La Europa de las libertades acababa allí donde empezaba el control próximo o remoto del Kremlin. Así lo hemos conocido desde que Napoleón cometió la temeridad de conquistar Moscú en 1812 y regresar derrotado con más de medio millón de soldados franceses muertos en acciones de guerra o en las tierras heladas de las estepas rusas.
El país más extenso del mundo, con once franjas horarias y con una población que no pasa de los 150 millones de habitantes, es inseguro. Un general de la zarina Catalina II decía que Rusia no estaría tranquila hasta que en los dos lados de sus fronteras solo hubiera soldados rusos. El país más grande es el más inseguro. Solo tiene tres salidas al mar (Ártico aparte): por San Petersburgo, por el mar Negro y por Vladivostok en el Pacífico. Las tres vías a los mares y océanos son problemáticas.

Hitler lo intentó de nuevo y fracasó por razones estratégicas muy parecidas a las de Napoleón. Al caer el muro de Berlín en 1989 se descomponía el gran imperio soviético causando, en palabras de Putin, la mayor tragedia del siglo XX.
Rusia perdió. Pero Rusia existe, es muy grande, y Putin no acepta que la influencia occidental europea ocupe los países que formaron parte del imperio zarista y luego soviético desde el siglo XVI. La guerra en Ucrania es sobre las fronteras de Rusia y sobre la penetración de la cultura democrática europea y occidental en tierras eslavas.
La pregunta que surge nuevamente en estos tiempos de guerra iniciada unilateralmente por Putin en Ucrania es si Rusia es o no europea. No hay duda de que el canon cultural europeo se empequeñecería sin la aportación de Tolstói, Dostoyevski, Chéjov, Turguénev, Pushkin, Chaikovski, Shostakovich, Pasternak, Solzhenitsin, Sájarov y tantos otros que cultivaron a su manera el cosmopolitismo que se había fraguado en París, Berlín, Viena, San Petersburgo, Londres, Barcelona, Roma... desde las revoluciones fallidas de 1848. En este sentido, Rusia forma parte incuestionable de la civilización europea.
Ni Trump ni Putin pueden decidir el futuro continental sin contar con Ucrania y con Europa
Por esta razón la guerra en Ucrania es una guerra europea, como tantas que se han librado en el continente desde la caída de Roma hace más de quince siglos. La diferencia entre la Rusia eterna que quiere recuperar Putin, con Ucrania incluida, y la Europa que es fruto de la revolución gloriosa inglesa de 1688 y la francesa de 1789 no se han materializado ni en la Rusia de los zares, ni en la soviética ni en la de Putin. Gorbachov fue un intento fallido que la mayoría de rusos desaprueban.
La OTAN posiblemente no calculó los riesgos de prometer la incorporación de Ucrania y Georgia a la Alianza Atlántica. La primera es considerada la cuna de la Rusia antigua y la segunda fue la patria de Stalin. No se firmó ningún acuerdo, pero Putin consideró que era un ataque directo a la seguridad de su país.
Y en el momento propicio, ahora hace tres años, invadió un país soberano después de haber anexionado la península de Crimea en el 2014, que formaba parte de Ucrania. Putin no contaba con la resistencia del ejército y el pueblo ucranianos ni con la debilidad y el caos de sus fuerzas armadas. Sería un error de cálculo de Trump dar a entender que tiene amistad con Putin y que juntos pueden parar la guerra en Ucrania para dar un tiempo prudente para firmar la paz o el armisticio. Sin los ucranianos y sin Europa.
Si algo ha conseguido la impetuosidad y el matonismo de Trump en resolver él solo los problemas del mundo es una firmeza que estaba desfigurada en los países europeos para despertar y hacer frente a los posibles cambios de fronteras impulsados por Putin, para recuperar tierras que considera rusas. Los tres países bálticos y Polonia están en primera línea y mucho más preocupados que los que estamos en naciones más alejadas del conflicto. El eje París-Berlín-Londres aglutina un núcleo de resistencia al que se sumarán España, Italia, Países Bajos, Finlandia, Suecia y los pequeños estados de Europa central. Si Hungría y Eslovaquia se quedan fuera, no se les podrá forzar. Y si Trump prescinde de Europa, no tendrá ni el apoyo ni la complicidad de los autócratas de Rusia y de China. La civilización europea tiene que evitar una nueva guerra civil.