La Navidad del soltero

Tengo un amigo que solo se ve con su ex en Navidad. Ni uno ni otra soportaría pasar unas Navidades sin cónyuge e hijos, así que estos días se reencuentran y hacen la ruta de comidas familiares juntos. Como si nada entre ellos hubiera pasado, aunque la separación es conocida y oficial.

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LV

La Navidad tiene tópicos y tradiciones que a veces no encajan con el contexto familiar y personal del momento. Como el de las familias reducidas que comparten mesa con exactamente (o casi) los mismos comensales el 24, el 25 y el 26. Tres fotografías iguales de la misma Navidad.

Las familias con matrimonios y parejas formales, en cambio, varían más de compañeros de mesa. Un día van a casa de la familia de uno; al siguiente, a casa de la familia del otro. Hace unos días coincidí con una persona que, entre los desplazamientos entre domicilios y que cada día tendrá que ir al pueblo a recoger a sus suegros y llevarlos de una casa a otra, hará más de 800 kilómetros por comarcas catalanas de hoy a Sant Esteve.

Un conocido mío hará más de 800 km por carretera desde hoy hasta Sant Esteve

Tengo otra amiga que prepara una mesa de Navidad donde estará su madre, con alzheimer, y todos sus amigos, a los que ya no reconoce. Otra que se prepara para las primeras Navidades sin su padre. Una que presentará a su nueva pareja a la familia. Una pareja gay, madurita, que, como todavía hay uno que no ha salido del armario, comerán cada uno en su casa, pero se reencontrarán en las horas del café. Uno que está mentalizado de que esta será su última Navidad con tabaco. Otro que no tendrá mucha hambre, porque ha empezado con el Ozempic. Otro que comerá poco, porque aún no se ha acostumbrado a los implantes que sustituyen las siete muelas que le acaban de arrancar (de las mandíbulas y de la cuenta corriente). La que lleva años yendo a las cenas de Navidad a otras casas y este año ha invitado a todo el mundo a su casa nueva.

Como en casi todo en la vida, hay comidas de Navidad de muchos tipos. Lujosas, con champán francés y servicio incluido. Humildes, con más amor que buena comida. De personas solas. Navidades con amigos. Navidades en hospitales y residencias. Navidades en la calle. Navidades con malos humores y ambientes tan tensos que se podrían cortar con un cuchillo. Navidades felices. Navidades tristes.

Y, con los años, nuestra posición en la mesa es cambiante. Me lo recuerda otro amigo, que tiene grabado en la mente cómo va evolucionando la mesa de su familia. Una mesa larguísima con los más jóvenes en una punta y los mayores en el otro extremo. Una mesa que de vez en cuando se ilumina con un nuevo miembro o una nueva vida. Y en la que siempre vas deslizando, sin poder evitarlo, hacia el extremo de los de mayor edad. Feliz Navidad.

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