Olga Rodríguez: “Hay que tener valentía para imaginar un sistema internacional nuevo, el actual está obsoleto”

El silencio de A casa de José Saramago es distinto, la casa del nobel de Literatura portugués, ceremonia de entrega de la que hoy hace 26 años, continúa siendo un espacio para hablar y pensar la paz en tiempos de guerra. Con ese compromiso firme, a pocos metros de la silla desde la que el escritor reflexionaba, en el Día Internacional de los Derechos Humanos hay poco que celebrar, pero sí mucho que aprender, debatir y reivindicar.
Por todo esto, al otro lado del micrófono, para dar cuenta de los últimos acontecimientos del genocidio en Gaza, y de la situación en la región de Oriente Medio, estaba la periodista Olga Rodríguez Francisco (1975, León), que ha dedicado su vida a la comprensión y posterior difusión del análisis de las decisiones políticas que manejan el mundo y, de paso, se llevan por delante la vida de millones de personas.
Rodríguez recuerda que fue precisamente en esta casa, en el día de la inauguración de esta biblioteca, donde Saramago pronunció aquellas palabras acerca de la Carta Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas: “Es un texto revolucionario”.
Y si en aquel entonces lo era, para la periodista lo sucedido en Palestina “lo está cambiando todo, porque este genocidio lo estamos viendo en tiempo real” y ha sido denominada por Naomi Klein como “genocidio ambiental, un mero ruido ambiental de fondo”.
Señala que, a pesar de ello sigue ocurriendo, y cómo muchas potencias lo apoyan militarmente, para que Israel pueda seguir haciendo lo que está haciendo hasta hoy y recuerda : “Cuatro vetos ha habido de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas al alto al fuego”.
En cuanto al papel que podría jugar la UE, Rodríguez señala soluciones que podrían ponerse sobre la mesa: el embargo de armas o cómo Sudáfrica ha marcado el camino denunciando a Israel como estado genocida ante la Corte Penal Internacional.
Otra condición inédita de este genocidio es la negativa permanente a que la prensa internacional pueda entrar en Gaza para contarle al mundo lo que está pasando y porque, si son periodistas occidentales los que están riesgo, en ocasiones desgraciadamente los conflictos se humanizan.“La prensa no ha podido entrar en Gaza y ver y contar lo que está pasando y las consecuencias que sufre la sociedad civil”.
“El racismo y la deshumanización están jugando, como ya vaticinó la filósofa Hanah Arendt en su obra La Banalidad del mal, un papel fundamental en sacar de nuestras conciencias lo que sucede en los territorios palestinos”, señala. “La población palestina ha podido romper ese mátrix de silencio que se les ha intentado imponer y han conseguido que nos lleguen imágenes en tiempo real, pero al mismo tiempo vemos que la impunidad se ensancha”.
Y no sólo es la indiferencia, advierte la periodista; “es que todo esto se está permitiendo sobre el andamiaje que se suponía que nos dimos cuenta después de la II Guerra Mundial, pero quedando de manifiesto que el Derecho Internacional puede ser de quita y pon”.
Rodríguez recuerda que en Gaza la gente muere por enfermedades de las que nadie debería morir hoy, y por eso hay tantas mutilaciones, para detener infecciones. “La paz es la menor de las ingenuidades. La paz es ingenua para quien no ha perdido un hijo en la guerra. Se nos dijo con Ucrania, se nos dice con Palestina; ¿cuándo se habla de negociación? ¿cómo se construye la cultura de paz?”
La periodista invita a los profesionales de la comunicación a asumir el compromiso del desarrollo del oficio de la comunicación,“con responsabilidad social y entender que podemos y debemos hacer pedagogía contra la cultura del belicismo y el racismo que ya está en nuestro día a día de una manera cotidiana” porque, en palabras de Saramago: “Somos las palabras que usamos”.
E invita: “Imaginemos de qué manera podemos pensar ese mundo nuevo aunque no sean tiempos fáciles para defender la paz, lo cual significa que es más importante que nunca defenderla”.
Ocupación israelí en los Altos del Golán y la población civil siria
Algunos asistentes aprovecharon para preguntar a la periodista sobre en qué posición queda la población civil siria tras las últimas noticias de la región con la ocupación de los Altos del Golán sirios. “Tenemos que estar muy atentos a quien hable de que la solución vuelve a ser la guerra sobre la maltratada Siria. Israel siempre va a querer la guerra porque la guerra de hechos consumados le da lo que el Derecho Internacional le quita”
Rodríguez reflexiona en su análisis para esta cabecera acerca de que “Nada de lo que ocurre en la región se puede entender sin el papel de Tel Aviv. Las relaciones entre Siria e Israel están condicionadas por la ocupación ilegal de los Altos del Golán sirios, invadidos por el Ejército israelí en 1967. De sus 1.800 kilómetros cuadrados, 1.240 están anexionados desde 1981, bajo control administrativo de Israel, en contra de la soberanía siria y de la resolución 242 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas”.
En esa zona viven actualmente unos 24.000 colonos israelíes, en unos treinta asentamientos, y alrededor de 21.400 sirios. Cuenta con importantes reservas de agua, de las que se abastece Tel Aviv.
Lo primero que ha hecho Israel tras la caída de Bashar Al Assad ha sido desplegar tropas en la zona desmilitarizada de los Altos del Golán sirios y ha extendido su ocupación más allá, hasta el monte Hermón, lo que ha sido condenado por Naciones Unidas.
El ministro de Exteriores de Israel afirma que la presencia de sus tropas será temporal, un término ambiguo, teniendo en cuenta que varias ocupaciones israelíes impulsadas hace años, también definidas como temporales, se mantienen hasta hoy. En todo caso, Netanyahu ha dicho que los Altos del Golán “serán parte de Estado de Israel para siempre”, en referencia a su anexión de facto.
Todo esto se produce en un momento de transición política en Estados Unidos, donde el 20 de enero tomará posesión como presidente Donald Trump, quien en su anterior legislatura reconoció oficialmente los Altos del Golán sirios como territorio israelí, a pesar de la ilegalidad de esa ocupación.
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