Donald Trump ha inaugurado su segundo mandato discontinuo con una primera tanda de órdenes ejecutivas que ya fueron anunciadas durante su campaña electoral y que pretenden anular las líneas maestras de los cuatro años de Joe Biden y todo el bagaje del Partido Demócrata. La América de Trump ha vuelto con toda su retórica y sus decretos contra la inmigración, la agenda verde y la diversidad. Solo hay dos géneros: hombre y mujer, masculino y femenino, arremetiendo contra la ideología de género y contra la raza como armas de ingeniería social.

Vamos a expandir nuestro territorio, dijo, poniéndose el casco de cartógrafo y rebautizando el golfo de México como golfo de América. Habló de recuperar el control del canal de Panamá. Cambiar fronteras con discursos es tan fácil como incierto si no hay un acuerdo previo entre las partes involucradas.
Con una mayoría electoral incuestionable, Trump quiere cambiar EE.UU, y sus relaciones con los aliados
He repasado los discursos inaugurales de John F. Kennedy y Ronald Reagan. El primero iba tocado con un sombrero de copa al lado del presidente saliente, Eisenhower, en una muy fría mañana de enero de 1961. Fue una alocución optimista y literariamente impecable sobre el papel de Estados Unidos en la defensa del mundo libre en plena guerra fría contra el universo soviético.
El segundo, el de Ronald Reagan en enero de 1981, con Jimmy Carter pasándole el testigo como perdedor, era igualmente optimista hablando de la luz en la colina y con trazos de humor y de defensa de la democracia. Con sus planteamientos alejados ideológicamente, Kennedy y Reagan abrieron etapas en las que Estados Unidos aparecía compacto y seguro en defensa del mundo libre. Una bala asesina en Dallas truncó la carrera de Kennedy en 1963, pero Reagan abrió una revolución conservadora que ha configurado las democracias liberales hasta la crisis del 2008.
La fuerza de Estados Unidos en los últimos años la definió el profesor Joseph Nye en su expresión de soft power, el poder blando, que consiste en la habilidad de atraer y persuadir. El hard power es el poder duro basado en la coerción económica y el poderío militar.
Trump quiso cambiar el rumbo de las democracias, pero muchas de sus promesas no se cumplieron o se ejecutaron parcialmente. Ahora ha vuelto con una mayoría electoral incuestionable y con la ayuda de los nuevos ejércitos tecnológicos, que se han puesto a su servicio para plantar la bandera norteamericana en Marte.
Considera México como la puerta de la inmigración indeseada, el paso de las drogas y la penetración de productos de fabricación china. Canadá es una distopía liberal, y Groenlandia, una presa fácil. La presidencia se inaugura desde la confrontación con los dos grandes vecinos, Canadá y México, y con exigencias inasequibles de inmediato a los principales aliados en Europa y en Asia. La presencia como invitados personales de Giorgia Meloni y Javier Milei, además de los líderes de cinco partidos de extrema derecha europeos, Santiago Abascal entre ellos, es más que una declaración de intenciones. Es un posicionamiento político que cambia las coordenadas de la política exterior norteamericana desde Truman hasta hoy. La tecnocasta a la que se refirió Pedro Sánchez puede poner en marcha los algoritmos que eliminen la capacidad de pensar y decidir por cuenta propia para miles de millones de humanos.
Habrá más aranceles y más fracking para extraer y exportar grandes cantidades de gas y petróleo del subsuelo estadounidense. América será grande, según el ideario de Trump, si vuelve a ser una nación manufacturera, industrialmente imbatible, con impuestos bajos y con regulaciones mínimas. Todo lo contrario al modelo europeo. ¿Cuál es el mundo de ayer? La historia lo dirá.
China, que no Rusia, será el enemigo que observar y que abatir. No habló de Putin ni de Ucrania. Dijo que lo imposible es lo que mejor saben hacer. Eisenhower advirtió hace 84 años del peligro del complejo militar industrial. Joe Biden se despidió diciendo que “está tomando forma en EE.UU. una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que puede literalmente amenazar nuestra democracia”. El futuro no está escrito, pero será muy diferente. Aunque los mecanismos de autocorrección del sistema no han fallado en los últimos 250 años.