Para llegar al público, el manual dice que los mensajes deben ser claros, concisos y que promuevan la interacción. Si la gala de los premios Goya es más larga que la de los Oscars, las redes aplauden a Maribel Verdú cuando grita: “Esto es muy largo. Vámonos ya”. Si Richard Gere llama “matón” a Donald Trump, se sonríe complaciente; si Salva Reina recoge su premio al grito de ¡Por la vivienda!, el cabezudo explota cuando aparece AirBnb como patrocinador televisivo de la ceremonia.
Los discursos políticos bien armados indigestan en el fast food digital, donde manda la recirculación. Por eso, los partidos y sus líderes se han abonado a las frases cortas y las palabras compuestas que pretenden cuajar en el diccionario digital. El PSOE, por ejemplo, se lanza con la tecnocasta o el fachaparty y aprovecha las oportunidades de la IA y los vídeos virales para vender sus políticas pese al riesgo de colisión.
“España adelanta por la izquierda y Montoya lo sabe”. Ligar la subida del salario mínimo y la bonificación del transporte público con la carrera del concursante de La Isla de las Tentaciones, perseguido por Sandra Barneda al grito de “Montoya, por favor”, es un salto mortal. No hubo descalabro del community manager del PSOE porque tiene por costumbre bloquear los comentarios de sus mensajes más polémicos en X. Pedro Sánchez apunta a las redes sociales como uno de los males actuales de la democracia, pero ahí está, en busca de interacciones sin pensar en las contradicciones.
Menos ambiciosos fueron los millones de mensajes que en una semana han convertido a José Carlos Montoya en ganador del Goya digital al “mejor actor revelación” y su sprint por la playa en Samaná en “el mejor montaje”, léase meme. La resistencia del vídeo sorprende a los expertos: “Aún está ahí. Día 6”, se leía ayer. “Es cine”. La cuenta de Netflix se apunta a la serie digital, pero la historia no pasaría del episodio piloto, y no es apta para el público de Disney+. Han bromeado con Montoya el Atlético de Madrid, el Borussia de Dortmund, el Mónaco, el Ajax, los Brooklyn Nets, la Formula 1, Moto GP, la Liga Endesa de Baloncesto, las federaciones de atletismo, el US Open… , PlayStation, la Fnac y hasta PCcomponentes: “Todo tiene arreglo, excepto el alma de Montoya. Nuestra garantía no cubre ataques de ira”. El propio Montoya se ha propuesto para actuar en la próxima Superbowl.
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La famosa carrera de José Carlos Montoya por la playa
Hay quien ve a los niños del cuadro de Sorolla Corriendo por la playa, Valencia; quien invoca la tragedia de Hamlet y hasta a Federico García Lorca ante tanto dolor: “Me has destrozado por el papa frita que tiene una gambita”. El empoderamiento femenino al traste en una frase y ni rastro de cultura de la cancelación, pero los clics no paran.
La escapada del concursante suma más de 200 millones de reproducciones -tuvo 1,4 millones de espectadores en directo- dando la primera alegría a Mediaset en mucho tiempo. En su máquina de reciclar personajes e historias, el enésimo capítulo pasó ayer por sancionar a Montoya por su “huida” de Villa Montaña a Villa Playa en busca de su ¿novia? Anita y el gambita.
El año pasado una de las “solteras” del programa descubrió en TikTok lo evidente. “Está claro que la mitad es mentira o está exagerado”. Irene Rodríguez era una de las “tentadoras” que pasó por Villa Playa sin pena ni gloria y buscó polémica en las redes: “No pagan bien”. Según algunos youtubers, las parejas de concursantes cobran cada uno entre 1.000 y 3.000 euros -dependiendo de su grado de fama- por un mes de grabaciones, y los “tentadores”, 900 euros. El negocio llega después, si son capaces de capitalizar su exposición pública con seguidores en las redes y nuevos contratos. Clic, clic, clic.
Ahí está Montoya. Conserje de un hotel en Utrera, candidato en las elecciones municipales por una coalición de Ciudadanos y un partido local, intérprete en El Chiringuito y Sálvame con hits para salir corriendo: Vaya tela con Manuela, Conchita la chica pija. Ha pasado por Mujeres, hombres y viceversa, participó en el reality británico The languaje of love, poniendo a prueba sus capacidades lingüísticas, y El Conquistador, en La 1. Quería dejar de ser un objeto sexual… y echó a correr en La Isla de las Tentaciones.
Ahora se ve y siente “fatiguita” después del carrerón. En el guion, se echa de menos al Montoya de los boomers, el espadachín de La princesa prometida que pocos recordaron en las redes. “Mi nombre es Íñigo Montoya. Mataste a mi padre. Prepárate para morir”. Un mensaje claro, conciso y que promueve la interacción. Tiembla, gambita…