La justicia francesa cerró ayer el círculo que había abierto de forma tan valiente Gisèle Pelicot para denunciar las violaciones que sufrió durante nueve años a manos de al menos 70 hombres. Su marido, Dominique, fue condenado a 20 años de cárcel, la máxima pena posible, por haber drogado a su mujer con ansiolíticos para facilitar todas esas agresiones. “La vergüenza debe cambiar de bando” es el lema tan repetido por el movimiento feminista y que Gisèle ha hecho suyo con su valerosa actitud.
Porque se ha de ser una mujer con una casta muy especial para no hundirse y refugiarse en el anonimato ante las atrocidades sufridas durante todos estos años y a manos de su propio marido. Gisèle se enfrentó a cara descubierta en el juicio contra su esposo y contra los hombres que la vejaron. Pidió que la vista fuera abierta, sin limitaciones al público y a los medios de comunicación. Que se conociera todo. Incluso algunas de las agresiones registradas en vídeo y archivadas por el monstruo de su esposo.

Gisele Pelicot.
El mundo ha asistido horrorizado a las explicaciones pormenorizadas de la víctima, del culpable principal del montaje y de todos los hombres que han intervenido. Gente que parecía normal, muchos de ellos padres de familia de buena reputación, que aceptaron cometer sus abusos sexuales a una mujer que estaba dormida y, por tanto, indefensa. Ni la mente más perversa podría haber imaginado una cosa así. Por eso solo nos queda la duda de si a estos violadores se les podría haber aplicado una mayor pena de la infligida. Y el otro sinsabor es que se ha identificado a 51 violadores, pero quedan una veintena sin identificar.
El testimonio de Pelicot debe servir para que muchas víctimas de agresiones sexuales den un paso al frente y expliquen las vejaciones sufridas. Y también estaría bien aprovechar el eco y la conmoción que ha causado este caso para sensibilizar a todos aquellos países donde la mujer sigue siendo sometida a la voluntad de su marido. Ese mundo de armonía y respeto mutuo al que Gisèle apeló, tras la sentencia, aún no existe. Se ha avanzado mucho, pero la cultura patriarcal sigue siendo la dominante en muchas naciones del planeta.