Mark Zuckerberg ha decidido cabalgar junto a Elon Musk a lomos de ese tigre que son las noticias falsas. Si no puedes con tu enemigo, únete a él, habrá pensado el fundador de Facebook. Sobre todo, cuando toca congraciarse con Donald Trump, que es quien va a gobernar Estados Unidos los próximos cuatro años del brazo del presidente de Tesla, convertido en el gran agitador de la ultraderecha. La frase navideña de Zuckerberg no tiene desperdicio: “Hemos ido demasiado lejos en la moderación por la presión social y política”. La moderación es de cobardes, la radicalización resulta de intrépidos. Se acabó la censura en sus redes (Facebook e Instagram), la libertad es el bien máximo. La libertad de poder engañar, falsear o mentir constituye un valor supremo para estos millonarios sin escrúpulos. Cualquier día veremos como la IA cambia el discurso de James Stewart en la película de Frank Capra y le hace proclamar: “¡Qué bello es mentir!”.
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Zuckerberg y Musk han eliminado los programas de verificación en sus redes para que todo el mundo diga lo que se le pase por la cabeza. El algoritmo no discriminará entre un sabio reconocido y un mentiroso compulsivo. El sistema había eliminado millones de publicaciones (el 1%, según Meta) que, a su juicio, limitaban el debate político y censuraban demasiado contenido trivial. Zuckerberg ha aclarado que quitarán las restricciones en asuntos como la inmigración, la identidad sexual o el género. Ahora valdrá todo y que salga el sol por Antequera. O por Alabama.
Ambos anuncian que se acabó la censura en redes y que la moderación es propia de cobardes
Frenar, señalar o advertir de un bulo no es censura, sino sentido de la responsabilidad. No vale decir que una democracia es un sistema en que la libertad de opinión se antepone al establecimiento de la verdad, sobre todo cuando vemos que este argumento está sirviendo para desgastar las democracias liberales y para respaldar a las fuerzas de extrema derecha. Mientras en la UE filosofan sobre la libertad de expresión, Musk y compañía tiran millas. Los europeos no saben cómo responder a la voluntad de estos nuevos actores de interferir en sus países, respaldando a la ultraderecha. Y encima nos quieren convencer de que la verdad es simplemente una opinión más. ¡Venga ya!