Como es b ien sabido, Europa se hace a golpes de crisis. Ejemplos significativos son la creación del euro, resultado de la reunificación alemana o la primera emisión de deuda colectiva para paliar los efectos de la covid. La primera reacción de Scholz y Macron a la victoria de Trump ha sido la exigencia de más unidad y soberanía para Europa. En vista de su actitud inamistosa hacia Europa durante su anterior mandato, Angela Merkel dijo que “los europeos tenemos que tomar nuestro destino en nuestras propias manos”. Su ministro de Exteriores, Heiko Maas, fue más contundente. En un artículo en Foreign Affairs escribió: “Una Europa fuerte y soberana es la respuesta a la hostilidad de Trump. No hay alternativa a una Europa autónoma”.

En nuestro último artículo, “Asilo de paz” (11/XI/2024), decíamos que “la autonomía estratégica no se logrará hasta que Europa pague su propia defensa (tema al que dedicamos otro artículo el pasado 11 de marzo), avance hacia la unión política y tenga una relación propia con Rusia y China. Esta relación ha estado basada en la cooperación hasta que los intereses de EE.UU. han pasado a ser prioritarios”. La relación con Rusia se malogró al ignorar las propuestas de Gorbachov de “una casa común europea” y de Mitterrand de “una confederación europea que incluya a Rusia”. Gorbachov se negó a utilizar la fuerza para retener a sus satélites del Pacto de Varsovia, contra los consejos de sus colaboradores. El mariscal Yázov, su ministro de Defensa, dijo: “Hemos perdido la tercera guerra mundial sin disparar ni un solo tiro”. Se perdió entonces la gran ocasión de haber convertido a Rusia en un amigo. Se dejó a Rusia fuera de la arquitectura de seguridad europea, desestimando las peticiones de Gorbachov, de Yeltsin y del propio Putin de ingreso en la OTAN. Luego, en sucesivas oleadas, se amplió esta última, pese a las promesas en contrario hechas a Gorbachov. La culminación fue la apertura a Ucrania en la cumbre de la organización en Bucarest en el 2008. En aquella ocasión Angela Merkel, que por haber vivido 35 años en la República Democrática Alemana conocía a la URSS mejor que otros líderes europeos, dijo acertadamente: “En Moscú esto será interpretado como una declaración de guerra”. En sus memorias, que acaban de aparecer, se ratifica en su actitud en Bucarest. Ella y Sarkozy se opusieron a la apertura inmediata del proceso de ingreso de Ucrania, como quería el presidente norteamericano, el segundo Bush, pero no se atrevieron a vetar la promesa a Ucrania de que un día sería miembro de la OTAN. Todo ello pese a las advertencias de George Kennan, el padre de la política de contención de la URSS; de Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, que defendieron, después de la anexión de Crimea por Putin, en el 2014, la finlandización, o neutralidad, de Ucrania; de Bill Burns, actual director de la CIA y en el 2008 embajador de EE.UU. en Moscú; o de Angela Merkel, entre otros. Y de aquellos polvos, estos lodos. Trump ha dicho que acabará con la guerra en Ucrania en 24 horas. Hay que esperar a ver qué ocurre, pero Europa teme quedarse sola ayudando a Ucrania y asumiendo el coste de su reconstrucción.
Los desencuentros de Europa con EE.UU. van más allá de las relaciones con Rusia o China. Algunos ejemplos: Israel y la guerra de Gaza. Irán, donde la UE tuvo un papel esencial en el acuerdo para su desnuclearización, luego abandonado por Washington. El cambio climático, con la amenaza de Trump de volver a retirarse del Acuerdo de París. El rechazo del multilateralismo. Los pasos hacia una guerra comercial que causaría gran perjuicio a Europa, mucho más dependiente del comercio internacional que EE.UU., y al resto del mundo, incluido EE.UU. En cuanto a las fuertes presiones norteamericanas para embarcarnos en una cruzada contra China, convirtiéndola también en enemigo, hasta ahora resistidas por Europa, se van a redoblar con Trump y los halcones de su administración. Además, Europa no puede estar a la merced de los vaivenes de la política norteamericana cada cuatro años.
¿Será el regreso de Trump el electrochoque necesario para avanzar hacia la unión política europea?
Europa es una obra a medio hacer. El objetivo final de sus fundadores era la unión política. Para ello hacen falta coraje, voluntad política y líderes capaces de reunirlos. Alemania y Francia, como las dos principales potencias de la UE, están llamadas a dirigir esta empresa. En palabras de Jean Monnet: “La única alternativa a la unión política es la creciente irrelevancia”. O, como dijo Enrico Letta en el 2019: “Si no avanzamos hacia la unión política, en un plazo de diez o quince años la única opción para los países europeos, uno a uno, será si queremos ser colonia de EE.UU. o de China”. ¿Nos vamos a conformar con mantener unas soberanías nacionales que son, en términos de poder global, cáscaras vacías, sometiéndonos a una gran potencia? ¿Significará el regreso de Trump el electrochoque necesario para avanzar hacia la unión política, a partir de la mencionada reacción de Scholz y Macron a su vuelta a la Casa Blanca?
En los siglos venideros los libros de historia dirán una de esas dos cosas: o que los países europeos, después de medio milenio de dominar el mundo, se suicidaron con las dos guerras mundiales, alcanzando “el fin de la historia”; o que con la unión política fueron capaces de protagonizar un nuevo Renacimiento y convertirse en una gran potencia en un mundo multipolar. Para Europa es la cuestión existencial: ser o no ser.