* El autor forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Recientemente he visitado por primera vez el Parc Natural del Delta de l’Ebre. Y entre los arrozales, la desembocadura del río, las dunas, las playas, los canales y las bandadas de aves volando muy alto, destacaría sin dudar la playa del Trabucador, protagonista de este reportaje fotográfico en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia.
Paisaje del Trabucador del Delta del Ebro.
Puesta de sol en la playa del Trabucador.
Conocerla fue un regalo para los sentidos que no esperaba, una joya de la naturaleza. Pero no se acaba ahí la sorpresa, porque cuando comienza a anochecer, ese prodigio de brazo de arena que se adentra en el mar, se convierte en mágico.
Reflejos en la playa del Trabucador.
El desierto entre las dos playas que lo conforman, se transforma en una paleta de colores que se abre en el cielo, donde las nubes compiten entre sí para obtener su espacio donde despuntar en todo su esplendor, como en una pintura de Turner seguramente, convirtiéndose en el protagonista del paisaje raso y salvaje que te envuelve, que parece mantener un silencioso diálogo con las profundas nubes de la Bretaña francesa.
Paisaje de nubes al atardecer en el Trabucador.
En el Trabucador, cuando el sol decide retirarse, se enfatiza la soledad, el sosiego y el silencio. Un silencio interrumpido tan solo por adjetivos internos de admiración.
Se acaba el día en el Trabucador.
Es entonces cuando se revela el embrujo del paisaje que te acoge, mientras te murmulla al oído que goces de su festejo, único, en el que cielo, agua y arena se convierten en un todo inseparable.
Contemplando la puesta de sol en el Trabucador.
Y parece no hacerse de noche, porque el crepúsculo que te arrulla no dice adiós, sino que te da la bienvenida a su natural función de luces y sombras, de reflejos y colores dorados, de siluetas y claroscuros.
Baño en el Trabucador al atardecer.
Deportes acuáticos en el Trabucador.
Y ya, cuando vas saliendo de la hipnosis en la que inevitablemente te has sumergido, cuando despiertas del ensueño y te cubre la oscuridad real, los mosquitos vienen a espabilarte, y su incómoda presencia solo está ahí para recordarte que el milagro que acabas de presenciar era de verdad, como lo será el picor que sentirás al volver después a casa.
Últimas horas del día en el Trabucador.
Luces del atardecer en el Trabucador.
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