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Llanos Negros, el campo toma la ciudad

La Mirada del Lector

El chozo de maderos, cañas y ramas, que no era más que una cabaña provisional en medio de las huertas, lejana a las casas, se alza ahora en las modernas calles adoquinadas, reuniendo a las familias y amigos

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La imagen de San Isidro Labrador a su llegada al chozo de Llanos Negros, con su tradicional petalada entre el gentío.

Fondo José María Guerrero

* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia

No es ajeno para nadie que, de un tiempo a esta parte, se teoriza y debate sobre los dos modelos de hábitat que se vienen dando en España y más allá. Si la mayor parte de la población se concentra en las líneas costeras y en grandes urbes como Madrid, amplias zonas del territorio se hallan inmersas en un proceso de despoblamiento que ha provocado que sus realidades se conozcan como la España vaciada o vacía, dependiendo de la exposición. 

Sin embargo, los modelos tradicionales de subsistencia, adecuados al siglo XXI, reclaman su espacio en el foro, con la enorme carga simbólica e histórica que ello contiene, advirtiendo sobre el insostenible modelo de desarrollo demográfico actual, así como el consumo de recursos que ello conlleva.

Y cada mayo, en medio de nuestra actividad social empleada en los servicios, se nos recuerda que gran parte de la población desciende de un medio ligado al campo, a la vida rural, a las manos incansables que faenaron tierra y mar, pues los oficios tradicionales de los abuelos financiaron los estudios superiores que muchos tenemos hoy. 

Se nos recuerda quienes somos, con una fiesta popular de gran arraigo en muchos lugares del mundo: la celebración de San Isidro, cada quince de mayo, en templos, plazas y casas.

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Manuel Montes Cano en su finca, con el atuendo tradicional del campero de los años 70 en Estepona.

Fondo José María Guerrero

En Estepona, una ciudad conectada a la gran masa urbana que conforma la Costa del Sol, el campo viene a tomar las calles. El municipio se viste de palmas, olivos, helechos, adelfas, naranjos y limones, higueras y viñas, resurgiendo con ello la comunidad de camperos, hijos y nietos de aquellos campesinos que labraron la tierra y que dejaron en el espíritu de esta sociedad moderna, una identidad férrea en herencia, que alumbra como resultado las jornadas de encuentro en torno a los chozos y a su propia historia. 

El chozo de maderos, cañas y ramas, que no era más que una cabaña provisional en medio de las huertas, lejana a las casas, que servía para el cobijo de los labradores durante su almuerzo y su descanso, se alza ahora en las modernas calles adoquinadas, reuniendo a las familias y amigos, alrededor de la sopa campera, plato tradicional a base de verduras frescas, pan y buen aceite, acompañado siempre de una refrescante sangría, que bien pudiera provenir de los muchos y ricos viñedos que antaño crecieron en las vegas del Monterroso o de Guadalobón, o de las faldas de Sierra Bermeja, imponente atalaya que hunde sus peñas en el Mediterráneo.

De entre estas míticas estructuras y comunidades refugiadas del calor, destaca Llanos Negros, chozo capitaneado por la familia Caravaca Troyano y que reúne a otra docena de familias en torno a sí. En el día grande de San Isidro, ya montada la choza en la calle, engalanado el patio y preparados todos los ingredientes necesarios, Beli Alarcón Vázquez, la matriarca de esta hacienda, octogenaria y vigorosa, dirige la elaboración de la tradicional sopa campera, plato destacado de la gastronomía local, con la misma receta que recibió de sus antepasados. 

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Montaje del Chozo de Llanos Negros, con cañas, ramas y palmas.

Fondo Chozo Llanos Negros

Las puertas de esta casa de agricultores en pleno centro, se abrieron por primera vez en 2007, por Baltasar Caravaca Benítez y Francisco Troyano Navarro, consuegros. Al año siguiente, su familia decidió hacer de este trozo del campo en la ciudad punto de encuentro público para todos los vecinos, donde el plato de sopa y la sangría fresca se compartía sin coste, a usanza de los chozos hermanos de Rancho Horno y Familia Sánchez. 

El nombre de Llanos Negros es legado de las antiguas fincas familiares que ocupan tierras con esta denominación, dentro del término municipal de Estepona.

El nombre de Llanos Negros es legado de las antiguas fincas familiares que ocupan tierras con esta denominación

A partir de 2005, se incorpora la constitución de un altar en honor al patrón de la ciudad y en 2006, se participa en el concurso que la Hermandad de San Isidro de Estepona convoca cada año. Otra tradición es que este altar, actualmente coordinado por los hermanos Aragón Jiménez, sea premiado en alguna de las categorías del certamen, recibiendo más de un primer premio a su montaje, por su laboriosidad y engalanamiento. 

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Beli Alarcón Vázquez junto a su hijo, Juan Francisco Caravaca, en el umbral del chozo de Llanos Negros.

Fondo Chozo de Llanos Negros

Entre el patrimonio del chozo Llanos Negros y su altar, se encuentran decenas de utensilios y herramientas vinculadas a las tareas campesinas, así como objetos familiares que han sido donados y utilizados por la ascendencia de sus miembros, así como imágenes de San Isidro, traídas desde puntos tan distantes como Hispanoamérica, o tan cercanos y entrañables como el chozo Rancho Horno, en calle Casares.

Al calor de Llanos Negros se proclama un íntimo pregón, con el nacer del día quince a la media noche, poco después de acabar de picar el pan para la sopa campera y de despetalar las flores para la gran petalada que el patrón recibe durante su procesión. 

La devoción por San Isidro Labrador es enorme y por ello, desde mitad del siglo XX, el santo agricultor es referencia de la ciudad de Estepona, elevándose su fiesta popular a Fiesta de Interés Turístico de Andalucía en 2009, celebrándose feria y fiestas en su honor, por parte de su Venerable Hermandad de San Isidro, cada año.

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Familias del Chozo de Llanos Negros, junto a su altar, a la puerta del chozo, vestidos a la usanza campera.

Fondo Chozo Llanos Negros

Ya en la mañana del día quince de mayo todo es trajín. Los amigos de Llanos Negros han velado el altar, expuesto en la calle toda la noche. Otro grupo acude a la Iglesia de San José, a la misa del patrón de la localidad. Se encienden los fuegos, se llenan las tinajas de sangría, el pueblo entero se echa a la calle entre verdiales y recuerdos, entre los que están y los que viven en el corazón de los esteponeros. Se come y se brinda. Se aguarda a San isidro. 

Y, al fin, tras la espera, pasados pocos minutos de las seis de la tarde, detrás de las efigies de los reyes Alfonso VI el Bravo y Yúsuf Ibn Tasufín, monarcas del tiempo de San Isidro, se abren paso las carretas y carrozas camperas, los animales, las bandas de música, la escolta de tractores y los bueyes y sobre su carreta, llega San Isidro a su casa de Llanos Negros, entre vítores, flores y un sentimiento de hermandad y fe que traspasa el tiempo, esperando a los lectores de estas líneas en el chozo de Llanos Negros, donde todos los hijos de la tierra son bienvenidos, siempre.

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