De un tiempo a esta parte, cuando asisto en Madrid a cenáculos con empresarios y gente influyente de la capital, los diálogos se centran más en analizar el papel de Alberto Núñez Feijóo que en perder el tiempo en las ya habituales críticas a la gestión del Gobierno de Pedro Sánchez. Como en las tertulias de fútbol, donde quien más quien menos lleva un entrenador dentro y se atreve a opinar sin rubor cómo debe jugar su equipo, hoy en Madrid el debate favorito es sentenciar sobre lo que tiene que hacer Feijóo. Que si tiene que centrarse, que si tiene que naturalizar a Vox, que si tiene que ser fiel a sí mismo, que si tiene que ser más radical como Isabel Díaz Ayuso, que si tiene que hablar más de gestión… Todo el mundo se siente capacitado para decirle a Feijóo cómo debe hacer su papel. La mayoría lo hace con la voluntad de ayudarlo porque quieren verlo de presidente del Gobierno. Sin embargo, tanto consejo para salvar al soldado Feijóo puede llevarle a la desorientación.
El Feijóo de Madrid se parece poco al presidente de la Xunta. Seguramente cuando fue más fiel a sí mismo fue cuando llegó a la capital y dijo aquella famosa frase: “No he venido a insultar a Sánchez. Vengo a ganarlo”. A partir de aquí, el Madrid DF le ha arrastrado a seguir un guion de agresividad que no es el que nos tenía acostumbrado en Santiago. Y eso que el dirigente popular ha querido ser fiel a sus esencias y por eso su equipo clave sigue siendo la misma guardia de corps que tenía en Galicia.

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo
Hay que tener en cuenta que ni José María Aznar ni Mariano Rajoy tenían a su derecha a un partido tan asentado como Vox. Y aunque Esperanza Aguirre también fue un tormento para Rajoy, el capital y la influencia de Ayuso son mucho mayores.
En fin, no es nada fácil acertar con el estilo de oposición que Feijóo debe hacer. Soy de los que piensan que las elecciones las pierden los gobiernos y no las ganan los partidos de la oposición. Por tanto, quizá lo que tendría que hacer el político gallego es relajarse y no querer estar cada día en los papeles para exigir la cabeza de Sánchez como si no hubiera un mañana. Pero no caigamos nosotros en la misma trampa que criticamos. Hay que dejar a Feijóo en paz y a ver si acierta con la última bala que le queda.