El sorteo de los dos gordos
FUTUROS IMPERFECTOS
Yadira es la niña del colegio de San Ildefonso que decidió cantar por su cuenta un segundo gordo de Navidad, media hora después de que hubiera salido el primer premio. Cuando su compañera de tabla anunció el número 43226 en voz alta, ella dejó caer un sonoro “cuatro millones de euros” que creó general confusión en la sala. El supervisor del sorteo se quedó blanco del susto y pidió ver la bola millonaria, que en realidad era de un premio de mil. Así que exigió a la menor que mostrara la bola ante las cámaras y cantara correctamente la cantidad que le correspondía. La respuesta de Yadira ante tamaño desaguisado fue clara: “Es que un chico me ha dicho que lo cante”.
Y es que en la vida hay chicos y chicas que tienen ideas que a menudo permiten los quince minutos de gloria que Warhol defendía que merecía cada ser humano. La propia niña del error o, para ser más exactos, de la jugarreta colgó en Instagram el momento en que cantó el gordo que nunca fue, que resultó ser una ocurrencia para acumular montones de “me gusta”. En ningún caso pidió perdón por su mentira, que obligó a Loterías y Apuestas del Estado a emitir con comunicado urgente en el que recordaba que el único resultado del sorteo es la lista oficial de premios.
La niña que cantó el falso premio colgó el momento en las redes, pero no pidió perdón
Yadira ha hecho historia. Si en los sorteos nos mienten sobre los premios, no sé quién va a acabar jugando a la lotería. Pero el drama de nuestro tiempo es doble: nuestros preadolescentes están enganchados al móvil y desean sentirse reconocidos en las redes, pero también ocurre que los niños descubren pronto que las mentiras son mucho más divertidas que la verdad y que las falsedades no están penalizadas. Los psicólogos dan más razones, como que las mentiras provocan una fuerte respuesta emocional o que mucha gente prefiere vivir engañada a asumir la realidad. Y hay incluso quien teoriza que nuestros adolescentes (y no solo ellos) sienten el placer de crear una realidad independiente de los hechos.
Nos toca vivir en un mundo que no tiene ni pies ni cabeza, donde un bulo puede ser una fuente de ingresos en las redes y donde la verdad es despreciada como una colilla. Yadira es una víctima más de una sociedad sin orden ni concierto.