Modelo ibérico o modelo itálico, el dilema del sur de Europa

Los presupuestos y Europa

España e Italia colocan a la Unión Europea ante un dilema estratégico

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Pedro Sánchez y Pablo Iglersias el pasado viernes tras firmar el acuerdo estratégico entre el PSOE y Podemos para los presupuestos generales del Estado

Kiko Huesca / EFE

El modelo ibérico frente al modelo itálico. Cuatro años después de la erupción volcánica en Grecia, en el sur de Europa se perfilan dos respuestas a la enorme laceración social provocada por la crisis económica. Respuesta ibérica: corregir la política de austeridad con medidas materiales y simbólicas, sin romper las costuras de la Unión Europea. Respuesta itálica: focalizar la ira social en la Unión Europea, con presupuestos indigeribles en Bruselas, para acrecentar la espiral del malestar y destruir a los partidos reformistas en las próximas elecciones europeas.

Este es el panorama cuando faltan siete meses para unas elecciones muy importantes al Parlamento Europeo en los 27 países de la Unión. Así están las cosas a día de hoy, jornada de elecciones en el estado libre de Baviera. Los bávaros pondrán a prueba la estabilidad de los consensos políticos y sociales tejidos en los últimos decenios en el territorio más productivo de Alemania. Se espera algún tipo de cataclismo.

Modelo ibérico o modelo itálico a la espera de acontecimientos en el tablero europeo. Este y no otro es el marco principal de la política española en su actual fase compulsiva.

El experimento en Italia

El modelo itálico busca el choque frontal con la UE para acumular capital populista

El modelo ibérico comenzó a forjarse hace ahora tres años en Portugal, el país más resiliente del sur de Europa. Portugal estuvo en manos de la troika entre 2011 y 2014 y la república no se vino abajo. Los portugueses son pacientes, suele decirse, pero en marzo del 2011 se registró en Lisboa la primera gran manifestación masiva de jóvenes indignados con la crisis (la geração à rasca, la generación precaria).

Hubo tensión social sin una gran convulsión electoral. En los comicios legislativos de octubre del 2015, la coalición unitaria de centro-derecha (PDS-CDS) fue la más votada, pero la resistencia del Partido Socialista , pese a tener al ex primer ministro José Sócrates en prisión por corrupción, permitió formar una alianza de izquierdas con el Bloco de Esquerda (el partido portugués más parecido a Podemos) y el veterano Partido Comunista.

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Luigi Di Maio (Movimiento Cinco Estrellas) y Matteo Salvini (Liga Norte) después de firmar el acuerdo de gobierno entre los dos movimientos populistas italianos

Angelo Carconi / AP

No era un entendimiento fácil, puesto que socialistas y comunistas nunca habían pactado a escala nacional desde los momentos más tensos de la Revolución de Abril, en 1975, cuando las dos izquierdas portuguesas, la reformista y la revolucionaria, estuvieron a punto de llegar a las manos, con sendas unidades militares a favor de cada facción.

La habilidad negociadora del exalcalde de Lisboa António Costa hizo posible una mayoría alternativa a la línea de austeridad a ultranza del anterior primer ministro, Pedro Passos Coelho. El Partido Socialista gobierna en minoría desde hace tres años con el apoyo parlamentario del Bloco (voto juvenil e interclasista) y del PCP (obreros, empleados públicos y una significativa implantación en la región meridional del Alentejo). El governo geringonça –el Gobierno jerigonza, así fue bautizado en sus inicios por sus opositores– se ha consolidado, gracias a una paulatina mejora de la economía. Los sondeos indican que hoy revalidaría la mayoría. Las próximas elecciones legislativas están previstas para otoño del 2019.

Posibilismo de izquierdas. El gobierno portugués ha elevado el gasto público sin colisionar con Bruselas. Ha enmendado recortes sin revertir las nuevas leyes laborales. El paro oficialmente registrado acaba de bajar del 7%, aunque las cifras reales serían superiores, según el centro de investigaciones sociológicas de la Universidad de Lisboa. El déficit público está a punto de bajar del 3%, pero más de cuatro millones de portugueses y luso-descendientes viven en el extranjero. La población del país es hoy de diez millones de personas. Ahí está el problema.

En Portugal falta gente. El interior se está despoblando gravemente. Falta población con poder adquisitivo para vigorizar la demanda interna. El Gobierno de Costa ofrece ventajas fiscales a los pensionistas europeos que decidan vivir en Portugal. No suele haber peleas en los bares sobre cómo tratar a los inmigrantes. Nota adicional: no hay grandes tensiones territoriales en el país, pese a la rivalidad Lisboa-Oporto y algunos pálpitos separatistas en las islas de Azores y Madeira.

Reformismo de Izquierdas

El modelo ibérico, ensayado en Portugal, rebaja la austeridad sin desafío a Bruselas

La senda política portuguesa es la que en España quisieran seguir Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Así lo han dejado claro esta semana con la firma de un acuerdo programático sobre los presupuestos del 2019, que incluye l esbozo del primer programa común de las dos izquierdas españolas desde 1977. La bandera de ese acuerdo es la subida del salario mínimo interprofesional a 900 euros mensuales. La bandera de los 900 en un país con muchas banderas inflamadas. Segundo estandarte: la voluntad de intervenir en el mercado de la vivienda para atemperar la subida de los alquileres.

La legislación laboral no se toca, en sus aspectos sustantivos. Cinco mil millones más de gasto público, con una previsión de ingresos alimentada por nuevas figuras fiscales, que será estudiada con lupa en Bruselas, cuando mañana lunes un Consejo de Ministros extraordinario eleve a la capital comunitaria las bases presupuestarias del 2019. La ministra de Economía, Nadia Calviño, ex directora general de presupuestos de la Unión Europea, una de las figuras del gabinete con un perfil público más prudente –nada que ver con la extroversión de anteriores ministros de Economía– se la juega.

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Las dos izquierdas. Pedro Sánchez y Pablo Iglersias el pasado viernes tras firmar el acuerdo estratégico entre el PSOE y Podemos para los presupuestos generales del Estado

Zipi / EFE

La alianza Sánchez-Iglesias es algo inédito en cuarenta años de democracia. Jamás hubo un acuerdo similar entre Felipe González y Santiago Carrillo, o Julio Anguita. Es una apertura de compás complicada. A la espera de acontecimientos, ese acuerdo compromete a la tecnocracia europeísta que representa la ministra Calviño y a los anticapitalistas de Podemos, la fracción trotskista que en estos momentos lidera el partido morado en Andalucía, donde estos años ha tomado lecciones de pragmatismo en Cádiz y sus astilleros navales.

España, sin embargo, no es Portugal. La áspera complejidad hispánica desborda los esquemas tranquilos de Portugal, cuya elite republicana siempre ha sido de una notable calidad. La dictadura de Salazar fue muy dura, pero en Portugal nunca se ha fusilado con tanta frialdad y pasión como en España. Portugal se desangró por culpa de una política colonial obtusa, que acabó provocando la rebelión de los jóvenes oficiales de las Fuerzas Armadas. La aplicación del modelo ibérico en España es imposible sin apoyo catalán. No hay iberismo sin Catalunya. Pedro Sánchez y António Costa se reunirán el próximo 21 de noviembre en Valladolid, con motivo del encuentro bilateral que cada año mantienen los gobiernos de ambos países.

Al modelo itálico también le van bien en las encuestas, especialmente a su componente más aguerrido: la Liga de Matteo Salvini. La derecha populista encabeza en estos momentos los sondeos, desbordando a sus aliados circunstanciales del Movimiento 5 Estrellas, que han llegado al Gobierno sin una matriz política e ideológica clara. Salvini, leninista de derechas, se ha apoderado de la situación y busca ahora el choque frontal con Bruselas, para ganar de calle las elecciones europeas de mayo y devorar todo el espacio de la derecha, una vez momificado Silvio Berlusconi. Conquistar la hegemonía, neutralizar a los “grillini” y destrozar a la izquierda, para después negociar con los poderes europeos. Ese es el objetivo del condottiero Salvini. Puede salirle bien.

El tablero

El choque entre Roma y Bruselas libera espacios de maniobra pàra España

El modelo itálico reposa en estos dos momentos sobre dos pilares: el hostigamiento continuo a los inmigrantes y unos presupuestos que Bruselas no puede aceptar en la medida que dejarían intacto el déficit público en los próximos tres años. (Italia, con una perspectiva de crecimiento económico inferior al 1,5%, acumula una deuda pública del 130% del PIB). Al conocerse la previsión presupuestaria, la prima de riesgo italiana alcanzó los 300 puntos. En la España actual, una situación similar ya habría provocado la estampida de los cuatro jinetes del Apocalipsis.

El choque Roma-Bruselas libera un espacio precioso para el Gobierno español en el ámbito europeo. Alemania y Francia necesitan un tercer pilar europeísta. Esta es la gran ocasión estratégica para la coalición ibérica.

España y Portugal, en alianza, pueden ser el tercer pilar europeísta de una Unión en crisis

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