El otro día, en un entierro, estábamos en ese momento en que se recuerda al difunto con amor y respeto cuando una persona vio la oportunidad de robar diversos objetos. No se trata solo de un acto delictivo, sino de una violación de la dignidad de quienes han partido y del dolor de quienes los lloran.
Un entierro es una despedida, un instante sagrado en el que la memoria, el respeto y la empatía son primordiales. Quienes cometen estos robos no solo se apropian de bienes ajenos, muestran que carecen de valores imprescindibles.
Maria Olmos Caballero
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