El negocio de la música ha cambiado. La venta de soportes físicos ha casi desaparecido en beneficio de las plataformas de streaming, que ganan poco dinero y reparten aún menos, lo que provoca que el modus vivendi de los artistas dependa del directo. 31 FAM, uno de los grupos revelación en el panorama musical catalán, ha conseguido este año 22 millones de reproducciones en Spotify, por las que la plataforma habrá pagado 3.400 euros por millón. La mayoría quedará en manos de intermediarios y apenas un 16% llegará al artista, así que el exitoso 2024 habrá supuesto solo 12.000 euros para 31 FAM, a repartir entre sus seis miembros. 165 euros al mes para cada uno, que además cobrarán con una demora de hasta medio año. Con esto no se vive.
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Ahora los artistas dependen del directo para ganarse la vida, pero también para conseguir visibilidad. Las plataformas reciben cada día 100.000 nuevas canciones y ya es casi imposible destacar en ese maremágnum. Por si fuera poco, cada vez hay más canciones hechas con IA, sin ningún artista. En el mundo musical digital los humanos compiten con los robots tanto en ingresos como en visibilidad.
Dylan, Springsteen, Sting o Shakira ya han vendido los derechos de su música y han puesto el foco en las giras. La música en directo factura más de 600 millones de euros en España, con el liderazgo de Barcelona, y desde el 2014 el sector crece a doble dígito con la previsión de continuar haciéndolo al 15% los próximos años, y hay serios movimientos empresariales que han provocado que nuestros principales eventos y operadores queden bajo el control de grupos de inversión y multinacionales.
La oportunidad pide un plan. Los festivales han dado protagonismo a Barcelona, pero la ciudad carece de infraestructuras. Solo el parque del Fòrum permite organizar grandes actos, pero es un solar al aire libre en el que cada vez hay que montar y desmontar todo lo necesario. Muchos conciertos van al Palau Sant Jordi, pero fue pensado para el deporte y el sonido es realmente malo. Razzmatazz, Paral·lel 62 o Apolo suenan bien, pero su aforo es de apenas 2.000 personas. La mejor calidad acústica de la ciudad está en El Molino, con solo 200 plazas. La ciudad y la administración deberían apostar por una buena infraestructura y por un operador local estratégico.
Además, la música en directo es el motor de un ecosistema empresarial auxiliar. Los actos en directo, no solo los musicales, están en una profunda transformación digital y ecológica que crea oportunidades. Hay mucha innovación en sistemas de acceso, seguridad, experiencia de usuario o gestión de residuos, y Barcelona dispone de operadores musicales, centros tecnológicos, entornos emprendedores y grupos de investigación especializados capaces de generar nuevas ideas y empresas que si demuestran poder trabajar en referencias tan potentes como Sónar, Cruïlla o Primavera serán respetadas y aceptadas en los mercados internacionales.
Puede que haya futuro en las baterías de coches o la biomedicina, pero también lo hay, tecnológico e innovador, en las industrias culturales.