Los tesoros de Taüll, ¿volverán a casa?

La Mirada del Lector

Se han conmemorado los 900 años de la consagración de las iglesias de Sant Climent y Santa Maria

Sant Climent de Taüll

Sant Climent de Taüll.

Laia Díaz

* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

El 7 de febrero tuvo lugar en Sant Climent de Taüll la clausura del Año Taüll, que ha conmemorado los 900 años de la consagración de las iglesias de Sant Climent y Santa Maria por el obispo Ramón Guillem, de Roda-Barbastro. San Ramón de Roda es venerado como santo por la iglesia católica.

Como hija que soy de un pueblo de la Ribagorza, y siendo mi marido originario de Roda de Isábena, me siento interesada por todo aquello que intentaron transmitir los artistas del románico. 

Durante cientos de años las pinturas murales de las pequeñas iglesias medievales del Pirineo fueron ignoradas y desdeñadas como obras sin valor. 

Pero a inicios del siglo XX, la reivindicación del arte románico las convirtió en piezas codiciadas hasta tal punto que las autoridades tuvieron que arrancarlas de sus paredes, parece ser, para evitar que lo hicieran otros y se las llevaran al extranjero. Algunas de ellas se habían trasladado hasta Boston.

Lluís Domènech i Muntaner, padre del Modernismo catalán y cuya fama en la época era comparable a la de Antonio Gaudí, acababa de “redescubrir” el mural románico del ábside de la iglesia de Sant Climent de Taüll, una magnífica pintura policroma del siglo XII. 

No era el primero que lo veía (llevaba allí centenares de años), pero sí fue el primero en muchos siglos en darse cuenta de su valor artístico y patrimonial. 

Mucho tiempo después esta pintura, que representa un Cristo en Majestad rodeado de los símbolos de los cuatro evangelistas por encima de los apóstoles y la virgen, ha sido considerada una de las joyas del arte medieval europeo y es la pieza más emblemática de las salas del Románico del Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC). Junto a otros murales, tallas y cruces llegados de diferentes iglesias del Pirineo forma una de las colecciones más importantes del mundo de este estilo.

Pantocrátor de Sant Climent de Taüll. El original se expone en el MNAC de Barcelona

Pantocrátor de Sant Climent de Taüll. El original se expone en el MNAC de Barcelona.

Getty Images/iStockphoto

Las pinturas del mural del ábside se limpiaron y se adhirieron a unas telas con un pegamento orgánico y, en un segundo paso, se separaron de los muros y se enrollaron para trasladarlas a Barcelona. Todo este proceso podría haber acabado provocando gran daño a las pinturas, pero pasaron de forma casi intacta a su nuevo soporte. No sé si fue muy ortodoxo sacarlas de allí, ya que abandonaron el lugar para el cual fueron hechas. 

De todas formas, después de documentarme, he conocido que hubo un goteo constante de casos de expolio que se estaban produciendo a principios del siglo XX, y la Junta de Museos tomó la decisión de salvar lo que fuera posible y llevarlo al Museo de Arte de Catalunya.

Hace dos años, en enero, tuve la ocasión de recorrer, junto a una amiga, ese espacio privilegiado que ofrece el MNAC y pude apreciar todo ese conjunto que allí se exhibe: pinturas románicas, tallas de madera, piezas de orfebrería, esmaltes y esculturas de piedra. Realmente, durante la visita, pensé si no se hubieran podido mantener en sus lugares de origen y se me planteó la duda acerca de la finalidad de arrancarlas y traspasarlas a este museo. Tuve la sensación de que esa colección, aunque pudo preservarse en el sitio donde se encuentra, se halla en un edificio cuya arquitectura está pensada para otra función. 

Cuando se visitan las iglesias de Taüll, a pesar de haber sido despojadas de sus pinturas originales, se consigue un grado de vinculación emocional que tiene que ver con la belleza de las mismas y de su entorno.

No ha pasado demasiado tiempo desde que la alcaldesa de Boí, compartiendo los planes de la reclamación con los habitantes de la zona, expresó la satisfacción que tendrían al ver nuevamente las pinturas en el lugar que antes ocupaban. 

Personalmente, estoy convencida que eso daría un nuevo impulso turístico y económico a este valle pirenaico. Esperemos que en algún momento esos tesoros vuelvan a casa, donde serán bien recibidos.

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