Lo que parecía que iba a ser un paseo militar de Oriol Junqueras para presidir ERC ha acabado siendo una dura batalla, en la que las facciones en litigio no se han ahorrado acusaciones, golpes bajos y agresividad incontrolada. La sensación de ser pocos y mal avenidos queda como poso de la campaña congresual, así que o hacen esfuerzos todas las partes o estos enfrentamientos les pueden pasar factura en las urnas.
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Al final, Junqueras ha conseguido ser elegido por apenas un puñado de votos. Uno de los que con toda seguridad no le han votado es Josep Maria Jové, uno de sus hombres de confianza en el procés y en la Conselleria d’Economia, pues fue su número dos en calidad de secretario general en el departamento. Jové dio su apoyo a Nova Esquerra Nacional, porque creía que había llegado el momento de renovar liderazgos en la cúpula del partido. Su figura resulta especialmente relevante, pues el presidente del grupo de ERC en el Parlament es el político que ha negociado con Salvador Illa en Catalunya y con Félix Bolaños en Madrid los acuerdos entre socialistas y republicanos. En el Gobierno existe preocupación por su relevo, pues cuesta tiempo y esfuerzos establecer relaciones fluidas entre dirigentes de partidos.
La agresividad de la campaña para presidir ERC ha dejado más rotos que descosidos
En las organizaciones políticas las discrepancias se penalizan, así que disentir del líder es considerado una deslealtad imperdonable. Adenauer decía que en política lo importante no es tener razón, sino que a uno se la den. Y no darla a quien manda tiene riesgos. Jové es un tipo hábil que vale para un roto y para un descosido, pero el descosido de ERC es demasiado grande como para que vuelvan a elegirle de sastre.
El triunfo de Junqueras tampoco supondrá acercar las posiciones en el independentismo. Carles Puigdemont y Junqueras no es que no se puedan ver, es que directamente no se soportan desde los hechos del 2017. Ni el paso del tiempo ni el cambio de escenarios han permitido mejorar esta relación. Entre ambos se miran con recelo, se marcan y aspiran a comerse el espacio político del otro. El problema es que esta batalla cruenta del independentismo afecta a la gobernabilidad de España. Este país tiene tantos descosidos que ya no se disimulan con imperdibles.