El péndulo se desplaza. La historia se acelera en un radical cambio de vías. Los cimientos del cambio son dos: por un lado, la guerra cultural que ha polarizado las visiones de la condición humana. Y, por otro, las corrientes geopolíticas que se han consolidado después de que Estados Unidos huyera de Afganistán a toda prisa, con el rabo entre piernas (verano del 2021). Hoy hablaremos de estas corrientes geopolíticas.
Los americanos abandonaban Afganistán, que habían invadido en otoño del 2001 como respuesta desaforada a los atentados contra las Torres Gemelas. Fue una huida vergonzante, que dejó a la intemperie a las mujeres y los aliados de Kabul. De los muertos y la destrucción causada en busca de Bin Laden y de los infructuosos enfrentamientos con los talibanes apenas se habló. Aquella fuga fue ordenada por Joe Biden. Si ahora Trump, caracterizado como un malo de película, deja colgados a los pobres ucranianos y lo hace brutalmente, las formas de Biden, caracterizado entre nosotros como un anciano progre y bien intencionado, no fueron ofensivas, pero sí tan obscenamente cínicas como las de Trump.
Los imperios no tienen moral, sino intereses, y son indiferentes a las lágrimas de cocodrilo
Dejando a un lado las cuestiones éticas (los imperios no tienen moral, sino intereses, podría haber dicho lord Palmerston, y, por supuesto, son indiferentes a las lágrimas de cocodrilo que nuestra opinión pública fabrica con tanta afición como inconstancia), esa fuga de Afganistán fue la oficialización de la impotencia americana. La precipitada fuga equivalía a una inmensa pancarta que proclamara a los cuatro vientos: “No podemos controlarlo todo, a partir de ahora, los americanos solo actuaremos en el mundo si afecta a nuestros intereses”. Es durante la presidencia de Biden que el imperio americano revela con claridad su impotencia global y su decisión de tomarse con filosofía, siempre que no estorbe a sus intereses, los movimientos de las potencias emergentes.

No es casualidad que, pocos meses después (febrero del 2022), Rusia invada Ucrania. Un año largo después (septiembre del 2023), Turquía (con el curioso apoyo de Israel) ayuda a Azerbaiyán a eliminar la república de Artsaj (Nagorno-Karabaj), lo que provocará el éxodo y una nueva limpieza étnica de armenios (un hecho trágico que pasó por completo desapercibido). Más tarde (octubre del 2023), un sangriento atentado de Hamas desata la hibris de Israel, que emprende la guerra de destrucción y limpieza de Gaza.
Finalmente, en diciembre del 2024, los rebeldes en Siria consiguen derribar el régimen de El Asad con apoyo de la musculosa Turquía (y con la ambigua colaboración de Qatar, que ha estado presente en todos estos episodios: entrega las llaves de Afganistán a los talibanes, ampara a los líderes de Hamas y financia las campañas turcas a cambio de protección militar: es un país riquísimo, pero minúsculo y rodeado de rivales pantagruélicos). Ya Barack Obama, tan elegante, había reclamado a los europeos hacerse cargo de su defensa. Eso mismo repitieron Trump y Biden. Ahora Trump nos obligará a puñetazos, si es necesario. Este es el sentido del discurso de J.D. Vance, el joven vicepresidente, vinculado a Peter Thiel, uno de los señores feudales de la tecnología y filósofo partidario del retorno a una especie de antiguo régimen estamental, donde la democracia, la economía y la estrategia del futuro estén tuteladas por la tecnocracia.
El escenario que conocíamos se derrumba. Nos llevan, al parecer, hacia una especie de nueva Yalta donde algunos pequeños imperios oportunistas como el turco apostarán fuerte. Las nuevas élites americanas aspiran a un régimen de tutela aristocrática y no quieren distraerse con enemigos impotentes como Rusia de la competencia decisiva con China. ¿Rusia, impotente? Tres años después, Putin apenas mordisquea la periferia de un país frágil como Ucrania. Esta guerra es un fracaso ruso, como lo son la caída de El Asad y el retroceso de sus aliados armenios. No, no es correcta la comparación de la invasión de Ucrania con los Sudetes de Hitler. Putin es globalmente débil, y la nueva élite estadounidense lo sabe. Ahora mismo, lo que esta élite persigue es desencolar Rusia de la protección china. Putin solo será un problema para la UE si los europeos, más débiles incluso que Rusia, y castigados por los parientes americanos, somos incapaces de tomar conciencia de la severidad de los nuevos tiempos.