O sube, o baja

O sube, o baja
Profesor de Economía del Iese

Un antiguo adagio me sirve de título: era una expresión favorita del director de mi colegio, y bien hubiera podido servir de lema para los dos informes que marcarán las líneas maestras de la política económica de la nueva Comisión Europea, el de Enrico Letta y el de Mario Draghi. El mismo propósito los inspira: prevenir la decadencia de Europa. Para lograrlo proponen un camino: profundizar el mercado único y fomentar la innovación para recuperar la competitividad perdida. El fin último: preservar los valores europeos. ¿Cuáles son esos? Una vez rendido el debido homenaje a los universales
–libertad, paz y democracia–, aparecen dos, rara vez usados: prosperidad y equidad. ¿Por qué no crecimiento e igualdad? Porque prosperidad es algo más que crecimiento: así, solemos pensar que Suecia es más próspera que EE.UU. –lo he comprobado– pese a tener una renta per cápita más baja. En cuanto a la equidad, si bien no sabemos muy bien qué es la justicia, todos tenemos la intuición de lo que es un reparto equitativo: nos parece bien que un jefe cobre veinte veces lo que un empleado, pero no que la diferencia sea de uno a doscientos. La primacía de esos dos valores diferencia el modelo social europeo del estadounidense; tengamos eso en cuenta al hablar de la supuesta decadencia europea.

-FOTODELDIA- GRA315. ROMA, 25/03/2017.- Miles de europeos partidarios de la Unión Europea (UE) se manifiestan hoy junto al Coliseo, en Roma, en la jornada en la que los Veintisiete, ya sin el Reino Unido, conmemoraron el 60 aniversario del Tratado de Roma, que dio origen a la Europa comunitaria. EFE/Antonello Nusca

 

Antonello Nusca / Efe

Indispensable para recuperar competitividad: la innovación. No discutamos ahora qué innovación es útil y cuál superflua. El problema europeo, escribe Draghi, no es la falta de talento o de creatividad: es que las patentes no se convierten en productos o servicios dirigidos al mercado. ¿Por qué? Draghi destaca el peso excesivo de la banca como canalizadora del ahorro privado, en comparación con el mundo anglosajón, dominado por los mercados de capitales. La banca es un sector muy regulado (y aun así da algunos sustos) y no puede tener la agilidad ni el apetito por el riesgo necesarios para financiar aventuras. De ahí la importancia de avanzar en la creación de un mercado europeo de capitales.

Los grandes proyectos europeos del futuro inmediato, infraestructuras de conexión y reconversión energética requieren, no solo grandes recursos financieros, sino también unos enormes esfuerzos de coordinación; el problema no es solo construir un mismo ancho de vía para los ferrocarriles de toda Europa, sino también decidir cuál será el ancho elegido; y, con las reglas de decisión de hoy, puede llevar más tiempo la elección que la construcción.

Para que Europa sea un país hay que emprender proyectos hechos en común

Al hablar de competencia, habremos de conjugarla con la protección que merecen empresas europeas frente a otras de países terceros que quizá disfruten de otras reglas del juego: si permitimos que nuestras empresas, menores que sus rivales exteriores por operar sobre un mercado más pequeño, sean absorbidas o barridas por estas, el proyecto europeo no avanzará. Y esa defensa deberá extenderse dentro de las fronteras europeas entre los estados miembros.

Ambos informes nos obligan a enfrentarnos a una tarea colosal y tienen una gran virtud: muestran cómo iniciar el camino, al desgranar los objetivos en una serie de propuestas concretas, algunas para el corto, otras para el largo plazo; una enorme cantidad de pequeños pasos que requieren sobre todo coordinación, por una parte; por otra, algunos grandes pasos, igualmente indispensables, que habrán de resultar en delegación de facultades de los estados miembros a las instituciones europeas.

Es así como podemos aspirar a que Europa sea un país: emprendiendo proyectos que los ciudadanos entiendan, cuyos beneficios puedan palpar de tal modo que puedan tolerar las inevitables renuncias; proyectos, sobre todo, hechos en común, única forma de que europeos que nunca se han visto empiecen a conocerse y de ese modo empiecen a confiar unos en otros. No sabemos cómo será el futuro, más allá de los primeros pasos; puede ser que a medio camino haya que variar el rumbo, pero podremos hacerlo juntos, si ya hemos recorrido juntos un trecho. Si no alcanzamos esa confianza mutua, el proyecto europeo nunca se hará realidad. Los estados miembros no podrán preservar por sí solos nuestros valores frente a un mundo de grandes bloques. La supervivencia de la Unión es lo que está en juego ahora, y somos responsables de preservarla. Discutamos los muchos aspectos de los informes que son discutibles, pero mientras trabajamos. Si no subimos, bajaremos.

Lee también
Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...