* La autora forma parte de la comunidad de lectores de La Vanguardia
En esta época del año, en el huerto del monasterio de Pedralbes de Barcelona, la planta de la calabaza del peregrino está a tope de flores femeninas y masculinas, que he retratado para este reportaje en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia.
Este año tiene más floración y debido a la sequedad dos factores la afectan: no tiene sus flores muy bonitas y la polinización falla, debido a la disminución de insectos.
Cabe decir también que, en este año de sequía, hay menos libélulas y mariposas en el huerto y en los jardines del monasterio de Pedralbes.
Pero, volviendo a las flores de calabaza, la naturaleza quiso que hubiera unas masculinas y otras femeninas, de forma que, para que se produzca el milagro de su reproducción, necesitan la asistencia y ayuda de los insectos polinizadores, especialmente, de la abeja.
¿Cómo funciona este proceso de reproducción asistida? Para empezar, la flor masculina se abre, atrayendo a las abejas, a cuyas patitas se adhiere el polen.
A continuación, las abejas se van zumbando hacia la flor femenina donde cae un poco del polen que han recolectado en la masculina.
Tiempo después, la pequeña base de la flor femenina se convierte en una nueva calabaza, cosa que agradecemos todos los que nos gusta comérnosla.
Ya sean variedades de verano, como calabacín, calabaza de cuello torcido, calabaza amarilla recta, o de invierno, como calabaza moscada, calabaza espagueti y calabaza bellota, todas las calabazas tienen una flor macho y una flor hembra. Y una abeja que las asista en su reproducción.
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