* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Desde el mirador privilegiado de Vallvidrera, nos encontramos frente a un cuadro nocturno digno de ser descrito con tintes poéticos y una pizca de ironía, porque, ¿quién dijo que la noche era para descansar?
En el primer acto, el telón oscuro del cielo y la mar nos presenta la calma absoluta. La noche barcelonesa se despliega con esa tranquilidad solemne que solo la naturaleza sabe ofrecer. Pero no nos engañemos, el auténtico espectáculo sucede más abajo, en el mar de luces titilantes que forman el puerto y la Zona Franca.
Allí, las grúas de desembarco de contenedores parecen haber decidido tomarse un descanso colectivo. ¿Por qué no? Incluso los gigantes de hierro necesitan su momento de reposo para reflexionar sobre su función vital en la economía global.
Con sus brazos elevados hacia el cielo, como si intentaran atrapar estrellas, descansan en pleno reposo, mientras nosotros los observamos con cierto asombro y algo de envidia.
La Zona Franca, por otro lado, no entiende de pausas. Allí, la actividad nocturna sigue su curso. Fábricas, almacenes y camiones se coordinan en un baile sincronizado de eficiencia industrial, dejando en claro que el sueño es un lujo que no todos pueden permitirse.
Y desde nuestro mirador en Vallvidrera, en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia somos los voyeurs de este curioso romance entre la serenidad y el frenesí.
La noche del puerto de Barcelona vista desde el mirador de Vallvidrera.
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