Objetivo: la conquista del mundo

LA COMEDIA HUMANA

La historia recordará estos primeros días del 2025 como el momento en el que pasamos, como Alicia en el país de las maravillas, de un mundo que nos había sido más o menos familiar a territorio no solo desconocido, sino deli­rante, en el que puede llegar a pasar cualquier cosa.

O quizá, cambiando de metáfora, en el que los dos personajes más poderosos del mundo nos subieron a una nave espacial y nos llevaron a un planeta que no sabíamos que existía. Los dos astronautas son Elon Musk y Donald Trump. La tripulación consiste en los empresarios que siguen a Musk en el ranking de riqueza e influencia mundial, Mark Zuckerberg, dueño de Facebook, Instagram y WhatsApp, y Jeff Bezos, dueño de Amazon y de The Washington Post.

En mi columna de la semana pasada me esforcé por presentar una visión optimista del año que nos espera. Hoy me va a costar un poquito más. No puedo obviar la verdad de que estamos cada día más a la merced de personajes imprevisibles y sin escrúpulos, surrealistas y temiblemente reales. El término médico sería algo así como narcisistas megalómanos malignos.

A ver. Empecemos con Trump. El presidente electo declaró, al más puro estilo Lewis Carroll, que iba a cambiar el nombre del golfo de México por el de golfo de América . Más alarmante, y en orden ascendiente de locura, dijo que contemplaba invadir y colonizar Panamá (o al menos el canal), Groenlandia (que pertenece a Dinamarca) y anexionarse Canadá (en sus palabras, el futuro “estado 51”). O sea, países aliados de repente son enemigos.

La Comedia Humana

 

Oriol Malet

En la misma tónica tenemos las intervenciones del demencial alter ego de Trump, el copresidente de facto Elon Musk, también látigo de antiguos aliados y cómplice de la cada vez más ultra ultraderecha internacional. El Sombrerero Loco de la política norteamericana retuitea en su red social X la propaganda del Partido de la Libertad de Austria, fundado en los años cincuenta por un exoficial de las SS hitlerianas.

Musk está hoy en plena campaña electoral a favor del también neonazi Alternativa para Alemania (AfD), a cuya líder, Alice Weidel, entrevistó el jueves a través de X. Weidel (la iracunda Reina Roja de Carroll, ¿quizá?) declaró que Hitler había sido un comunista, disparate que no impidió que Musk declarara: “Ya lo dije y lo repito: solo la AfD puede salvar a Alemania o las cosas irán muy a peor”.

En cuanto al aliado con el que supuestamente Estados Unidos mantiene “una relación especial” desde tiempos de Churchill, a Musk le hace perder lo poco que le puede quedar de cordura. El martes de esta semana dedicó la cuarta parte de su promedio de 150 tuits diarios al Reino Unido. Entre otras cosas, le pidió al rey de Inglaterra que derrocase al Gobierno laborista, elegido en julio del año pasado por amplia mayoría; propuso que el primer ministro, el soso pero decente Keir Starmer, sea encarcelado, y ponderó la posibilidad de que Estados Unidos “liberara” al pueblo británico. ¿Liberarlo de qué? Del “tiránico Estado policial” que Starmer impone.

Trump y Musk no se meten con Putin porque aspiran a replicar el modelo de Estado ruso en su país

Lo curioso, o quizá no tanto, es que no ­dice ni pío sobre estados debatiblemente más policiales y tiranos que el Reino Unido, como Rusia y China. Hay tres explicaciones que se me ocurren. La primera es psicoló­gica.

He estado leyendo la biografía de Musk. Fue víctima de bullying en su colegio en tiempos del apartheid en Sudáfrica, donde nació y vivió sin aparentes dudas morales hasta los 18 años. Era visto por sus compañeros de cole como un listillo raro. Uno recuerda haberle dicho una vez: “Mira la luna, ¡debe de estar a un millón de millas de distancia!”. “No –respondió el joven Elon–, está a 239.000 millas, dependiendo de la órbita”.

No sorprende que le hubiesen dado alguna que otra cachetada. Hoy –un clásico– el que fue víctima de bullying es el bully. Y, como todo bully, se mete con los más débiles, no con los fuertes, no con Rusia o China.

La segunda explicación goza al menos de un punto de racionalidad. Musk, que estuvo fascinado con cómics de superhéroes en su adolescencia, suspende su misión para salvar el mundo cuando de China se trata por el sencillo motivo de que ahí hace negocios megamillonarios. Rusia es otra cosa. Como ahí no tiene ningún business, que se sepa, hay que especular un poco.

Propongo que Musk libre a Putin y compañía de los escupitajos que lanza contra, por ejemplo, la decadente e inofensiva Albión, porque, primero, comparte con Trump el impulso imperialista del zar ruso. Por un lado, Putin desea “liberar” a Ucrania, como Musk desea “liberar” al Reino Unido; por otro, Trump quiere conquistar Canadá y Groenlandia. Y más siniestro aún: Trump y Musk no se meten con Putin porque aspiran a replicar el modelo de Estado ruso en su país. En cuanto a ideología, digo, y estructura de poder.

No hay extrema derecha más extrema que la de Putin. Trump congenió más con Putin durante su primer mandato presidencial que con cualquier líder occidental. El supervillano Musk se alía con los partidos neonazis de Austria (donde nació Hit­ler) y Alemania, que a su vez se alían con Rusia en la guerra de Ucrania.

El sistema de poder ruso es feudal. O una oligarquía. Estados Unidos va por ese camino. Trump concede a Musk, Zuckerberg y Bezos oportunidades ilimitadas para que se enriquezcan, igual que Putin con sus oligarcas, a cambio de pleitesía y dinero. Para que la oligarquía se perpetúe en el poder necesita control de los medios. En eso están. Bezos castra The Washington Post. Por ejemplo, esta semana dimitió una veterana dibujante del diario por la censura de una viñeta en la que se mofaba de, precisamente, la nueva oligarquía trumpista. Y Mark Zuckerberg anunció la eliminación del sistema de verificación de hechos en Facebook e Instagram, cambiándolo por el modelo todo vale de X que favorece Musk y complace a Trump.

Bezos castra ‘The Washington Post’ y Zuckerberg implanta el ‘todo vale’ en Instagram

Lo más desconcertante –por no decir macabro– de todo esto es que nos adentramos en un mundo absolutamente antitético a la civilización y a la democracia en el que la realidad no es objetiva sino la que imponen los poderosos. Como en Rusia. O como en Alicia en el país de las maravillas cuyo personaje Humpty Dumpty dice: “Cuando uso una palabra significa justo lo que yo elijo que signifique, ni más ni menos”. Alicia le contesta: “La cuestión es si puedes hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”. “La cuestión –replica Humpty Dumpty– es quién manda. Eso es todo”.

Lee también
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...