Donald Trump ha lanzado un taquigol desde su llegada a la Casa Blanca: una avalancha de decretos presidenciales y de palabras, que copa los titulares de los medios de todo el mundo, ahoga a la oposición y ha dejado sin aliento a las taquígrafas de la Casa Blanca, incapaces de seguir su ritmo y que ya han pedido refuerzos.
Su antecesor, Joe Biden, pasó 2 horas y 36 minutos dando discursos públicos y utilizó 24.259 palabras en su primera semana como presidente de Estados Unidos. Trump ha estado 7 horas y 44 minutos, con 81.235 palabras. Eso es más que ver la trilogía original de La guerra de las galaxias seguida, y el doble que en su primer mandato.
Los discursos de Trump siguen llenos de falsedades, como acusaciones sin base de fraude electoral. Otras veces improvisa y ha causado ya crisis diplomáticas, como cuando dijo que los palestinos deberían abandonar Gaza hacia Egipto y Jordania.
El riesgo, sin embargo, es que su verborrea agote a la gente y que ésta se desconecte. Y una ciudadanía informada es clave para la salud de la democracia.