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Venezuela y la crisis de Podemos refuerzan el eje de las tres derechas

El momento político

Felipe González advierte a Íñigo Errejón del daño de sus maniobras en Madrid

El líder opositor venezolano Juan Guaidó. que la semana pasada se proclamó presidente del país

Leonardo Muńoz / EFE

El péndulo se mueve siete meses después de la moción de censura que tumbó a Mariano Rajoy y apartó al Partido Popular del gobierno de España. La nueva alianza andaluza se despliega como escenario de futuro. La convergencia estratégica del Partido Popular, Ciudadanos y Vox marca en estos momentos el ritmo de la política española, con la ayuda de dos factores sobrevenidos: la decisión de Estados Unidos de tumbar de manera definitiva la experiencia bolivariana de Venezuela, en aguda fase de descomposición, y la acelerada crisis en la experiencia Podemos, fruto de contradicciones ya conocidas, pero también espejo de la época.

El tambor que ahora convoca con más energía a los que se sitúan “enfrente” –enfrente de los que gobiernan y de los que más influyen en el discurso público– se llama Vox. La percusión ha cambiado de bando, con ritmos norteamericanos.

La izquierda tumbó a Rajoy en primavera con la decisiva ayuda del Partido Nacionalista Vasco, Esquerra Republicana y la facción moderada del PDECat (ex-CDC) puesto que el legitimista Carles Puigdemont temía que un PSOE apaciguador apuntalase el giro pragmático de ERC. El eterno combate de judo entre las dos ramas del nacionalismo catalán. Siete meses después, el General Invierno está parando los pies a la izquierda en un contexto internacional claramente desfavorable para sus ideas. En algunos países europeos –Francia e Italia, por ejemplo– la izquierda socialdemócrata ya se ha volatilizado.

El bloque de la moción de censura es hoy un flan. El PSOE parece estar ampliando su espacio –todas las encuestas más recientes así lo confirman–, pero la izquierda en su conjunto está perdiendo la iniciativa. Los socialistas podrían quedarse sin un aliado hoy imprescindible. La descomposición electoral de Podemos, hipótesis que no cabe excluir en estos momentos, colocaría la política española ante una dimensión desconocida. Cinco millones de votos a la deriva. Cinco millones de votos surgidos del vientre del descontento social y generacional. El actual Partido Socialista Obrero Español no tiene fuelle suficiente para absorber una desmovilización general del electorado que hace cuatro años se identificó con los “indignados”. La cainita pugna madrileña en el grupo dirigente de Podemos puede favorecer un espectacular giro a la derecha en España. La percusión ha cambiado de bando.

El PSOE movió ayer ficha ante la jaula de grillos organizada, en buena medida, por los carmenitas descalzos. Los socialistas promocionarán un candidato competitivo a la alcaldía de Madrid, el entrenador nacional de baloncesto, Pepu Hernández, que competiría como independiente. Los socialistas han decidido achicar la plataforma de Manuela Carmena e Íñigo Errejón.

Zafarrancho en la izquierda madrileña. Hay tradición. Hay tradición solemne y trágica: las bofetadas entre los seguidores de Prieto y Largo Caballero; el golpe del coronel Casado, con el apoyo de Julián Besteiro, contra el gobierno de Juan Negrín en las postrimerías de la Guerra Civil; el PSOE escindido y moribundo en el exilio. Hay tradición maniobrera: la crisis terminal del PCE a principios de los ochenta y el enfrentamiento entre guerristas y felipistas en los noventa. Y hay tradición bufa: los tránsfugas socialistas del tamayazo en la Asamblea de Madrid en el 2003. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, buenos conocedores de la historia de España, deberán elegir en qué categoría inscriben su irremediable enfrentamiento.

El cambio de eje es cada vez más visible. La percusión ha cambiado de bando. Atento a todo lo que se mueve, así en Caracas como en Madrid, Felipe González lanzó ayer un mensaje insólito: “La crisis en Podemos no beneficia ni al PSOE ni a nadie”.

González envió un significativo aviso a Errejón y a sus simpatizantes del progresismo madrileño: “La democracia es un problema de forma y fondo, hay gente que a veces tiene razón estratégica y no respeta las formas, y eso liquida la democracia”. Cuidado con los estropicios a deshora, vino a decir el expresidente. Recado para Manuela Carmena y sus empanadillas. Una lección, también, para Pablo Iglesias. La vieja guardia tiene memoria.

La percusión ha cambiado de bando. La tragedia venezolana tiene efectos disciplinantes en la política española, en tanto que episodio trascendental de la nueva guerra fría que enfrenta a Estados Unidos y China, con Rusia de por medio. Hay una nueva correlación de fuerzas en Latinoamérica. La pauta la vuelve a marcar Washington, sin contrapunto europeo, imposible sin el concurso de Francia, cuya presidencia se halla en horas bajas. El ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, estos últimos días ha tenido noticia de ello. Estados Unidos marca el ritmo. El movimiento Venezuela es disciplinante.

La percusión ha cambiado de bando, y dentro de una semana empieza el juicio a los soberanistas catalanes. El gran juicio. El ­secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, será uno de los protagonistas, en tanto que abogado de la acusación particular. Tendrá mucha audiencia y repercusión.