La Generalitat anuncia la construcción de los primeros pisos de los 50.000 que Salvador Illa ha prometido destinar al alquiler asequible antes del 2030. La consellera de Territori, Sílvia Paneque, dice que será una inyección de vivienda pública para la “clase media”. La pregunta es: ¿qué debemos entender por clase media? Según el CIS, casi el 60% de la población se considera parte de ella, lo cual abarca desde mileuristas sin patrimonio hasta familias acomodadas que no se incluirían en la clase alta (solo un 0,4% lo hace).
Por lo tanto, más allá del cálculo de la OCDE (por el que la clase media se sitúa entre el 75% y el 200% de la mediana de la renta nacional), se trataría de un constructo a partir de una perversión de la autoconciencia de clase. Para unos, es un sinónimo de clase trabajadora (“no te harás rico trabajando”, decían nuestros mayores); sería el equivalente a una clase obrera que ya solo consta en las siglas de un partido que no responde a la O ni a la S. Se integrarían en este grupo los antiguos socialistas que reniegan de la palabra por haber sido ultrajada, también del llamado progresismo y del partido mismo.
Dedicar vivienda pública a la clase media es dirigirse a todo el mundo y a nadie a la vez
Para otros, la expresión clase media ha asimilado la precarización: ser de clase media es ir justo, pero ir tirando. Tienes lo mínimo, pero tienes de todo, y eso incluye deudas, préstamos y la angustia por si llegarás a fin de mes. También los hay que entienden clase media a la americana: casita, jardín y cortacésped. Así que unos se sienten ahogados por los precios, y otros, crujidos a impuestos; unos creen que la culpa de su situación es de los ricos, y otros, que nunca serán ricos por culpa de la administración; todos se sienten cada vez más pobres y advierten que la clase media está desapareciendo.
Dedicar vivienda pública a la clase media es dirigirse a todo el mundo y a nadie a la vez. Es reconocer que el parque actual no responde a las necesidades de la población ni, por lo tanto, a la realidad. Una realidad tergiversada por una percepción más individual que social y que ha perdido la voluntad (y la fuerza) de conjunto. La cuestión determinará cómo se divide la sociedad según su gobierno y a quién discrimina. Las condiciones que deban reunir los aspirantes al alquiler asequible desvelarán qué entiende la política por clase media.
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