Teletrabajo: ¿mucha tele y poco trabajo?

La decisión de la Generalitat de Catalunya de eliminar los días de teletrabajo para los funcionarios de mayor rango y los altos cargos de la administración catalana ha reavivado un debate que parece no agotarse: ¿es el teletrabajo una solución efectiva o un obstáculo para la productividad? Esta medida, que busca reforzar la presencia física de ciertos cargos, pone sobre la mesa las bondades y las limitaciones de un modelo laboral que tuvo un auge sin precedentes durante la pandemia de la covid y que, pese al fin de las restricciones, se ha consolidado en muchas empresas y administraciones.

Oficina de Gestió Empresarial (OGE) l'ús de la IA en les gestions de la Generalitat

 

Miquel González / Shooting

Entonces, el teletrabajo pasó de ser una práctica minoritaria a convertirse en una necesidad. Los confinamientos y las restricciones de movilidad obligaron a empresas y administraciones a adaptarse rápidamente. Si bien muchas organizaciones afrontaron este cambio con escepticismo inicial, los beneficios se hicieron evidentes: mayor flexibilidad para los empleados, reducción de costes operativos y una aparente mejora en la conciliación laboral y personal. Sin embargo, con el fin de la pandemia, algunas empresas, especialmente las grandes corporaciones, han optado por limitar o revertir las medidas de teletrabajo. Argumentan que, pese a las ventajas, la productividad puede verse afectada en ciertos casos, y la desconexión física entre equipos supone un reto para la creatividad, la comunicación y el trabajo colaborativo. En contraste, muchas administraciones y pequeñas empresas han mantenido esta modalidad, adaptándola a sus necesidades y capacidades.

Algo que preocupa mucho a las empresas es el creciente absentismo laboral

Responder a la pregunta de si el teletrabajo es una buena opción no es sencillo. La respuesta depende de factores como la naturaleza de la actividad, las tareas concretas que desarrollar y, por supuesto, la posición de empleado o empresario, de quien lo valora. Para las empresas, el teletrabajo solo tiene sentido si no compromete la productividad y no genera más costes que beneficios, tanto en lo económico como en cosas intangibles como la cohesión de los equipos. Medir y evaluar esta productividad es clave, pero en muchos casos no resulta fácil por la naturaleza de los trabajos, y en el sector público estamos muy lejos de la cultura de la evaluación.

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Por otro lado, desde la perspectiva de los empleados, también es cierto que el teletrabajo puede mejorar su bienestar y, en algunos casos, aumentar su compromiso y rendimiento. Sin embargo, también puede conllevar problemas como la sensación de aislamiento, la difusión de límites entre la vida laboral y personal y la falta de supervisión directa, factores que afectan de manera desigual según las circunstancias individuales.

Más allá de la discusión sobre el teletrabajo, un tema que preocupa profundamente a las empresas es el absentismo laboral. Los datos del 2023 son alarmantes: el coste asociado al absentismo equivale al 3,1% del PIB español, alcanzando los 37.000 millones de euros. La tasa media de absentismo se sitúa en el 7,2%, lo que significa que, en España, cada día hay alrededor de 1,5 millones de trabajadores que no acuden a su puesto de trabajo por razones diversas. En algunos sectores, esta cifra supera el 20%, lo que supone una distorsión grave para el funcionamiento de empresas y administraciones. El absentismo no solo representa un coste económico, sino también un gran esfuerzo organizativo.

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Comparada con algunas economías vecinas, España tiene un margen significativo de mejora en cuanto a productividad. Si bien los datos macroeconómicos actuales, como el PIB y la tasa de paro, son positivos, cuando lleguen las vacas flacas será más complicado afrontar la situación.

El debate sobre el teletrabajo y la productividad es solo una pieza en el complejo engranaje del mercado laboral. Y solo falta añadirle el debate sobre la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales. Aunque no existe una solución única, es crucial abordar estos desafíos con una visión estratégica que contemple tanto las necesidades de las empresas como el bienestar de los empleados. Evaluar con precisión la productividad, analizar las causas del absentismo y adaptar las políticas laborales a los retos del presente y del futuro son pasos imprescindibles para garan­tizar un sistema económico com­petitivo y sostenible. Quizás es pedir demasiado.

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