* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Viajes y viajeros hay de todo tipo y Marruecos se adapta a todos los públicos, presupuesto y preferencias. Pero, ¿por qué visitar este país? Por su cercanía desde Barcelona, por lo tanto, sin jet lag, el exotismo, la gastronomía, el patrimonio cultural y la infinidad de posibilidades a la hora de elegir, desde una ruta por el país a una escapada a una de sus ciudades, todas ellas esperándote para generar en ti recuerdos y vivencias propias de un viajero.
En mi última visita al país los vuelos económicos a Tánger han sido decisivos, estableciendo como itinerario para 5 días de viaje: Chefchaouen, Tetuán, Tánger y Asilah.

Vista de los restos amurallados de Tánger.
Todas estas ciudades están muy bien comunicadas entre sí, mediante una flota de autobuses de línea, cómodos, seguros y a buen precio.
1. Chefchaouen
Puede que aún no hayas visitado Chefchaouen, pero si te dicen que es el conocido pueblo azul, tal vez te sea familiar e incluso te venga a la mente alguna imagen que hayas visto publicada en una red social, revista o documental de viajes.
Piérdete por sus callejuelas, disfruta de sus acogedores rincones, imprégnate de su calma. Hay quién dice que su color azul tiene origen en los judíos, que utilizaban esté color para diferenciarse del color verde que representa la cultura musulmana.

Vista de las casitas de Chefchaouen.
Chefchaouen se conocía originalmente como Chaouen, que significa picos. Esta pintoresca población también te invita a visitar la kasbah, fortaleza y mazmorra del siglo XV.

La kasbah de Chefchaouen.
Desde la plaza principal, Uta el Hammam, podrás contemplar los muros rojos de la kasbah y acceder a ella, así como la Gran Mezquita y degustar en uno de sus restaurantes platos típicos de la tierra, como la sopa harira, el tajín de pollo con verduras y un delicioso zumo natural de naranja, todo ello por unos 8 € al cambio.

Plaza Uta el Hammam de Chefchaouen.
2. Tetuán
Tetuán recibe al viajero con la expresión “Marhaba Bekum”, que quiere decir bienvenido. Su Medina está rodeada por una muralla, la cual se puede acceder por cualquiera de sus siete puertas o en árabe, bab.
Estando delante de la puerta Bab Saida, intentando sacar una buena fotografía, un señor muy amable, autóctono de Tetuán, se acerca y explica amigablemente la importancia de las puertas definiéndolas como un símbolo de identidad local, de bienvenida y por supuesto de protección para sus residentes.

Una de las puertas de Tetuán.
Antes de adentrarnos por la antigua ciudad divisamos el inmenso cementerio y, como si éste te llamará, nos dirigimos a él, miles de tumbas se extienden por una inmensa ladera, las más antiguas son del 1483.

Cementerio de Tetuán.
Algo curioso, insólito para mí hasta ese momento, es ver a un pastor con un grupo de ovejas. Se encuentran plácidamente pastoreando entre las tumbas. De forma natural, las ovejas intentan mantener en orden la proliferación de hierbas.

Ovejas entre las tumbas en el cementerio de Tetuán.
Estamos a principios de marzo y la lluvia cae mientras vamos conociendo los imprescindibles de esta ciudad, como sus plazas, zocos, barrios, mercados, curtiduría, Kasbah y Medina, esta última declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en 1997.
La madrugada también te recordará que estás en tierras marroquíes, sobre las 5 de la mañana en el silencio de la noche oirás la oración del imán, ese canto, esa llamada a los fieles de su guía espiritual.
3. Tánger

Tánger.
Tánger le pone las cosas fáciles al viajero para poderla conocer a pie, la ciudad nueva, la medina y la zona de costa.

Callejeando por Tánger.
El mercado central es la mejor radiografía de la cotidianidad, Los colores, los olores y el bullicio de comerciales y comparadores genera un ambiente digno de contemplar, observando cada uno de los momentos que se van generando desde la absoluta espontaneidad.

Mercado de Tánger.
El mercado está perfectamente estructurado según el tipo de género fresco, por un lado, están las frutas y verduras, seguimos avanzando y nos encontramos piezas enormes de carne, así como vísceras, llega el turno de las especies y frutos secos, y en un inmenso espacio la zona del pescado.
Entre las capturas del día hay varias tintoreras o tiburón azul, un producto muy demandado entre los tangerinos por su sabor suave.

Pescado en el mercado de Tánger.
Una vez que hayas visitado la Kasbah, la Medina, la plaza 9 de abril, la gran Mezquita, el zoco, la playa, no te olvides de la necrópolis fenicia, en ella hay tumbas talladas en la roca. Su ubicación te permitirá tener unas muy buenas vistas de la costa marroquí.

Tumbas talladas en la roca en Tánger.
4. Asilah
Viajero, el viaje va tocando a su fin, y Asilah es nuestra última visita. La tranquilidad de este pueblo de pescadores, artesanos y artistas te permitirá desconectar de lo mundano, especialmente si disfrutas de su silencio antes que tomen vida sus callejuelas.

Las paredes blancas de Asilah.
Recorrer su Medina es comparable con la de visitar una galería de arte, pero, en este caso, al aire libre. Sus calles están engalanadas por murales, con una explosión de colores totalmente armonizados con la antigüedad del lugar.
Los siglos, los años, los tiempos pasan, pero cada una de estas históricas ciudades junto a sus ciudadanos se coordinan a la perfección por mantener la esencia de sus medinas.

Mural en una pared de Asilah.