Españoles en el Brexit: “Ha habido una conspiración de silencio”
La Mirada del Lector
“Se ha excluido a nueve millones de adultos, a quienes se sustrajo el derecho legítimo a decidir, pese a que contribuyen a la sociedad británica con su trabajo e impuestos”
Los emigrantes españoles en el Reino Unido continúan compartiendo en La Mirada del Lector de La Vanguardia sus experiencias sobre cómo están viviendo el proceso del Brexit, más aún cuando ya está casi en marcha.
Después de la victoria electoral de Boris Johnson, que le dio carta blanca para aplicar su plan para que los británicos abandonaran la Unión Europea, este 31 de enero, a las 12 de la noche hora de Bruselas (las 11 en Londres), el Reino Unido se irá definitivamente.
Arturo Ezquerro (psiquiatra, psicoterapeuta de orientación psicoanalítica, y grupo analista) es profesor en el Instituto de Grupo Análisis, y ha sido Jefe de los Servicios Públicos de Psicoterapia en el distrito de Brent, Londres (primer español en conseguir este tipo de jefatura). Es autor de más de 70 publicaciones, incluyendo los libros ‘Encounters with John Bowlby’ (Routledge) y ‘Relatos de apego’ (Psimática).
“Con motivo de la inminente salida de Reino Unido de la Unión Europea, este viernes 31 de enero, comparto este artículo, titulado ‘Brexit: ¿sensatez o locura?’, con algunas de mis reflexiones como psiquiatra español tras 37 años de ejercicio profesional en Londres”, afirma Arturo Ezquerro.
La crónica
Arturo Ezquerro: “La ley del referéndum fue arbitraria y excluyente”
El Brexit ha sido descrito como un ejemplo de sensatez democrática por unos y de locura colectiva por otros... Muchas personas me han preguntado, como psiquiatra, si es posible deshacer este entuerto, que será el tema central de mi cuarto libro.
En su programa electoral para las elecciones generales de Reino Unido en 2010, el líder conservador David Cameron prometió reducir la inmigración en “decenas de miles”.
Esto contribuyó a acrecentar la hostilidad hacia los inmigrantes (sobre todo los de los países del Este de Europa) que fue fomentada conspicuamente por las políticas anti-migratorias de Theresa May, durante su periodo como Ministra del Interior.
Además, con su promesa, Cameron respaldó las actitudes belicosas y xenófobas de rechazo a la inmigración por parte del grupo de extrema derecha UKIP (partido para la independencia de Reino Unido).
La libre circulación de personas, una de las piedras angulares de la Unión Europea, se convirtió en el enemigo a batir”
Para asegurarse su re-elección en 2015, Cameron prometió convocar un referéndum con una pregunta simplista que no dejaba más opción que la salida o la permanencia.
Así se inició el culebrón del Brexit: Cameron quería atraer a los votantes del UKIP y silenciar a los ruidosos euro-escépticos de su propio partido conservador. Sin embargo, la estrategia para asegurar el voto de permanencia fue inefectiva e incompetente; la convocatoria fue torpe; el momento de hacerla totalmente equivocado.
De hecho, en los meses anteriores al referéndum de junio 2016, Cameron exigió a Bruselas concesiones sobre la inmigración. Sólo fue aceptada una parte de su demanda.
Este rechazo parcial propagó sentimientos anti-UE, especialmente en las zonas rurales y pequeñas ciudades de Inglaterra.
Además, Cameron y su gobierno menospreciaron el riesgo de que muchos votantes del partido laborista percibiesen el referéndum como una oportunidad para vengarse de quienes les habían infligido las políticas de austeridad.
La ley del referéndum aprobada en el Parlamento en 2015 fue arbitraria y excluyente: permitió votar a ciudadanos de la Commonwealth pero negó el derecho a decidir a unos nueve millones de adultos (de los cuales más tres millones son ciudadanos de la Unión Europea con residencia permanente en Reino Unido), a pesar de las consecuencias que el resultado podría tener en su vida y en la de sus familias.
Hay serias dudas, sobre las que apenas se ha hablado, acerca de la legitimidad y calidad democrática del referéndum de 2016”
Decir que el 52% de la sociedad británica votó a favor del Brexit es engañoso. En realidad, esa cifra corresponde únicamente al 37% de aquéllos a quienes arbitrariamente se les incluyó en el electorado, y tan sólo representa al 32% de todos los adultos que viven en el país y al 26% de la población (de los 66 millones de habitantes, 17 millones votaron a favor del Brexit).
La exclusión de nueve millones de adultos a quienes se sustrajo su derecho legítimo a decidir fue una decisión injusta que puede justificarse en términos democráticos. La mayoría de los políticos y de los medios de comunicación ingleses han omitido este extravío, como si se tratara de una conspiración de silencio.
Los excluidos son en teoría parte integral de la sociedad británica, a cuyo bienestar contribuyen con su trabajo y sus impuestos; pero han sido marginados.
Una democracia que excluye y margina deliberadamente a un grupo completo de ciudadanos, que pertenecen a su comunidad política cotidiana, no tiene suficiente legitimidad.
Para vergüenza de Inglaterra, en el referéndum sobre la independencia de Escocia, en 2014, se permitió votar a todos los residentes adultos (incluidos los ciudadanos europeos).
El referéndum sobre el Brexit ha dejado otros datos para la reflexión. El 64% de mayores de 65 años votó por la salida mientras que el 71% de jóvenes entre 18 y 25 años votó por la permanencia.
Es decir, los 'abuelos' (muchos de los cuales han fallecido) decidieron con su voto el futuro de sus 'nietos' (adultos jóvenes)”
Por otro lado, la mayoría de mujeres (que en general son más sensatas que los hombres) votaron a favor de la permanencia.
Hubo otra división en términos de logro educativo. Entre las personas que no pasaron más allá de la educación obligatoria (el equivalente a la ESO en España), el 70% votaron a favor del Brexit; mientras que el 68% de las personas con un título universitario y el 90% de los académicos británicos votaron a favor de permanecer en la Unión Europea.
También cabe destacar que la mayoría de los territorios con autonomía política en Reino Unido votaron por la permanencia en porcentajes abrumadores: 96% en Gibraltar, 62% en Escocia, 60% en Londres, 56% en Irlanda del Norte. El Brexit sólo ganó en Inglaterra (53%) y en Gales (52%).
Sin embargo, el caso de Gales tiene un matiz curioso. Aunque la mayoría de la población nativa votó por la permanencia, ocurre que más de la cuarta parte de la población de Gales son ingleses; muchísimos de ellos se mudaron allí después de la jubilación y votaron masivamente por la salida de la Unión Europea.
Sin duda, el Brexit es fundamentalmente un golpe inglés. Como consecuencia, Escocia ha solicitado un segundo referéndum de independencia e Irlanda del Norte podría solicitar un referéndum sobre la reunificación de la isla de Irlanda”
Desde la experiencia de cuatro décadas de vida y de trabajo en Londres, me aventuro a plantear la hipótesis de que el movimiento Brexit se ha ido configurando y perpetuando a través de una constelación de complejas dinámicas grupales y de sentimientos encontrados, que han convergido gradual e insidiosamente.
Destacaría sobre todo los siguientes factores:
— la hostilidad hacia los inmigrantes, acrecentada por la crisis migratoria en las costas de Europa;
— la nostalgia (en parte supremacista) de siglos de imperio soberano;
— el resurgimiento del nacionalismo inglés;
— la división entre las grandes ciudades y el resto;
— las divergencias generacionales;
— unos niveles inaceptables de desigualdad y desapego social;
— el desdén por los pobres y los desfavorecidos...
La lista es más larga. Como telón de fondo está la crisis financiera global, así como la propaganda persistente y mendaz contra la Unión Europea por parte de los medios de comunicación.
Por ejemplo, uno de los eslóganes más populistas de la campaña a favor del Brexit hacía creer a la gente con menos recursos el siguiente bulo: Bruselas ‘nos roba’ 350 millones de libras esterlinas por semana, algo completamente falso. Resulta inexplicable que la Unión Europea no interviniese en defensa de la verdad.
Teniendo en cuenta que todos esos factores interrelacionados eran suficientemente visibles, ¿por qué nadie persuadió a David Cameron de que abrir el melón (convocando un referéndum para auto-afirmarse y haciendo campaña para que la gente respaldase el ‘estatus quo’ tras años de crisis) era una provocación que podría conducir al desastre? ¿E chi lo sa?
En 1975, el primer ministro laborista Harold Wilson convocó un referéndum similar respecto a la entonces Comunidad Económica Europea; pero se cuidó mucho de explicar con claridad y honestidad las ventajas e inconvenientes de la salida o de la permanencia”
De este modo, la sociedad británica pudo decidir sobre la base de una información y un debate fiables. El 67,2% de los votantes se decantó por la permanencia. Wilson es un ejemplo de buen estadista; Cameron un enigma.
A un nivel más profundo, el Brexit tiene menos que ver con la relación entre Reino Unido y la UE que con la relación de Reino Unido consigo mismo.
Brexit es en parte la proyección hacia fuera de una agitación política interna, para la cual la UE se ha convertido en un chivo expiatorio idóneo.
El eslogan repetitivo “Brexit significa Brexit” indica que el significado está fundamentalmente en la salida (British-exit), no en lo que se deja o en cómo se deja.
Desde una perspectiva del apego humano y de las dinámicas grupales, este drama de salida podría interpretarse como una crisis de identidad; una incertidumbre de pertenencia; una dificultad para conectar con los demás; un conflicto imaginario entre ellos y nosotros.
En definitiva, una crisis de apego al grupo.
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