado el que fue novísimo artefacto político de los jóvenes profesores madrileños y ha optado por el húmedo olor a sargazo y salitre de opciones conocidas y, sobre todo, cercanas. Madrid queda más lejos.