En la serie La voz más alta, Roger Ailes (Russell Crowe), el creador de la Fox, declara que hay muchas personas que no saben qué creer y si les dices lo que tienen que pensar, las pierdes, pero si les dices lo que tienen que sentir, son tuyas. Escuchando la intervención de Carles Puigdemont desde Bruselas, en que exige que Pedro Sánchez se someta a una cuestión de confianza, cosa que Junts ha registrado en el Congreso porque “el presidente no es de fiar”, se diría que intenta aludir al sentimiento de sus seguidores, más que a su razón.
Un año después del acuerdo firmado por socialistas y posconvergentes, Puigdemont considera que las cosas no van bien, pues el catalán aún no es lengua oficial en Europa, no se está aplicando la amnistía y el acuerdo de financiación bilateral ha virado a multilateral.
El independentismo siempre va con prisas, como si temiera llegar tarde al punto de llegada, cuando en todo viaje es imprescindible hacer altos en el camino para reponer fuerzas o para no equivocarse de ruta. Las exigencias de Junts topan con la UE, los tribunales y los barones regionales (del PP y del PSOE). Ciertamente, Sánchez tiene casi tanta habilidad como el Mago Pop para esconder la bolita entre sus manos. Pero cuando se gobierna con muchos socios distintos, resulta imprescindible un poco de prestidigitación para ganar tiempo u obtener apoyos.
Puigdemont es consciente de la debilidad de Sánchez y juega fuerte sus cartas
Puigdemont le acaba de crear un serio problema a Sánchez. Y no es verdad que sus palabras hubieran sido pactadas o que el texto lo supiera el presidente de antemano. Puigdemont es consciente de la debilidad de Sánchez, con una oposición desmelenada, unos tribunales desenfrenados y unos socios deslomados. Y juega fuerte: o la relación llega a un punto de inflexión o lo dejamos correr. Pero los divorcios nunca salen gratis.
Siendo verdad que la iniciativa de Junts no es vinculante, pues solo el Gobierno puede activar una moción de confianza, le deja al pie de los caballos, porque la proposición saldrá adelante con los votos de la derecha. Puigdemont pretende tensionar la situación, como si su relación con el Gobierno fuera una goma elástica que se puede estirar sin límite. Olvida que también puede romperse y él, pillarse los dedos.