* Los autores forman parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
Gallicant es una aldea de origen medieval con carácter de atalaya que pertenece al término municipal de Arbolí, en Tarragona. Hoy en día se encuentra completamente abandonada, pero es sabido que fue una de las más antiguas de la comarca.
Ocupando un lugar alteroso, a 860 metros de altitud, el pueblo de Gallicant se construyó en un rellano debajo mismo de la vertiente septentrional del Pico de Gallicant, de espaldas al valle y al curso del río Siurana, y también a la sierra de la Gritella y a Montsant.
Como se aprecia en este reportaje en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia, es un mirador excepcional con magníficas vistas al pueblo de Siurana con su pantano y la sierra de Montsant.
Históricamente, el pueblo de Gallicant ya se menciona el 25 de junio del año 1158 como Podium Gallicantum, en la carta de repoblación del Albiol, otorgada por el conde de Barcelona Ramon Berenguer IV a favor de Joan Martorell, archidiácono iglesia de Tarragona, para que fortificara y repoblara el lugar, después de que cayera Siurana en manos cristianas y se forjara la leyenda de la reina mora.
Aparece también una masía de su territorio que fue donada en 1197 por la reina Sanza en la sacristía de Poblet. En ese momento, Siurana era el núcleo más importante de las montañas de Prades en manos de los sarracenos y Gallicant, un punto estratégico de vigilancia.
Durante el siglo XII hay constancia de la aparición de una comunidad cátara, mientras que a principios del siglo XVIII, después de la guerra de Sucesión contra las tropas borbónicas de Felipe V, el bandolero Pere Joan Barceló, conocido como Carrasclet, hizo de la zona de Arbolí y Gallicant el lugar ideal para llevar a los militares prisioneros que hacía durante sus encontronazos con las tropas felipistas (1701-1715).
El lugar fue utilizado antaño como punto estratégico por los sarracenos, pues desde él observaban la fortaleza de Siurana y sus alrededores.
De hecho, el nombre de Gallicant alude a su ventajosa altura, desde la que podría escucharse el primer canto del gallo. En el núcleo no había ni iglesia ni escuela y dependía eclesiásticamente de otros pueblos, primero de Siurana y posteriormente de Arbolí, donde los niños también iban a la escuela.
En cuanto a la agricultura, se cultivaba trigo, cebada, avena y alfalfa para el ganado, además de viña; también había algún rebaño de corderos y cabras y corrales con gallinas y conejos. Nunca llego la luz eléctrica en Gallicant, los candiles de aceite y carburo fueron su fuente de iluminación.
Uno de los principales problemas que tenían era el agua, hicieron un depósito junto a las casas para canalizar el agua desde una fuente, pero en tiempo de sequía escaseaba y tenían que ir a buscarla andando unos quince minutos de trayecto del pueblo.
Las casas de Gallicant, aunque estuviesen al término de Arbolí, eclesiásticamente correspondían a la parroquia de Siurana, de la cual la iglesia de Arbolí era sufragánea, y lo fue hasta muy tarde, seguramente hasta mediados de noviembre del año 1851. Se cree que el máximo poblamiento de Gallicant se produjo hacia 1920, con unos sesenta habitantes; el nomenclátor de 1936 refleja que había cuarenta habitantes.
En 1940 se fue el último vecino llamado el Eugenio de Cal Joanet. Sin embargo, el pueblo empezó a despoblarse ya después de la guerra civil, propiciado por las dificultades de vivir en el núcleo y su aislamiento, situado a más de dos kilómetros de Arbolí.
Los vecinos vivían de la modesta producción que les proporcionaba la tierra contigua a sus casas, así como de la tala de árboles y pinos, de la que obtenían carbón vegetal gracias al proceso del carboneig, que fue especialmente importante en las Montañas de Prades. Su proceso de abandono se desarrolló a lo largo de la primera mitad del siglo XX, concluyendo después de la Guerra Civil.
Entre las causas del abandono se cuentan la escasez de agua, que jamás llegara la electricidad y el aislamiento de su núcleo de población. Su éxodo comparte mucho con el de La Mussara.
La vida en Gallicant
Las ocho casas de Gallicant eran Cal Sargantana, Cal Matillo, Ca l'Anyep, Cal Bodro, Cal Casat, Cal Manuel, Ca l'Estudiantó y Cal Joanet. Cabe destacar que todas estaban construidas en una sola calle y formaban una unidad compacta, sin que nada las separara.
Actualmente, todas estas casas están deshabitadas y en fase de derrumbe total. Así pues, aunque las casas todavía se utilizaban en tiempos de cosechas, hacia la década de 1950 se empezaron a degradar y hacia el año 1960, cuando los últimos habitantes fueron a vivir a otros lugares, quedó completamente deshabitado. Se dice que el propietario que adquirió todo el conjunto de casas decidió sacar las tejas de los tejados y esto supuso la repentina desaparición del pueblo.
Como he mencionado antes, el lugar donde se construyó esta pequeña aldea agrupada de nueve casas es de gran belleza con unas vistas magníficas sobre Siurana y el Montsant. Las ocho casas de Gallicant, estaban construidas de forma alineada y formaban una unidad compacta, todas ellas están deshabitadas y en fase de total derrumbe.
A partir de la Guerra Civil las casas quedaron deshabitadas, aunque todavía eran utilizadas en tiempo de cosechas. A partir de la década de los cincuenta se inició la degradación de las viviendas hasta llegar a el estado actual.
Siete casas bien alineadas como una banda de siete tórtolas blancas, desiguales de altura y de espesor, miran la ancha soledad de unos sembrados, de cara al monte baldío, titán gris, aterrorizado y desgraciado. Son de espaldas a la inmensidad, al borde del surco profundo con vistas al río Siurana. No forman ni calle ni callejón. Sin iglesia, sin cementerio, puestas por un dedo del cielo, son iguales a siete criaturas desnudas, abandonadas en la grupa rojiza de un gigante corcel de piedra.
Los alrededores son pelados, roqueros y baldíos, planos de encima del risco, con el bosque pelado, como el caparazón de una novicia. Ningún monte ni risco los apoya. Ni de un bosque de hojas caducas, donde ni casa ni un árbol les hace cobijo, entregadas exactamente a sí mismas, ceñidas por el aire, festoneadas por el cielo.
El viento, en otoño, las azota, los últimos rayos de sol les da vida, en invierno las congela, la lluvia en la primavera, les lava la cara, el sol, en verano, las seca.
Josep Iglésies (1902-1986) escribió en 1929 en una guía sobre las montañas de Ciurana. “Gallicant, una hilera de ocho casas; una de caída todavía; frente al monte y de espaldas al corte del río Siurana, a cuyo borde casi es erguida. Está a 860 metros de altitud. Pertenece al municipio de Arbolí. Su porvenir está casi resuelto: en un período no demasiado lejano, el minúsculo agrupamiento será completamente abandonado. La tendencia de sus habitantes a dejarlo es muy manifiesta. Es también explicable. La vida, allí, debe de mostrar, a la fuerza, aires patriarcales y desnudos de toda ambición. Las familias deben tener, debido del aislamiento de este caserío, una íntima y casi exclusiva convivencia”.
A juzgar por lo que ocurre en la mayoría de los pueblos de las montañas de Prades, parece que en cada casa tiene que haber una familia y está con el pensamiento fugitivo hacia la llanura que languidece en el otro lado del monte alteroso.
Pero, contra todo agüero, de un año a otro, Gallicant no se despuebla desde hace muchos años, es que ya está despoblado. Recuerdos de la hilera de la media docena de casas que permanecían en el dorso de la montaña y las chimeneas fumaban, bajo claridades de tormentas llega a ser esquiva la blanca seguida de los siete pequeños edificios, las aves a parejas, lo rondan, un hombre anda por la única calle, la luz le ciñe la cintura y lleva el cielo a hombros, así debió ser la vida en Gallicant.
Los ciudadanos se adaptaban a la modernidad. Quizás más rápido que poco a poco, la gente empezó a abandonar los pueblos y masías de la montaña.
Gallicant no fue una excepción, al contrario; dicen que fueron de los primeros en marcharse. Se cerraron las casas. Unos no volvieron, habían ido muy lejos a vivir, quizás hacia Barcelona y alrededores, que ofrecían trabajo y buenas perspectivas de poder vivir mejor. Otros fueron a Alforja y a Reus donde empezaron una nueva vida.
La añoranza que tenían algunos hizo que muy a menudo, quizás al principio, todavía tuvieran una pequeña ilusión, y esto hacía que cada fin de semana subieran al pueblo, limpiaran la casa y procuraran tenerla en condiciones.
Pero eran épocas en las que todavía había pocos coches, debían tomar el autobús de línea que les dejaba en el collado de Alforja, y de ahí ir a pie hasta Gallicant, más o menos hora y media. Y esto pronto se hizo empinado, y cada vez más el espacio de tiempo se alargaba; primero iban cada mes, después por diadas señaladas y por último se olvidaron.
Por ley de vida, los mayores empezaron a desaparecer, ya los hijos ya los nietos ya no les tocaba de tan cerca. Pronto el tiempo empezó a hacer de las suyas. Primero el viento levantó una teja, después la lluvia deshizo la argamasa de arena y cal que aguantaba las piedras que, puestas una a una, habían formado las paredes maestras de las casas.
Ahora cae una, después cae otra y, así, poco a poco se convirtieron en un montón de rocas. Lo que eran unas casas bien alineadas, ahora podríamos decir que son siete montones de escombros no muy bien alineados.
En la actualidad, y en lo que se refiere al estado de conservación del núcleo, sólo quedan los restos de lo que había sido un pueblo lleno de vida. Así pues, más allá del magnífico paisaje, sorprende su completo aislamiento y derrumbe.
Por otra parte, son varios los portales informativos que hablan de la compra de Gallicant por parte de un grupo de personas con la intención de repoblar el núcleo. Sin embargo, ahora hay un proyecto de rehabilitación donde informo en un apartado más adelante.
Pinturas rupestres
Las pinturas del abrigo de Gallicant fueron descubiertas en 1985 por dos aficionados a la arqueología del pueblo de l'Alforja. Uno de ellos, Miquel Salvador, comunicó el hallazgo a Ramon Viñas y en el verano de 1988 le acompañó a ver el conjunto. En esta visita se comprobó la autenticidad de las pinturas y se realizaron las primeras fotografías.
Posteriormente, R. Viñas informó al Servicio de Arqueología de la existencia de las pinturas y se le encargó el trabajo de documentación. El 16 de noviembre de 1988 Viñas realizó una nueva visita al abrigo junto a Josep Castells e inició el calco del friso.
Durante el año 1988 las pinturas fueron objeto de una documentación exhaustiva, dentro del Proyecto Corpus de Pinturas Rupestres de Cataluña llevado a cabo por el Servicio de Arqueología del Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña.
Descripción de las pinturas
El abrigo de Gallicant configura una cavidad de unos 10 m de ancho, 8 m de profundidad y 5 m de altura, orientada al oeste. Su interior presenta una plataforma natural de 1 m de altura y una pequeña cueva de sección semicircular que prolonga el abrigo, en este punto, en 3,5 m más, con una altura media de 1 m.
En este abrigo, que posiblemente fue utilizado desde la época medieval, se observa un muro exterior de piedra seca que lo cierra y los restos de pilares construidos con piedra y barro, visibles en los extremos de los diferentes niveles que forman el suelo: zona inferior externa, zona interior intermedia y sobre la plataforma interior.
Las pinturas, dos pequeños grupos de restos en vías de desaparición, se encuentran a la mitad derecha de la pared del fondo y por encima del nivel de la boca de la pequeña cueva. El primer grupo, el más importante, está en la zona izquierda de la cueva, entre 1,1 y 1,75 m del suelo, ocupando un área de unos 80 x 80 cm. En la parte derecha de la cueva (pared sur) ya 3,1 m del grupo anterior, se distingue el segundo grupo pictórico, situado entre 1 y 1,2 m de altura sobre la base de la plataforma.
En total se han documentado 18 elementos pictóricos de estilo esquemático y abstracto. Salvo dos figuras antropomorfas, la mayor parte de los motivos son de difícil interpretación: digitaciones, líneas y restos de pigmento.
Las figuras presentan diferencias técnicas (digitación, trazo simple y tinta plana) y cromáticas (rojo, rojo-castaño, castaño-rojizo, anaranjado-rojizo y rojizo).
El campamento militar los Castillejos
Construido el 1950 en honor al General Prim, el Campamento Militar de Los Castillejos fue un complejo militar situado en el término municipal de Arbolí, a escasos kilómetros de Gallicant. En él se impartió la Instrucción Premilitar Superior (IPS), una modalidad del servicio militar dirigida a titulados superiores que aspiraban a obtener el grado de suboficial u oficial.
En sus más de 650 hectáreas había una cantina, comedor y duchas, así como una piscina olímpica, un campo de fútbol y un cine. Estas instalaciones eran disfrutadas por los más de 5.000 estudiantes de primer y segundo curso, cuyo servicio se repartía a lo largo de 10 meses y finalizaba con la Jura de Bandera celebrada en la plaza de armas.
La presencia de dichos estudiantes revitalizó la economía de Arbolí, así como la de Gallicant. A la aldea se acercaban los jóvenes a encargar comidas o el lavado de sus ropas a cambio de dinero, sin embargo, el proceso de abandono se consumó poco después, en los años sesenta.
La última promoción que acogió el campamento fue la de 1972. A partir de entonces, fue utilizado por otras unidades militares hasta su abandono definitivo con la llegada del nuevo siglo.
Pesebre viviente en Gallicant
Hubo una época que se celebró un Belen viviente. Era la tarde del sábado 22 de diciembre de 1973 que una treintena de jóvenes, con la ilusión de algo nuevo, de un acto colectivo nuevo, comenzaban la primera caminata, carretera arriba, hacia la villa de Arbolí.
Era un pomo de juventud ilusionada, de la población de Borjas del Camp, portadora de un sencillo diorama que otros jóvenes habían construido, alegórico al nacimiento del Niño Jesús en el portal de Belén.
Y mientras los jóvenes y adolescentes caminaban, otro grupo de borgenques, con algunos años más, estaban trabajando en la antigua abadía de aquella simpática villa, entonces convertida en Casa de Colonias Sant Pau, en la preparación de una escudella catalana como cena colectiva y de las pasas e higos y nueces y aceitunas y turrones y vino para la verbena, no sólo para los jóvenes caminantes, también para la concurrencia que llegaría al anochecer, con coches desde las Borges y también de los vecinos de la villa de Arbolí, que quisieron sumarse a la fiesta prenavideña.
Fue el primer año y fueron viniendo más de belenes y el entusiasmo de la juventud no soltaba y el de las personas que la organizaban tampoco. Hay que decir que, para poder celebrarla, todo el mundo que subía a la fiesta pagaba el coste de la cena y de la verbena, salvo los vecinos de Arbolí. Algunas de las viandas que ponían en la escudella las obsequiaban las tiendas.
Al día siguiente, la fiesta era campesina, con la Misa de pastores en la cima del monte, con frío o con sol, pero entrañable, emotiva y devota. Después, el almuerzo abajo, en Gallicant, acabando haciendo cagar el Tió. El entusiasmo de organizar este velatorio llevará hasta el séptimo pesebre. Así se hizo ese 22 de diciembre de 1979, fue el último año de celebrar la fiesta sabatina.
La posible recuperación de Gallicant
La recuperación de Gallicant está en marcha, el apartado enclave en el que emerge una aldea abandonada, ha recibido un impulso tras resolverse el informe de impacto ambiental y aprobarse el plan de gestión y mejora forestal de la finca de 262 hectáreas, a caballo entre las comarcas del Baix Camp y el Priorat.
Tras un largo proceso que ha culminado con la luz verde de la Generalitat, los promotores pondrán ahora en marcha una serie de actuaciones encaminadas a la protección de la biodiversidad y a promover la agricultura, en concreto la plantación de viña.
En un futuro, se prevén reconstruir las viviendas, ahora en ruinas, que conformaban este pueblecito a cerca de 900 metros de altura, entre los términos municipales de Arbolí, La Febró y Cornudella de Montsant.
Este es un proyecto ambicioso, de pausada ejecución, que abarca muchos ámbitos y que ansía demostrar la viabilidad de la vida rural en consonancia con el respeto al medio ambiente. Una suerte de regreso al pasado, pero con los conocimientos del siglo XXI.
Los promotores, agrupados en la sociedad Masos de Gallicant, quieren culminar un proyecto armónico con el lugar y que potencie las sinergias, algo así como un laboratorio de ideas para fomentar la confluencia entre la protección de la biodiversidad del bosque, la agricultura y la formación ambiental. Ahora se están diseñando itinerarios temáticos abiertos a escuelas y al público en general para dar a conocer las especies que afloran en las diferentes estaciones del año, el paisaje y el patrimonio arqueológico. Ojalá sea una realidad.
¿Quieres saber más?Enlaces de interés
1https://www.lospueblosdeshabitados.net/search/label/Gallicant
2https://caminoconsantiago.com/gallicant-pueblo-abandonado/
3https://www.poblesabandonats.cat/fitxes/102
4https://www.poblesabandonats.cat/images/content/3361/207/207628-text-de-l-article-292718-1-10-20101230-1650470133-31107-2023.pdf
5https://www.poblesabandonats.cat/images/content/904/207/302508-text-de-l-article-451454-1-10-20170125-1666376584-61673-2023.pdf
6https://www.poblesabandonats.cat/images/content/1975/207/389765-text-de-l-article-564399-1-10-20210707-1-1666376910-64293-2023.pdf
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