Las injerencias de Elon Musk

Elon Musk se está convirtiendo en el multimillonario que lleva el mundo hacia la ultraderecha. A golpe de tuit, se ha erigido en una de las voces más críticas contra la ideología denominada woke . Desde que compró Twitter y le cambió el nombre, ha hecho de esta red social una plataforma sin filtros donde todas las opiniones tienen cabida y se castiga el ideario progresista.

Musk se ha construido unos principios a su medida que son inconsistentes, erráticos y cambiantes –ha pasado de votar demócrata a futuro alto cargo en el gobierno de Trump–, que ahora están en su versión más populista, obsesiva y afín a la extrema derecha. El resentimiento generado por Musk refleja la ideología central del movimiento “Make America great again” de Trump. Persigue a los políticos del establishment y busca promover a populistas de extrema derecha y outsiders cuyas opiniones e ideología reflejan las del presidente electo.

Ahora, el propietario de X y de Tesla juega a hacer política en el extranjero promoviendo partidos ultras y entrometiéndose en la política interior de estados de todo el mundo, desde Australia hasta la Unión Europea. Que alguien que está a un paso de ocupar un alto cargo en la nueva administración republicana se dedique a hacer comentarios y lanzar opiniones sobre la situación interna de otros estados ya es difícilmente aceptable por lo que supone de injerencia política. Pero si esa persona, además, es la propietaria de una red social desde la que se promueven mensajes de odio, se aviva el discurso contra los valores democráticos y se usan sus algoritmos para favorecer ideologías de extrema derecha, populistas y xenófobas, entonces la situación es sencillamente intolerable y debe ser denunciada, como ya están haciendo líderes políticos europeos.

El papel de Musk en la elección de Donald Trump ha sido decisivo, y ahora el multimillonario de origen sudafricano parece decidido a intervenir directamente en el debate político de diferentes estados aprovechando el poder social que supone disponer de una red social ausente de filtros y de moderadores (ayer Meta también eliminó sus sistemas de verificación para complacer a Trump) para manipular a la opinión pública mediante la difusión de discursos reaccionarios. En paralelo, y no es un escenario menor, habrá que ver los posibles conflictos internos que se avecinan en la Casa Blanca, ya que será difícil saber dónde acaba la política de Musk y dónde empieza la política exterior oficial de EE.UU.

El magnate parece decidido a intervenir directamente en la política de otros estados

Pero Europa parece estar empezando a hartarse de Musk, y dirigentes como Macron, Scholz y Starmer han elevado la voz para denunciar esta injerencia. El problema es que esta situación plantea el dilema de cómo reprender a Musk sin enfadar a Trump, quien teóricamente será su nuevo patrón. La disposición del futuro presidente a tolerar los ataques de Musk a los líderes aliados es también una señal de que los próximos meses pueden ser aún más difíciles para los amigos de EE.UU. que su primer mandato.

La última intromisión de Musk, esta vez consentida, tiene como escenario Italia. La primera ministra Giorgia Meloni, líder del partido Hermanos de Italia, respaldado por Musk, está negociando con el magnate tecnológico para que su compañía SpaceX y su constelación de satélites provean comunicaciones encriptadas al Gobierno italiano, que ha negado que este asunto fuera tratado durante el viaje relámpago de Meloni a Florida para rendir pleitesía y reafirmar la buena sintonía con Trump.

Si se cierra el contrato, valorado en 1.500 millones de euros y por cinco años, SpaceX suministrará servicios telefónicos y de ­internet encriptados para evitar ciberataques y la filtración de información delicada. La oposición italiana teme que ello relegue a las empresas nacionales de telecomunicaciones y cree dependencias críticas en temas tan estratégicos como la seguridad de datos. En otras palabras, les preocupa que esa seguridad esté en manos de una empresa de Musk.

También suscita dudas que este contrato en negociación acabe causando un posible conflicto con IRIS2, la futura red de satélites de la Unión Europea, con participación italiana, cuyo lanzamiento está previsto para el 2029 y uno de cuyos objetivos es, precisamente, reducir la dependencia de operadores ajenos a la UE como SpaceX, de Musk, o Kuiper, de Jeff Bezos.

La tolerancia de Trump con los ataques de Musk augura tensión con sus aliados europeos

En el primer mandato de Trump, cuando hizo política exterior a golpe de tuit, Estados Unidos se convirtió en una fuerza de perturbación global. El destacado papel de Musk en su segunda administración puede hacer que ese periodo parezca un oasis de estabilidad en comparación con lo que se avecina, siempre y cuando los egos de Trump y Musk no choquen antes y su actual sintonía acabe en ruptura traumática.

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