La espada de Damocles estaba previsto que cayese el 29 de marzo. Ahora no se sabe, dado que se ha abierto la posibilidad de conceder una suerte de prórroga indefinida que podría obligar al Reino Unido a participar en las elecciones europeas de mayo —escenario un tanto surrealista al que se podría responder con “pa’ qué vienes si te vas a ir”—.
En todo caso, hasta entonces, la vida de las gentes de Londres sigue su cauce habitual, animada incidentalmente por algún debate acerca de la cuestión, visionando directos del Parlamento inglés en los bares o respondiendo a las preguntas inquietas de sus allegados extranjeros sobre el tema.
El foco
El centro de todas las miradas
El Brexit es un tema —el tema— omnipresente, que recorre las consciencias de todos y cada uno de los ciudadanos de esta gran urbe, pero que parece tener el don de la ubicuidad ausente. El mundo mira a Londres, Londres mira para otro lado.
Indudablemente los hay cuya cotidianidad consiste en intentar resolverlo, o gestionarlo, o prestidigitar sus secuelas, inclusive que viven de ello (y son necesarios, al menos algunos, con el fin de ultimar la preparación psicológica ante el gran evento).
Luego está la gente de a pie considerablemente politizada, en un sentido o en otro, quiénes también le dan vueltas a diario. No obstante, como es lógico, el común de los mortales hace como si no pasara nada (y es que de hecho, de momento, poca cosa ha pasado). Su vida discurre de manera idéntica a la previa al terremoto político y a pesar de albergar una opinión propia en su fuero interno, muchos han caído en una apatía tan sana como inverosímil.
Cansancio
Un debate sin fin
El constante bombardeo de noticias clamando ser urgentes o verdaderamente nuevas ha conseguido que muchísimos bajemos la guardia y dejemos en manos de la fuerza del sino lo que advendrá del Reino Unido. Los desafectos son legión y sus efectivos aumentan conforme el imbroglio se lía y la densidad informativa crece. El hostigamiento es tal que ya da una pereza soberana prestar atención a las alertas diarias sobre el tema.
Esto viene dado por las circunstancias políticas concretas del Reino Unido y por la tendencia global a la sobreinformación, que se empeña en mantenernos en vilo ante el FOMO rampante. Es más, aunque una no padezca FOMO, el entorno se ocupará de hacerle llegar de mil maneras mil noticias desprovistas de contenido. Y aunque lo tuvieran, la alta volatilidad de la situación vuelve a los receptores desconfiados y eternamente escépticos.
El laberinto es tal que ya parecen haberse explorado todas las combinaciones posibles y dado todas las medias vueltas disponibles en el catálogo de giros argumentales, por lo que de poco sirve conocer el estado actual de la cosas si el siguiente es imprevisible.
Ante tal inestabilidad, con una notoria erosión de la causalidad entre eventos que en teoría deberían sucederse, el público se halla un tanto desencantado.
La roca
Theresa May
La BBC publicó el 28 de febrero una “Guía verdaderamente simple” del asunto, destinada a aquellos que “estén un poco perdidos”, Las vueltas de tuerca abundan y parece que la única roca fija es Theresa May, quien a pesar de las numerosas amenazas de ser depuesta sigue agarrada al clavo ardiente que es ahora mismo el liderazgo del Reino Unido. Cabe reconocer su perseverancia y aguante aunque no se comulgue con sus inclinaciones políticas.
Por otra parte, es posible que pocos quisieran ocupar su cargo actualmente. Farage se bajó del carro nada más ponerse en marcha la maquinaria, Boris Johnson dimitió el año pasado aduciendo que el Reino Unido “adquiriría el estatus de colonia” si se seguía el plan de la primera ministra; desde verano de 2016 tres hombres distintos han estado a cargo de las negociaciones con la UE (en un puesto llamado “Secretario de Estado para la Salida de la Unión Europea”).
Recientemente, 7 diputados laboristas y 3 conservadores han abandonado sus respectivos partidos y se han juntado en un nuevo grupo independiente. En palabras de una de ellas (Anna Soubry, Tory) “el partido conservador está ahora gobernado por los ultras frikis anti-UE”.
Por el flanco laborista, los 7 diputados aducen a causas variadas como un supuesto repunte del antisemitismo dentro del partido y un viraje a la izquierda que no comparten, o acusan a Corbyn de haberse rendido ante los planes del gobierno.
En definitiva, se viven tiempos de esquizofrenia ideológica, en los que una opinión pública considerablemente volátil no se ve reflejada en sus representantes, y probablemente ni ellos en sí mismos se encuentren.
Al final, nadie sabe lo que va a suceder. Es un tanto inútil esmerarse en obtener filtraciones o noticias de última hora dado que la falta de previsibilidad de la situación está más que probada.
Una afronta el tema con estoicismo y paciencia, mientras se acerca el acantilado cuál espejismo en un desierto, retrocediendo al tiempo.